Reflexiones
Por: Rodil Rivera Rodil
En las líneas que siguen procuraré desarrollar un apretado análisis de los aspectos que considero más relevantes de las elecciones primarias y generales que tendrán lugar este año, pero no de manera separada, sino atendiendo al impacto que las primeras podrán tener en las de noviembre con el fin primordial de sopesar las posibilidades del Partido Libre de ganar un segundo período. Sin que se me escape que un buen porcentaje de los lectores de este tipo de artículos lo que esperan es que uno les proporcione, sin tantas vueltas, los nombres de los triunfadores, y al final, cómo no, el del siguiente presidente de la república.
La verdad es que tal cosa debería poder hacerse con un elevado grado de aproximación, si se contara con todos los elementos de juicio que se requieren para este propósito, y lo más importante, que estos se ajustaran a la realidad de los hechos. Por ejemplo, los que tienen que ver con las tradicionales encuestas de opinión, las que, por desgracia, hace mucho tiempo que han perdido la credibilidad de que antaño disfrutaron. Por dicho motivo, a lo que razonablemente podemos aspirar los que escribimos acerca de estos temas, no es más que a presentar escenarios políticos “probables”, entendido este adjetivo en la precisa acepción que le confiere la Real Academia Española: “Verosímil, o que se funda en razón prudente. Que hay buenas razones para creer que se verificará o sucederá”.
De otro lado, no es menos cierto que por muy objetivo que uno quiera ser, es prácticamente imposible evitar que en estos juicios se filtre nuestro propio sentir, influido por nuestra militancia y formación político ideológica que tengamos y hasta por nuestros deseos y prejuicios puramente personales. Y es natural que así sea, ya que solo somos seres humanos con mil y una imperfecciones, no obstante que suele asegurarse que nuestra capacidad de pensar sigue siendo más avanzada que la de la más poderosa computadora que se ha fabricado. Hasta el momento, claro está.
En mi experiencia, la forma más eficaz en que uno puede imprimirle imparcialidad a sus razonamientos radica en la lógica y el sentido común con que los construya y exponga, de tal manera, que su fuerza de convicción se desprenda de sus propios términos y no del influjo de simples creencias comunes con ningún o muy escaso sustento teórico o científico.
En el Partido Libre y en el Nacional creo no equivocarme al aseverar, sin mayor examen, que la abogada Rixi Moncada y el empresario Nasry Asfura se alzarán con el triunfo en las primarias, faltando ver, solamente, si los votos que obtengan los demás candidatos, en particular, la esposa del ex presidente Hernández en el Partido Nacional, les serán suficientes para forzar alguna alianza con el vencedor. Lo que, por ahora, no tiene gran significación, pero que podría adquirirla más adelante, según lo veremos enseguida.
Lo fundamental para el resultado de noviembre será, sin duda, lo que acontezca en las primarias del Partido Liberal, y en las que, curiosamente, en sus tres últimas participaciones electorales ha recibido muchos más sufragios que en las generales, lo que se explica por los liberales que se pasaron a Libre después del golpe del 2009 que no querían, o no les convenía, que su nueva militancia fuera conocida, como, inevitablemente, sucede en las primarias, pero tampoco deseaban quedarse sin votar. Será, pues, interesante ver lo qué ocurre este domingo, ya con Libre en el poder. En lo personal, creo que el fenómeno podrá disminuir bastante, pero que los sufragios que capten los nuevos liberales que van de candidatos podría compensarlo y la votación en las dos elecciones podría ser algo mayor y equiparable, pero siempre menor que la del Partido Nacional y de Libre.
De ahí que no sea un secreto que de los cuatro candidatos liberales tres de ellos, excluyendo al ingeniero Luis Zelaya, se proponen, pasadas las primarias, negociar una coalición con el Partido Nacional para enfrentar a Libre, proyecto que, hasta ahora, ha contado con el abierto apoyo de la embajada norteamericana, lo que, debe admitirse, podría inclinar la balanza en los comicios. Y digo hasta ahora, porque, sorpresivamente, pareciera haberse producido un cambio, todavía no muy claro, en la política de Estados Unidos con respecto a Honduras.
En efecto, recordemos que, justo cuando vino al país la embajadora, comenzó la feroz campaña mediática contra el gobierno de Libre, en la que, básicamente, se magnifican sus errores y se ignoran o tergiversan sus logros, y con la que se busca instalar en el imaginario de los electores la idea de que este régimen ha sido mucho peor que el anterior del Partido Nacional, considerado el más corrupto de la historia, por lo que no queda otra alternativa que votar por el retorno virtual de Juan Orlando Hernández a la presidencia de Honduras, y de repente, pedir su indulto a Trump, como lo ha sugerido su ex asesor político, Roger Stone.
