Salvación versus castigo

Por: Edmundo Orellana

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Edmundo Orellana Mercado, exFiscal General de Honduras.
Edmundo Orellana Mercado, exFiscal General de Honduras.

Ha  sido  creencia  general  de  que  los  que  se  dedican  a  pastorear  almas,  son personas dedicadas a este menester, a tiempo completo. Su principal función es, sin discusión, reconducir el comportamiento de aquellos que están en el pecado o próximos a caer en él, porque con su consejo y acompañamiento lo auxilian en su redención.

Con  la  participación  de  un  pastor  en  la  comisión  de  depuración  policial,  esta percepción tradicional de los ministros religiosos, llamados también “hombres de Dios”,  se  distorsiona.  Ya  no  es  el  pastor  que  acude  en auxilio  del  que  está escarriado, está a punto de serlo o ya lo es. No, ahora,el pastor asume el papel del juez, del inquisidor, del que se regodea en la angustia del pecador que se sabe condenado, en lugar de ayudarle a salir de ese estado de perdición.

Esos policías que cometieron faltas o delitos, deben ser castigados, por supuesto, pero, desde la perspectiva del religioso, debe ser rescatado, para que su alma no pene una eternidad. En su piadosa misión, el que es auténtico ministro religioso no tiene reparos de auxiliar espiritualmente al peor de los criminales, porque en el reconocimiento del pecado encuentra el camino la salvación, que se logra con el perdón.

Su misión, entonces, no se encuentra en la comisión de depuración, sino fuera de la  comisión.  No  está  para  castigar,  está  para  salvar  el  alma  de  los  policías descarriados.  ¿Qué  será  de  esos  infractores  o  criminales  uniformados,  sin  el bálsamo del acompañamiento espiritual? Con esa actitud, el pastor los condena anticipadamente, porque, sin el auxilio pertinente, sus vidas continuarán porfiando en  el  pecado,  preparando  el  camino  hacia  los  martirios  que  sufrirán  en  la eternidad.

Es evidente que tiene una visión retorcida de su misióncomo ministro religioso. Porque  los  sacerdotes  de  la  inquisición,  aún  en  sus  más  delirantes  furores medievales,  jamás  se  les  ocurrió  castigar  directamente  a  los  herejes. 

Eran sofisticados los tonsurados, ellos se limitaban a extraer laconfesión, el castigo era competencia de la justicia terrenal.

El  pastor,  en  cambio,  participa  en  la  condena  terrenal.  Con  esta  condena anticipada, el pastor está pastoreando almas hacia el reino del eterno llanto, no hacia el paraíso. Allá los recibirá lucifer, no San Pedro. Porque esa es la voluntad de quien, en lugar de asegurarles un espacio a la diestra de Jesús, los empuja hacia los nueve círculos del averno, hasta llegar al centro de la tierra, donde mora el mismísimo Satán. 

Mientras el viaje a ultratumba no se inicie, los castigados por el pastor, estarán haciendo  de  las  suyas  entre  nosotros,  contribuyendo  al  incremento  de  la inseguridad,  de  la  violencia  y  del  crimen,  animados  y  resignados  a  continuar pecando, porque, quien debía redimirlos, decidió condenarlos, aquí y allá.

Esta nueva visión pastoral de la confraternidad evangélica, a la que pertenece el pastor,  posiblemente  surge  de la  convicción  de  que la  proyección  mediática  de este  ministro  religioso,  alcanzará  a  toda  la  confraternidad,  agenciándole  más diezmos. Es posible. De lo que no hay duda es que le agenciarán menos almas al paraíso y más pecadores al infierno. 

“Los estandartes del rey del Infierno avanzan”.

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