Por: Rodil Rivera Rodil
Con la guerra que se ha desatado entre Hamás e Israel, o quizás, sea más exacto decir con los brutales bombardeos que este último ha desencadenado contra los palestinos de Gaza. se ha abierto un nuevo y crucial capítulo en la confrontación que se libra en Ucrania por un nuevo orden mundial, aunque los dos conflictos no se hallen directamente vinculados. Un titular de diario El País consignaba hace unos días que “El grupo de países que respalda con claridad a Israel es, en gran medida, el núcleo del apoyo activo a Ucrania”. Lo que, a su vez, como lógica consecuencia, ha acrecentado al máximo la polarización que por esta y otras mil razones se vive en una buena parte de los países de la tierra. Y el nuestro no es la excepción.
Y así, al igual que lo que acontece en las cotidianas y casi siempre acaloradas discusiones que sostenemos los hondureños sobre el tema político nacional, que hoy se enmarcan, en lo toral, en las pretensiones de transformación económica y social que por primera vez vemos con la irrupción en el escenario nacional de un partido político de izquierda, así también las conversaciones en torno a lo que pasa en Ucrania y en el Medio Oriente suelen seguir un patrón semejante, de acuerdo con la tendencia político ideológica de los interlocutores.
Pero, a diferencia de lo que ocurre en Ucrania, en donde se miden una potencia, que no quiere dejar de serlo, con un país que tontamente sirve a otra potencia que a la fuerza quiere que la primera deje de serlo, y dos ejércitos que, al menos en el terreno en que batallan, guardan una relativa paridad militar, en la Franja de Gaza, por el contrario, la situación es absolutamente disímil, pues aquí se trata del ejército de Israel, superior al medio millón de soldados, que se halla empeñado en masacrar y reducir al mínimo, sino borrar del mapa, a no más de 30 mil milicianos de Hamás y a una población civil de dos millones trescientos mil palestinos, que a lo único que aspiran es a que se cumpla la resolución de las Naciones Unidas que hace tres cuartos de siglo les reconoció el derecho a tener su propio estado. Esta abismal diferencia entre estos contendientes es el motivo de que cada día que transcurre, con cada nueva matanza de palestinos, la causa de estos vaya obteniendo más y más respaldo en todo el planeta, y aun de muchos judíos, aunque la mayoría parece compartir lo expresado por uno de ellos: “Me da igual lo que les pase a los civiles palestinos. Fueron parte activa y eso tiene consecuencias”.
Hay causas en la vida en las que tiene sentido ser imparciales o, como también se dice, mantener un adecuado balance entre las partes. Pero, definitivamente, hay otras en que la justicia que acarrean es de tal peso que en ellas no caben las medias tintas. Esa, justamente, es la causa palestina. Y pregonar los derechos humanos y no hacer nada cuando se violan de la manera que lo hace Israel con los palestinos en Gaza solo refleja pusilanimidad, sino hipocresía. Por ello, en otros países, como en España, se está proponiendo la suspensión de las relaciones con Israel. A este no solo no le asiste la razón en el genocidio que está cometiendo contra el pueblo palestino, sino que su comportamiento no se diferencia en nada de la demencial “solución final” que Hitler puso en práctica con los mismos judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Tal pareciera como si Benjamín Netanyahu y los fanáticos religiosos que lo mantienen en el poder no vivieran en el siglo XXI, ni en ningún otro, sino dentro de la más cruda versión del Antiguo Testamento, en la que impera el asesinato, adulterio, hechicería, paganismo, homosexualidad, zoofilia, blasfemia, violación y apostasía. Su desquiciado afán de asesinar niños -casi la mitad de los habitantes de Gaza que mueren diariamente por las bombas israelíes son niños- únicamente puede estar “inspirado” en el “Éxodo”, el segundo de los Libros de dicho Testamento, en el que se relata que la décima y última plaga que Dios desató sobre Egipto, después de los nueve fallidos intentos que en su nombre intentaron Moisés y su hermano Aaron para persuadir al Faraón Ramsés II de liberar al pueblo judío de su cautiverio, no fue otra que la atroz muerte de los primogénitos de las trescientas mil familias que conformaban el pueblo egipcio, incluyendo, dice el Éxodo, versículo 12:29, “desde el primogénito del Faraón que se sentaba sobre su trono, hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y -inexplicablemente- todo primogénito de los animales”.
Vale la pena recordar que una periodista de Israel acusó falsamente a Hamás de haber decapitado a 40 bebés israelíes durante su incursión del pasado 7 de octubre a territorio israelí, lo que los medios occidentales se encargaron de difundir alegremente por todo el mundo. Y el presidente norteamericano, cuyo apoyo a Israel, según sus palabras, es total y “sólido como una roca”, se prestó para “confirmar” que él, personalmente, había visto las fotografías de esos niños, lo que de inmediato fue desmentido rotundamente por un portavoz de su propia administración en un comunicado a la agencia internacional de noticias EFE, en el que se aclaró, dejando en ridículo a Biden, que “el presidente hizo esas afirmaciones basándose en declaraciones que el Gobierno israelí ha dado “públicamente”.
Pero lo que nadie puede desvirtuar es la información, publicada en los principales medios internacionales, de que al pasado día viernes 27 de octubre, “Israel había asesinado a 7.300 personas mediante bombardeos en Gaza, de los cuales el 40 por ciento eran niños”. O sea, no cuarenta, ¡sino casi tres mil niños! Será que Netanyahu y su pandilla de orates religiosos quieren emular al Dios del Viejo Testamento y se proponen ellos también matar a trescientos mil niños árabes palestinos, dado que, curiosamente, la población de Gaza es similar a la del Egipto de los tiempos de Ramsés II. Si Dios lo hizo sin titubear -debe ser el razonamiento de la trastornada derecha que gobierna Israel- ¿por qué no lo vamos a hacer nosotros que somos el pueblo elegido por Él? Y esto explicaría, asimismo, que su ministro de defensa, Yoav Gallant, hubiera calificado a los palestinos de “animales humanos”.
Pero lo insólito es que Netanyahu y sus deschavetados asociados, ante la indignación de la comunidad internacional, están mostrando una arrogancia digna solamente de los faraones egipcios que esclavizaron a sus ancestros. A la sensata intervención del Secretario General de la ONU, António Guterres, el martes 24 de octubre en una sesión del Consejo de Seguridad, en la que prevaleció ese equilibrio con que algunos piden que se trate la desigual guerra entre Israel y Hamás y en la que tuvo el gran cuidado de condenar a Hamás, pero señalando, al mismo tiempo, que “sus acciones no ocurrieron de la nada”, Israel reaccionó con inusitada prepotencia pidiendo su renuncia y suspendiendo la concesión de visados a los funcionarios de la organización.
A estas alturas nadie puede predecir con certeza lo qué puede sobrevenir. Ya que, como se teme, otros países y agrupaciones armadas pueden involucrarse activamente en la contienda, como Irán y Hezbolá, y la conflagración extenderse sin límite. De hecho, los Estados Unidos -anunció el secretario de Defensa, Lloyd Austin- han comenzado a atacar grupos proiraníes y propalestinos en Siria “como respuesta a una veintena de golpes que esos grupos han asestado con drones y cohetes contra bases militares estadounidenses en Siria e Irak en los últimos 10 días”.
No puede ser más evidente que Biden, y menos Netanyahu -la Unión Europa, sumisa al primero, ya casi no cuenta y hasta se ha dividido- carecen de una clara estrategia para responder, mesurada y correctamente, al violento y desesperado mensaje que ha lanzado Hamás al mundo para que se reconozca a Palestina como estado independiente, salvo buscar intimidar a los que pueden ayudarla en su lucha. Y, más bien, el mandatario estadounidense ha escogido, sin medir las consecuencias, dar rienda suelta a la desenfrenada locura de Netanyahu al decidir “no poner líneas rojas” a su ofensiva contra Gaza, para la que, además, “le ha enviado un equipo de asesores militares dirigidos por un general de tres estrellas con experiencia en batallas urbanas”. Estamos, pues, a las puertas de una de las mayores tragedias que haya sufrido pueblo alguno de la tierra.
¡Por qué será, ¡santo Dios!, tan difícil de entender que la raíz profunda de esta generalizada conflictividad radica en la terca, y a la postre inútil, ¡oposición a los cambios que se requieren para aliviar siquiera la tremenda injusticia y desigualdad que abate al orbe!
Tegucigalpa, 30 de octubre de 2023.
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Abogado y Notario, autor de varios ensayos sobre diversos temas de derecho, economía, política e historia; columnista por cuarenta años de varios diarios, entre ellos, EL Pueblo, El Cronista, Diario Tiempo y La Tribuna, y diputado por el Partido Liberal al Congreso Nacional de 1990-1994. Ver todas las entradas
Un comentario
Muy atinado su texto. Me permito compartirle esta pequeña nota que escribí sobre reacciones oficiales de repudio a Israel desde América Latina observadas en esta semana . Desde hoy, viernes 3, Honduras también se suma…!
https://derechointernacionalcr.blogspot.com/2023/10/gaza-israel-bolivia-anuncio-ruptura-de.html