El reto de Bukele

Sobre la ENEE

Reflexiones

Por: Rodil Rivera Rodil

Aprovechando el endiablado calor que nos agobia y el humo más denso y tóxico que posiblemente jamás se haya respirado en nuestro continente, incluyendo Canadá y los Estados Unidos, se han redoblado los ataques contra la ENEE, o más precisamente, contra el gobierno de la presidenta Xiomara Castro, no tanto por los apagones que estamos experimentando, sino porque este, en sus mismos inicios, le puso fin al proceso de privatizarla que ya para ese entonces se encontraba en su fase final. Recordemos que la campaña arrancó justo cuando se emitió la ley especial de la energía eléctrica, en mayo de 2022, en la que se la declaró como un “bien público de Seguridad Nacional y un Derecho Humano de Naturaleza Económica y Social”.

Es decir, exactamente lo contrario del carácter de mera mercancía que se le quería imprimir a la electricidad al privatizarla, como lo pretendían los dueños de los negocios de energía térmica que desde la década de los noventa del siglo pasado, a través de contratos con la ENEE de dudosa transparencia, han acumulado enormes fortunas totalmente desproporcionadas para un país tan pobre como el nuestro, y aun para el resto de la empresa privada hondureña, a la que también exprimen sin misericordia alguna con sus altísimos precios. Esta obscena riqueza, como alguien la calificó, fue recogida en el informe World Ultra Wealth Report, correspondiente al año 2013 y publicado por la firma Health X, en el que se reveló que Honduras ocupaba el segundo lugar en Centroamérica después de Guatemala y el doceavo en toda América Latina con 215 multimillonarios hondureños cuya fortuna alcanzaba en conjunto los ¡30.000 millones de dólares!

Pero la electricidad no solo representa el bien público y derecho humano que dice la ley especial, sino también una condición indispensable para el desarrollo. Parodiando a un famoso político y pensador de finales del siglo XIX y principios del XX, el desarrollo solo se consigue con un gobierno de cambio “más electricidad”. Y lo cierto es que ningún país del mundo pudo lograrlo sino fue porque dispuso oportunamente de abundante energía de calidad y barata. La energía cara conspira contra el desarrollo, como lo saben mejor que nadie los propios empresarios. Por ello, en la ley especial de la energía se ordena que esta deba ser suministrada al “mínimo costo económico”.

Y esto no podrá alcanzarse, al menos en esta Honduras no desarrollada o subdesarrollada -pues falta que los economistas criollos se pongan de acuerdo en lo que realmente somos- si la ENEE fuera entregada a la empresa privada, ya que la generación de utilidades que esta siempre demanda, y con toda razón pues tal es su razón fundamental de ser, la encarece constantemente. Si hoy los empresarios se quejan de los precios a los que compran la energía a la ENEE ya verán los que tendrán que pagar si esta llega a privatizarse totalmente como lo iba a hacer JOH y siguen buscando hacerlo los propietarios de las térmicas.

Debe recordarse que antes de la década de los noventa del siglo pasado, la ENEE era la más importante empresa de servicio público de Honduras, y como tal, la única que producía y comercializaba energía. No fue sino por el advenimiento del neoliberalismo con el presidente Rafael Leonardo Callejas, y por la crisis energética que sobrevino en esos años, que se autorizaron en nuestro país las primeras empresas privadas con esa finalidad, y a las que se permitió funcionar con carácter estrictamente temporal, pero que la corrupción no tardó en convertir en permanente. Por ello, si de verdad vamos a intentar un cambio social y económico de efectiva trascendencia, la ENEE debería proponerse, aun cuando sea para el mediano o largo plazo, y por las vías que la ley permita, recuperar el control total que antes tenía sobre ella.

Resulta insólito, por tanto, que los integrantes del COHEP, actuando contra sus propios intereses, se estén prestando para que el exclusivo club de magnates de la energía térmica esté tratando de desacreditar, injusta y mañosamente, los grandes esfuerzos que se están haciendo para sacar la ENEE adelante, en absoluto contraste con la inepta y corrupta gestión que imperó en los doce años del régimen anterior. No conozco personalmente al ingeniero Erick Tejada, actual ministro de energía, pero además de tener las mejores referencias de él, me he podido formar una excelente imagen de su capacidad e integridad personal, y en cuanto al doctor Hugo Noé Pino, que preside la Comisión de Energía del Congreso Nacional, y a quien he tratado por más de cuarenta años, creo que nadie en Honduras puede poner en tela de duda su probada competencia y honradez a toda prueba.

Repare usted, apreciable lector, en la enorme diferencia que puede observarse entre la seriedad de los mencionados funcionarios con el comportamiento de los detractores de la ENEE, encabezados por los latosos voceros de la oposición y por una élite de periodistas que no solo han perdido la credibilidad de la que antaño disfrutaron, sino que ahora, con muy poca ética profesional y menos conocimiento del tema, se han dedicado a manipular la información y a mezclar pedantes testimonios de supuestos técnicos y expertos del COHEP, de la  ASJ y del CNA, con rebuscadas declaraciones de humildes usuarios de la ENEE, genuinamente molestos por los cortes de luz que sufren, con el avieso propósito de confundir a la población sobre las causas de los actuales problemas de energía. Las que, como es notorio y obvio, radican, primordialmente, en las inéditas condiciones climatológicas que estamos viviendo.

No obstante, hay indicios de que, por fin, se pudo haber encendido una luz en la caverna en la que por tanto tiempo ha residido el COHEP. Pareciera que su nueva presidenta, aun cuando no sin cierta vacilación, está pensando en cambiarle el rumbo a la institución con el ánimo de proyectar de ella una cara más moderna y preocupada por los intereses nacionales. ¡Qué bien!

Tegucigalpa, 28 de mayo de 2024.           

  • Rodil Rivera
    Abogado y Notario, autor de varios ensayos sobre diversos temas de derecho, economía, política e historia; columnista por cuarenta años de varios diarios, entre ellos, EL Pueblo, El Cronista, Diario Tiempo y La Tribuna, y diputado por el Partido Liberal al Congreso Nacional de 1990-1994. Ver todas las entradas

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