Alejando Mayorkas y las formas en que pudiera ayudarnos

Pujido, corrupción y fiscalía

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

La corrupción es histórica.[1] Un colega nos compartió recién su hallazgo, en un periódico de 1898, de una cuenta que un cantinero -cansado al final- se animó a publicar correspondiente a lo que consumió sin pagar de alcohol, desde diez años atrás, un gentil prohombre capitalino, abogado que llevaba título de magistrado de la corte de apelaciones, diputado al congreso federal recién electo y catedrático de la facultad de derecho. Anécdota que evoca la amplitud del término y del fenómeno de la corrupción, y su contexto cultural, a fines del s. XIX.

El presidente de Corea: S. E. S. Yoon, a quien ayer presente mis credenciales, es un exfiscal que logró condenar por abusos a dos expresidentes y por eso, se convirtió en presidente. En Honduras, la corrupción no es percibida como un problema toral o de la gente y su ofensa se difumina. Es tan generalizado el abuso, que la duda es universal. Nadie cree que otro sea recto y si se afirma de alguien que es honesto, otro lo cuestiona con un pujido. Acostumbrada, la gente convive con la corrupción de la sociedad, los corruptos usualmente se mueven tranquilos entre nosotros y reinciden sin pena. Y sus impugnadores albergan una percepción muy selectiva del tema. El corrupto es el otro y la corrupción propia se legaliza.

Claro, el abuso de lo público puede incluso ser legal, porque los corruptos muchas veces hacen las leyes y después hacen la trampa, o simplemente es costumbre consuetudinaria. La única razón por la que JOH -quien pervirtió hasta la raíz la institucionalidad- pena, es porque se lo llevaron los gringos por contrabandista. Aquí estaría libre. 

Lo que los fiscales especiales desde la MACCIH vienen acusando a nuestros políticos de hacer en -por ejemplo- el Caso Pandora (asignarse fondos públicos con pretextos y con el fin de apropiárselos) lo han hecho desde por lo menos los 1990s, y es un abuso al que estaban tan acostumbrados que no terminan de entender que se los pueda reclamar o condenar.

Temen que, porque está evolucionando la percepción cívica de la corrupción, una fiscalía nueva y realmente independiente los pondría en evidencia y les restaría privilegios, y pudiera impulsar un cambio más amplio y profundo, que no solo amenace su futuro político, sino incluso sus libertades básicas. ¡Podrían ir a la cárcel por lo que han estado haciendo impunemente a la luz del día desde hace décadas, sin que nadie se los reclame!

Aunque esa clase política parece asustada con un posible cambio de paradigma, aún la mayor parte de la población no está concernida. Han demorado la elección del fiscal dos meses y no hay movilización para exigir una fiscalía independiente. Improbable que nadie conquistara la presidencia de la republica por condenar judicialmente a dos abusivos.

El problema seguirá con nosotros mucho tiempo, porque no es únicamente una mala práctica, ni principalmente un delito, hurto o robo. (Es corrupto usar para tu beneficio un bien público o una prerrogativa que se te dio para otro fin.) Porque la corrupción es una cultura. No solo el empresario, periodista y el político, sino una cultura de la deshonestidad impune, generalizada, extensiva a toda la sociedad, al maestro, el empleado, no digamos el desempleado o el aspirante. (No robas si presentas una hoja de vida adulterada con datos hechizos, pero eres corrupto.) Y el que no, es ¡tonto!

La cultura siempre es histórica, cambia, esta referida a y corresponde con un momento, que no será igual en ningún otro lugar o futuro y nunca fue idéntico a lo que vemos hoy, pero cambia solo gradualmente y en respuesta a impulsos fuertes y sostenidos.

Consecuentemente, no terminas con la corrupción simplemente con una persecución y una sanción, como podría hacer el nuevo fiscal. Pero hay que empezar por ahí y por impulsar la cultura que exige que hagas cosas correctamente, que exijas y rindas cuentas a cada paso. Es decir, tienes que aprender a ser honesto y respetuoso. No solo pagar tu trago en la cantina, aunque nadie pueda exigirlo y, a cambio, recibir el voto y no el desprecio para un tonto, el aplauso colectivo, en vez de -hoy- un pujido.

Seúl octubre 19, 2023


[1] La de la corrupción es larga historia y mereció más aplauso (y crítica) el libro de M. Ángeles Chaverri Apuntes sobre la historia de la Corrupción en Honduras, CNA, 2003, en un estado patrimonial, la corrupción es otra cosa, se define de otro modo.  

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