Por: Thelma Mejía
Tegucigalpa.- El año que está por finalizar será recordado como un período de grandes sobresaltos en la política, la seguridad, la lucha anticorrupción y los derechos humanos. Por ejemplo, el tema de la reelección presidencial parece indetenible y tendremos un presidente que busca continuar otros cuatro años más, si el voto popular le favorece, más allá de los cuestionamientos jurídicos y doctrinarios a favor y en contra.
El presidente Juan Orlando Hernández finalmente aceptó que quiere seguir gobernando otro período, como se preveía desde un principio. Hernández ha mantenido un gobierno de campaña permanente con una oposición casi inexistente. No es tan popular, como quisiera, pero sus estrategas han medido cada una de estas acciones y están convencidos que le pondrán nuevamente en la silla presidencial.
El año por venir será muy agitado en materia político electoral y la reelección del presidente Hernández seguirá concitando afectos y desafectos. La institucionalidad—precaria de por sí—parece cerrarse a favor de que siga el gobernante. El veredicto lo tendrá el pueblo.
Pero el 2016 también sacudió en el tema de la seguridad no solo por la violencia que no para y tiene sus altos y bajos, sino que por el protagonismo que nuevamente tomó el ente responsable de cuidar y garantizar la vida: la policía.
La crisis policial llevó a crear una comisión depuradora que ha sacudido más de mil efectivos entre altos oficiales, clases y escala básica. Los hondureños aún desconocemos los entresijos que causaron la podredumbre policial pero la víspera indica que el pus no ha terminado de salir y que los depuradores ya comienzan a sentir que el nivel de presión e intimidación sube de tono a medida que “reestructuran” a su personal.
La depuradora no dudó, por ejemplo, en reestructurar toda una zona de intervención policial cuyo radio de acción abarcaba amplios corredores por donde se presume se trasiega con droga y otros ilícitos. Son golpes muy fuertes que generan incomodidades. A su vez, el país por vez primera vio desfilar voluntariamente a la fuerza a oficiales de policía que hoy rinden cuentas a la justicia de Estados Unidos por delitos de criminalidad organizada.
Esos oficiales fueron separados de la institución policial por la depuradora al salir a luz pública informes de prensa que los señalan en la participación de crímenes emblemáticos que conmocionaron el país y que aún siguen impunes. Será al Ministerio Público a quien le tocará decir de qué madera esta hecho en su etapa también de fortalecimiento. Tanta impunidad no puede haber fiscalía que la resista. Veremos que trae el 2017.
La lucha contra la corrupción también empieza a generar sobresaltos con la llegada de la MACCIH que aún no saca su filo pero con los guiños que ha empezado a hacer, es notoria la incomodidad que genera en algunos sectores. Será el año por venir, el año de la MACCIH: o se consolida o se debilita, último que no sería bueno ni para la Misión, ni para el país, menos para la OEA.
Finalmente, el país su sacudido como nunca con el asesinato de la líder ecologista Berta Cáceres, cuyo crimen sigue impune y sin llegar a quienes ordenaron a los gatilleros dar el tiro de gracia a la dirigente indígena ambientalista.
El crimen de Berta Cáceres sacudió el país por su dimensión en función de la imagen que Cáceres tenía en el mundo. El gobierno jamás imaginó la reacción mundial y mientras el esclarecimiento de la verdad se alargue, el fantasma de Berta será recurrente. Es el derecho de las víctimas a reclamar y a exigir justicia y verdad. Así anduvieron algunos pincelazos del año por finalizar que estarán presentes en el 2017.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas