Por: Rodil Rivera Rodil
Como históricamente ha ocurrido en casi todas partes con los partidos de izquierda, tan pronto Libre llegó al poder y emprendió algunas medidas de corte progresista y nacionalista, como la cancelación de la privatización de la ENEE, la derogación de la ley del empleo por hora, la supresión de los fideicomisos, la reducción de las exoneraciones fiscales y la abolición de las Zedes, las élites empresariales del país, más enojadas que afectadas, desencadenaron una tremenda campaña mediática con el fin de desprestigiarlo y debilitarlo para las próximas elecciones y, cómo no, si fuera posible, para propiciar otro golpe de Estado.
Se arguye que se defiende la democracia. No es cierto. Lo que en realidad se busca es desacreditar a la presidenta Castro a como dé lugar, atacándola por todo, por lo que hace y por lo que no hace, por lo que hace bien y por lo que hace mal. La censuraron porque viajó a Argentina a la reunión de la CELAC en lugar de permanecer en Honduras para la elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, pero si se hubiera quedado, hubieran dicho que lo hizo para controlar la Corte. Y, por supuesto, también la criticaron porque no va a conmemorar su primer año de gobierno el 27 de enero por no estar en el país. En fin, con métodos muy semejantes a los del ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, se está procurando introducir en el subconsciente de la gente que estábamos mejor con Juan Orlando Hernández. Así de simple.
La ofensiva contra el gobierno ha cobrado mucha más fuerza desde el arribo de la embajadora norteamericana, quien no había terminado de salir del avión cuando ya estaba dando declaraciones contra la abrogación del empleo por hora y porque no se continuó con la privatización de la ENEE. No deja de ser curioso el contraste con el comportamiento del señor William Ducan, el nuevo embajador de Estados Unidos en El Salvador, quien apenas pisó el aeropuerto cuzcatleco se pronunció, en un tono abiertamente conciliatorio, por las buenas relaciones entre las dos naciones, como si se propusiera marcar una diferencia de tacto diplomático con la señora Dogu.
En la campaña se han involucrado una serie de personalidades del campo empresarial, político, profesional, religioso y periodístico, que abarcan todo el espectro de la derecha hondureña, desde la moderada a la extrema, la anticomunista, la que, como suele acontecer, es la que lleva la voz cantante. Y esta, como se sabe, constituye un fenómeno político de características patológicas, la principal de las cuales es la rabia incontrolada de que padecen sus exponentes.
A los anticomunistas de esta condición se les reconoce a primera vista. No razonan, la rabia les acomete apenas tocan el tema y los vuelve repetitivos: “nos quieren convertir en otra Cuba, Venezuela o Nicaragua”. Lo mismo en los medios escritos que en las redes sociales. Y no digamos en la televisión, en la que los anticomunistas a menudo pierden la compostura; son pocos, generalmente los conductores de los noticieros, los que consiguen guardar la mesura, pero incluso en estos, si se los observa con cierto detenimiento, se puede apreciar el ceño fruncido, los labios inusualmente apretados y los ojos como platos por el azoro, sobre todo, cuando quieren asustar a la ciudadanía con los “10 mil millones de dólares por los que nos demandará la Zede Próspera”.
En estos anticomunistas campea el desconocimiento. Son muy escasos los que tienen algo de la formación que se requiere para debatir con propiedad sobre los asuntos que tienen que ver con el comunismo, el socialismo, el capitalismo o el neoliberalismo. Los más rabiosos, paradójicamente, son los que no tienen ningún negocio que perder, y a quienes los mismos empresarios llaman, con desprecio, “los acabados”. Y lo más desconcertante es que en todos ellos se encuentra la propensión al cinismo, que los lleva a tildar de intolerantes a los que defienden al gobierno, cuando los intolerantes a rabiar son ellos, y quienes, entre otras intransigencias, no pueden entender que un partido de izquierda promueva cambios y pretenden, absurdamente, que se conduzca como uno de derecha.
Y entre los que sí tienen que perder, los más iracundos anticomunistas son los “nuevos ricos” y los hijos de los fundadores de las empresas, es decir, los que no hicieron nada por ganar ni un cinco de lo que tienen sus padres, pero que se la pasan haciendo alarde de su fortuna y, las más de las veces, derrochándola. Y como los enviaron a estudiar a los Estados Unidos regresaron hablando más inglés que español y pensando más como gringos que como hondureños. Y para colmo, la mayoría de ellos son los más insoportables.
En el fondo de las diatribas de estos anticomunistas lo que hay, por tanto, es la defensa incondicional -o pagada- de los intereses meramente mercantiles de los grupos de poder. Si hubieran oído siquiera repicar campanas sobre lo que verdaderamente es el comunismo, sabrían que este, por definición, aboga por la nacionalización de los medios de producción, esto es, de las empresas privadas. Y si hubieran leído el programa de Libre, supieran que en él no figura tal propuesta. Que lo único que se propone sobre este particular es que las instituciones de servicio público, como la ENEE, sigan siendo del Estado como lo fueron desde su creación. Y que las empresas privadas, en especial las grandes, paguen los impuestos que es justo que paguen. Porque, por si no lo saben, el Centro de Estudios Económicos y Políticos de Washington ha reportado que en Honduras: «Los pobres pagan el 41% de impuestos y los ricos apenas el 18.9%”.
Y es oportuno recordar, asimismo, que siempre se dijo que en el siglo pasado nos libramos de ser arrastrados a las guerras civiles que azotaron a nuestros hermanos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua -que costaron más de 100 mil muertos- porque en aquel entonces la desigualdad entre nosotros no era tanta, ya que los ricos hondureños no eran tan ricos como sus pares del resto de Centroamérica. Pues bien, desde la implantación del modelo neoliberal durante el régimen del presidente Rafael Leonardo Callejas en la década de los noventa, las cosas ahora son al revés. En efecto, el informe World Ultra Wealth Report 2013 (Reporte Mundial de Ultra Ricos), publicado por la firma Health X, reveló que Honduras ocupaba el décimo primer lugar en Latinoamérica en número de millonarios, excluyendo a Brasil y superado en Centroamérica ssólo por Guatemala, con 215 millonarios, cuya fortuna alcanzaba los ¡30.000 millones de dólares estadounidenses!
Por las dichas razones, me permito sugerir que jamás se enfrasque nadie en una polémica con un anticomunista del mencionado tipo, pues aparte de ser completamente inútil puede ser arriesgado. Acostumbran estos hablar “como en sorda lucha”, como siniestramente habló el lobo la segunda vez con Francisco de Asís en el famoso poema de Rubén Darío, “Hermano Francisco, no te acerques mucho…”. Y rápidamente se podrá percibir en ellos una suerte de odio visceral que hace, como dicen nuestros campesinos, que “no atinen” cuando hablan y, con la mayor tranquilidad del mundo, le puedan contar a usted que la presidenta Castro está planeando quitarles a todos los hondureños sus casas, sus carros y sus hijos para entregárselos al Estado.
De manera que cuando se encuentre con alguien así, estimado lector, es igualmente aconsejable no hacerle caso y menos tratar de contradecirlo, porque, como advierte el FBI en Estados Unidos de los fugitivos que busca: “es peligroso y puede estar armado”.
Tegucigalpa, 30 de enero de 2023.
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Abogado y Notario, autor de varios ensayos sobre diversos temas de derecho, economía, política e historia; columnista por cuarenta años de varios diarios, entre ellos, EL Pueblo, El Cronista, Diario Tiempo y La Tribuna, y diputado por el Partido Liberal al Congreso Nacional de 1990-1994. Ver todas las entradas