Por: George Soros
NUEVA YORK – Vivimos tiempos difíciles. Pasan demasiadas cosas, demasiado rápido. La gente está confundida. El historiador de la economía Adam Tooze (Universidad de Columbia) incluso popularizó una palabra para referirse al tema: lo denomina «policrisis».
Las fuentes de la policrisis que hoy aflige al mundo son múltiples. En mi opinión, la principal es la inteligencia artificial. En segundo lugar, está el cambio climático, y la invasión rusa de Ucrania califica en tercero. La lista es mucho más larga, pero me concentraré en estas tres, con la esperanza de que ayude a reducir la confusión.
LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
La IA conmocionó al mundo en noviembre de 2022, cuando Microsoft puso ChatGPT a disposición de la gente a través de una empresa asociada llamada OpenAI. ChatGPT planteó una amenaza existencial al modelo de negocios de Google, que se puso a trabajar a toda marcha para lanzar un producto competidor lo antes posible.
Poco después, Geoffrey Hinton (considerado en general el «padrino» de la IA) renunció a su cargo en Google para poder hablar con libertad sobre los riesgos de la nueva tecnología. Contra su posición previa, adoptó una postura muy crítica de la IA: dijo que podía destruir la civilización.
Hinton fue pionero en el desarrollo de las redes neurales, capaces de comprender y generar expresiones lingüísticas y aprender habilidades mediante el análisis de datos. Al crecer la disponibilidad de datos, creció también la capacidad de los «grandes modelos lingüísticos» de la IA.
Muy impresionado, Hinton declaró: «Tal vez lo que sucede dentro de estos sistemas es, en realidad, mucho mejor que lo que sucede dentro del cerebro»; y afirmó que conforme aumentaran en poder, también se volverían más peligrosos. En particular, advirtió sobre los riesgos de los sistemas de armas totalmente autónomos, o «robots asesinos», como los llamó.
«Hemos ingresado a un territorio totalmente desconocido. Podemos construir máquinas más fuertes que nosotros, pero seguimos teniendo el control. Pero ¿qué ocurrirá si desarrollamos máquinas más inteligentes que nosotros? … A la IA le llevará entre cinco y veinte años superar a la inteligencia humana». Y «no tardará en descubrir que logra sus objetivos mejor si se vuelve más poderosa».
Las palabras de Hinton me causaron una gran impresión. De hecho, la IA me hizo pensar en el poema de Goethe «El aprendiz de hechicero». El aprendiz está estudiando magia, pero no entiende muy bien lo que el maestro le enseña. Cuando este le ordena que lave el piso, usa las palabras mágicas para mandar a una escoba a hacer la tarea por él. La escoba obedece, pero el aprendiz no puede evitar que siga yendo a buscar cubos con agua, y la casa termina inundada.
Yo crecí antes de la invención de la IA. Por eso tengo una firme creencia en la realidad. A edad relativamente temprana me di cuenta de lo difícil que es entender el mundo en el que nací, y busqué guía moral en la realidad.
Los seres humanos somos a la vez participantes y observadores del mundo en que vivimos. Como participantes queremos cambiarlo en beneficio nuestro; como observadores, queremos comprender la realidad tal cual es. Ambos objetivos chocan entre sí. Creo que esto es una intuición importante que me permite distinguir lo correcto de lo incorrecto.
La IA destruyó este esquema sencillo, porque no tiene nada que ver con la realidad. Crea una realidad propia, y cuando esa realidad artificial no se corresponde con el mundo real (lo que sucede bastante a menudo) se la descarta como alucinación.
Por eso me opongo casi por instinto a la IA, y estoy totalmente de acuerdo con los expertos que sostienen que hay que regularla. Pero las regulaciones tienen que ser de alcance mundial, porque el incentivo a hacer trampa es fuerte: quien no cumpla la regulación obtendrá una ventaja indebida.
Por desgracia, crear regulaciones de alcance mundial es imposible, porque el mundo se debate en un conflicto entre dos sistemas de gobernanza diametralmente opuestos, con ideas muy diferentes respecto de lo que hay que regular y por qué.
Yo denomino a estos dos sistemas de gobernanza «sociedades abiertas» y «sociedades cerradas», y defino la diferencia entre ambas así: en una sociedad abierta, el papel del Estado es defender la libertad del individuo; en una sociedad cerrada, el papel del individuo es servir a los intereses de los gobernantes.
La IA se está desarrollando a un ritmo acelerado, y es imposible para la inteligencia humana común y corriente comprenderla del todo. Nadie puede predecir el lugar al que nos llevará. Pero de una cosa podemos estar seguros: la IA es útil para las sociedades cerradas y plantea una amenaza mortal a las sociedades abiertas. Eso se debe a que la IA es particularmente buena en la producción de instrumentos de control que las sociedades cerradas pueden usar para vigilar a sus súbditos.
Por eso me opongo por instinto a la IA, pero no sé cómo se la puede detener. Ahora mismo nadie lo sabe, pero la mayoría de sus desarrolladores reconocen la necesidad de regularla. Como también la reconocen el Congreso de los Estados Unidos y el gobierno del presidente Joe Biden. Pero la IA avanza mucho más rápido que las autoridades gubernamentales. La administración Biden ha tomado algunas medidas ejecutivas, pero al Congreso le costará sancionar algo similar a una «carta de derechos en relación con la IA».
