Por: Arturo Rendón Pineda
Honduras no puede ser la excepción: «el mundo está gobernado por los “peores”. Las personas con menos escrúpulos hacia los demás, están acostumbran a alzarse con los puestos de poder a como hay lugar. No se trata de una oscura conspiración: sigue las mecánicas lógicas de funcionamiento del propio Sistema, basado en la más desenfrenada e inmoral competitividad. Pareciera que solo los que albergan menos barreras morales y éticas a la hora de actuar en su propio beneficio alcanzan los puestos dirigentes.
A muchos de los autoproclamados «salvadores de la democracia>, les cuesta entender la problemática surgida como consecuencia del golpe de Estado que suscita obligadas preguntas: ¿estamos los hondureños mejor hoy que antes del golpe de Estado militar?, ¿cuánta inhumanidad y crueldad aguanta el pueblo hondureño cuando verifica que los que apoyaron la asonada se reparten a su antojo la mayor parte de de la riqueza que se genera en el país, condenando al resto del pueblo a la desesperación, acorralado por estar llegando a los límites de la supervivencia .
Los electores ya ratos se ha dado cuenta de que nada parece cambiar para favorecer al pueblo después del golpe de Estado del J./28/2009 que asestaron a la Constitución los dos partidos históricos liberal y nacional. Negociaron en el año 2014 una alianza para darle todo el poder que hoy ostenta el partido nacional. De hecho, menos de un 30 por ciento de hondureños están conscientes que el actual gobierno bipartidista representa otros intereses ajenos a los del pueblo hondureño. La situación que hoy agobia y avergüenza al país, no es otra cosa que una franca bancarrota ética y moral muy difícil de superar, que tiene al Estado de Honduras y a quienes “lo gobiernan”, completamente fuera de control porque se encuentran ebrios de riquezas y de poder.
El sistema de corrupción impuesto por los partidos políticos tradicionales en connivencia con las oligarquías, con el poder judicial, y aparentemente hasta con los hombres en armas, es ya generalizado. En Honduras, la separación de poderes sencillamente no existe, puesto que la independencia del poder judicial hace ratos fue anulada y ha sido ilegalmente estructurada, no para impartir justicia, sino que para todo lo contrario, para favorecer intereses políticos y económicos de sus socios y aliados. Para hablar del Poder Legislativo, los electores ya se han dado cuenta, que los diputados de los partidos tradicionales y los llamados visagras, jamás han representado al pueblo porque están al servicio de “otros intereses” que les rinden mayores ganancias. Los actuales gobernantes al parecer en su papel de dictadores, han llegado a conclusión de que la imposición y la violencia, han de ser una práctica imprescindible, mientras la hipocresía y la astucia, una regla que no deben olvidar para no dejar caer su corona en manos de una fuerza popular y revolucionaria, que represente una verdadera democracia.
Cualquier planteamiento que contradiga la verdad oficial se tilda de terrorismo, y han puesto de moda en nuestro país lo de “izquierda radical”, sin saber que ser radical, es ser firme en sus principios y no claudicar jamás.
Como la creatividad y el ingenio ya no les funciona, usan la expresión “radical” que ellos creen peyorativa, para aquellos que desistiendo de sus propósitos dictatoriales protestan por la enajenación del país, en eso también debemos ser radicales mientras que para ellos los escrúpulos no cuentan. Sea que el gobierno se debilite en lo interno, aun y cuando las disensiones internas del co-gobierno que pudieran producirse los ubique a merced de sus adversarios,… los tiene sin ningún cuidado. En cuanto a que puedan surgir problemas con gobiernos vecinos, la soberanía territorial no tiene la menor importancia, puesto que la geografía patria está siendo negociada con la “corporatocracia internacional” pues para eso fueron creada las “ciudades fletadas”.
La irresponsabilidad de los gobernantes no les ha permitido caer en cuenta, que sus constantes abusos del poder están provocando el derrumbamiento de todas las instituciones, todo está siendo destruido: desde el humanismo cristiano que han dicho profesar, hasta el andamiaje jurídico y los más elementales valores de la ética y la moral. Un pueblo sediento de justicia, más temprano que tarde pudiera ser capaz de reaccionar enardecido, al comprender la magnitud del escarnio y los abusos a que está siendo sometido. Allá aquellos apátridas que envalentonados en su soberbia, no quieran rectificar en aras de sus desmedidas ambiciones, la historia irremisiblemente los condenara. El pueblo es el que tiene la última palabra.
Santa Rosa de Copan 11 de Julio 2017.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
Un comentario
Los pueblos tienen la ultima palabra,pero los pueblos que hacen valer sus derechos,en Honduras el pueblo esta castrado,manipulado,dividido.de paso sin memoria,porque para recetarle los trancazos en impuestos los dopan con futbol,politica y religion.