Sin embargo, todo indica que la señora Dogu podría estar siendo desplazada por el nuevo secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, quien, no obstante ser de extrema derecha, impulsa con su jefe una política más utilitaria o pragmática que propiamente ideológica. De hecho, ha sido muy significativo que, a pesar de que la presidenta Castro tomó decisiones arriesgadas para la relación con Estados Unidos, como la de denunciar el tratado de extradición, ni el presidente Trump ni Rubio la han criticado, como sí lo hicieron, y fuertemente, con otros mandatarios, entre ellos, con Petro, de Colombia, con la señora Sheimbaum, de México, y con Trudeau, de Canadá. Y, más bien, el pasado 26 de febrero Marco Rubio certificó que “Honduras está en la lista de países que colabora con el gobierno de Trump”, una manifestación que, según me contaba un amigo empresario de San Pedro Sula, ha dejado completamente desconcertados, y no menos preocupados, a los empresarios y los demás grupos que dirigen esa suerte de cruzada contra Libre.
Me apresuro a aclarar que no me cabe ninguna duda de que la iniciativa para la declaración de Rubio provino de nuestro gobierno, y pienso que fue lo correcto, pero, por el tiempo transcurrido, tampoco creo que haya duda sobre que la presidenta Castro fue objeto de una consideración especial al brindársele este espacio para reconsiderar la denuncia de la extradición, ello, por la conocida forma impulsiva y abrupta con que acostumbra a reaccionar Trump a lo que le molesta, la que no se ha visto en este caso.
¿Qué pudo haber motivado esta nueva actitud? Solo cabe especular un poco. En primer lugar, el enorme desprestigio del anterior gobierno nacionalista, de tal magnitud, que ni siquiera a Trump le conviene la vuelta al poder del Partido Nacional sin que este haya sido depurado y desmarcado de su antiguo jefe, como se hace en todas partes en situaciones similares. Y en segundo, la controversial y no menos contraproducente candidatura de la señora del ex presidente Hernández, quien, en lugar de guardar una prudente distancia con la cuestionada gestión de su marido, se ha dedicado, exclusivamente, a defenderlo a capa y espada, sin percatarse de que con ello se identifica tan estrechamente con él que más luce una campaña para su reelección que la de un nuevo aspirante presidencial. Por lo que, a la postre, el más dañado es su partido y no tanto su candidatura. Tal estrategia, además, es inútil para atraer votos, si acaso, únicamente podrá servir para garantizar la asistencia a las primarias de la facción juanorlandista del llamado “voto duro” del partido, la que, dicho sea de paso, por el mero transcurrir del tiempo, cada vez irá siendo menor.
Lo anterior, más el gesto de la presidenta Castro con extradición, podría haber hecho que Trump y Rubio hayan llegado a la conclusión de que, ante la disyuntiva continuista del juanorlandismo y la positiva actitud del gobierno, pudiera ser mejor suspender la ayuda que se da a la oposición y esperar el libre resultado de la votación, lo que, por sí solo, acarrearía un inesperado respiro para Libre.
Veamos ahora las tres grandes dificultades que, como mínimo, podrían surgir si, pasadas las primarias, se inician las deliberaciones entre el Partido Liberal y el Partido Nacional. ¿Quién debería encabezar la alianza? ¿Estarán los dos candidatos anuentes a ceder sus respectivos puestos? Para el caso, al ingeniero Nasralla, que cuenta con una especie de voto duro personal, no derivado de ningún otro dirigente o partido -lo que puede suponerle una crucial ventaja en las elecciones primarias-, por el muy especial temperamento que posee, podría hacérsele complicado sumarse al candidato nacionalista, sin perjuicio del caudal electoral que aportaría, que muy difícilmente podrá ser superior, o siquiera cercano, al del Partido Nacional.
Los otros candidatos liberales, siempre con excepción del ingeniero Zelaya, no luce que tendrán problema en transigir con sus candidaturas, pero ¿qué hay de las bases de los partidos? Esto es, a las que, en la práctica, tocará hacer efectiva la alianza. Y si, finalmente, esta se hace realidad ¿estarán dispuestas a votar por sus acérrimos adversarios de más de un siglo? Porque si no lo están, la coalición no tendrá la fuerza que se le atribuye para derrotar a Libre, ya que, de acuerdo con los rumores, la embajada estadounidense, mejor informada que nadie, no confía en la victoria de la oposición si no se presenta unida a la contienda, pero, hasta donde conozco, no ha tomado en cuenta la eventualidad de que los liberales no estén de acuerdo con la unión, o lo que es igual, con votar por el candidato nacionalista, en cuyo caso su contribución a la misma sería poco menos que nula o insuficiente. Y tampoco se puede desechar el caso contrario, es decir, que los nacionalistas se rehúsen a votar por un liberal.
Así las cosas, mi opinión es que en la coyuntura histórica en que nos encontramos no puede descartarse la paradoja, si se quiere, de que el mismo gobierno de Estados Unidos, movido por ese pragmatismo económico sin límites que caracteriza a Trump, termine frustrando los planes de la embajada con la oposición, vale decir, del antiguo BOC. Y Libre, entonces, aunque no le será fácil, pueda alcanzar un segundo período.
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Abogado y Notario, autor de varios ensayos sobre diversos temas de derecho, economía, política e historia; columnista por cuarenta años de varios diarios, entre ellos, EL Pueblo, El Cronista, Diario Tiempo y La Tribuna, y diputado por el Partido Liberal al Congreso Nacional de 1990-1994. Ver todas las entradas