Sin embargo, hay un problema que no puede esperar. En 2024 habrá elección general en los Estados Unidos (y es muy probable que también en el Reino Unido) y no hay duda de que la IA tendrá en ellas un papel importante y seguramente peligroso. La IA es muy buena en la producción de desinformación y deepfakes, y habrá muchos actores malintencionados. ¿Qué podemos hacer al respecto? No tengo la respuesta, pero espero que este tema reciba la atención que merece.
EL CAMBIO CLIMÁTICO
El segundo elemento de la policrisis es el cambio climático. El sistema climático global ha sido alterado por una creciente intervención humana; en particular, por la liberación a gran escala de gases de efecto invernadero, dióxido de carbono y metano. El Acuerdo de París (2015) fijó un límite de 1,5 °C de aumento de la temperatura por encima de los niveles preindustriales, pero ya es muy probable que se supere: a pesar de todos los esfuerzos de lucha contra el cambio climático, el ritmo de calentamiento se está acelerando.
Dos climatólogos muy prestigiosos, David King (ex asesor científico principal del gobierno del RU) y Johan Rockström (Potsdam Institute) han advertido de que esto puede activar puntos de inflexión que lleven al colapso de la vida en la Tierra.
El Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha dicho que con las políticas climáticas actuales, la Tierra será entre 2,5 °C y 2,7 °C más cálida en 2100, algo que en opinión de los científicos, sería un desastre. Superaría la temperatura más cálida registrada en la Tierra en los últimos cuatro millones de años; provocaría el derretimiento total de las placas de hielo de Groenlandia, los Himalayas y la Antártida occidental, y el nivel de los mares subiría diez metros.
Según Rockström: «Habrá un colapso de todos los grandes biomas del planeta Tierra (los bosques tropicales y muchos de los templados), un descongelamiento súbito del permafrost, un colapso total de la biología marina, grandes cambios en las zonas de habitabilidad de la Tierra».
«Más de un tercio del planeta a ambos lados de las regiones ecuatoriales se volverá inhabitable, porque se superará el umbral compatible con la salud, que es alrededor de 30 °C».
Por desgracia, cuando el combate al cambio climático interfiere con los medios de vida de las personas, estas prefieren proteger sus medios de vida. Los agricultores en Alemania y Países Bajos se han alzado contra la regulación de las emisiones de nitrógeno, porque les impide criar vacas. Se han movilizado, ganan elecciones y generan conmoción en la Unión Europea.
También debo mencionar el deseo de las petroleras de seguir haciendo ganancias.
En la lucha contra el cambio climático vamos muy retrasados. Tenemos que hacer todo lo que los climatólogos consideran necesario: lograr una reducción profunda y rápida de las emisiones, quitar de la atmósfera el exceso de gases de efecto invernadero y recongelar el Ártico. Para ello, necesitamos la aprobación de las comunidades indígenas. Todo esto hay que hacerlo lo antes posible.
LA GUERRA DE RUSIA EN UCRANIA
Lo que nos trae al tercer componente de la policrisis. La invasión rusa de Ucrania fue un shock negativo para el mundo, que alteró los suministros de alimentos y causó grandes realineamientos geopolíticos. Pero el resultado real ha sido mucho mejor que lo que se hubiera podido esperar. El ejército ucraniano plantó una resistencia heroica y, con fuerte apoyo de Estados Unidos y Europa, dio vuelta la situación. El ejército ruso terminó mostrándose como un tigre de papel, mal dirigido y totalmente corrupto. Aunque por algún tiempo el Grupo Wagner (un ejército mercenario privado) apuntaló la invasión, al final tampoco pudo derrotar a Ucrania.
Por eso ahora Ucrania está lista para lanzar un contraataque, tan pronto como lleguen todos los equipos prometidos por Occidente. Biden incluso aceptó que reciba aviones de combate F‑16.
Creo que el contraataque será exitoso. El objetivo será la península de Crimea, base de la armada rusa. Con la destrucción del ya dañado puente terrestre con Rusia, Ucrania puede convertir un activo estratégico en pasivo estratégico, porque Crimea carece de agua, y una vez destruido el puente, dependerá de Ucrania para su provisión.
Muchas partes de la Federación Rusa ya están irritadas con el régimen despótico del presidente ruso Vladímir Putin, y estos cambios pueden llevarlas a que lo rechacen por completo. Es posible que el sueño de Putin (revivir el imperio ruso) se desintegre y deje de plantear una amenaza a Europa y al mundo.
El fin de la guerra en Ucrania será un shock positivo para el mundo. Puede darle a Biden una oportunidad para aliviar la tensión entre Estados Unidos y China, en momentos en que esta atraviesa un declive económico que tal vez aumente la receptividad del presidente Xi Jinping hacia un arreglo con Estados Unidos. Biden no está buscando un cambio de régimen en China; sólo quiere restablecer el statu quo en Taiwán.
Una derrota de Rusia en Ucrania y una disminución de las tensiones sinoestadounidenses pueden crear espacio para que los líderes mundiales se concentren en el combate al cambio climático, que amenaza con destruir la civilización. Pero para llegar a eso hay un único camino estrecho y sinuoso. Por eso es justo ponerle signo de interrogación a la pregunta de si la democracia puede sobrevivir a la policrisis.
*George Soros es el fundador y presidente de las Open Society Foundations. Su último libro se titula In Defense of Open Society (Public Affairs, 2019).
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