El origen de la corrupción

MARIO-FUMERO

Por: Mario E. Fumero

El fenómeno creciente de la corrupción dentro de todas las esferas de la sociedad moderna no es algo nuevo. A lo largo de la historia del ser humano, la corrupción ha formado parte intrínseca del diario quehacer del hombre. Más que una enfermedad, la corrupción es una epidemia que debido a la prosperidad se ha vuelto endémica.

Pero ¿Que origina la corrupción? ¿Cuáles son sus causas? ¿Cómo se llama el virus que la genera?

La madre de la corrupción se llama codicia. Si analizamos los diez mandamientos descubriremos que en el décimo mandamientos se encierran los nueve anteriores. ¿Qué dice el décimo mandamiento? “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” Éxodo 20:17. Notemos que en la codicia se encuentra toda a las demás faltas señaladas en los mandamientos anteriores. Podemos decir que la codicia es la madre de la avaricia y de la ambición, y cuando ésta se concibe, la corrupción aparece produciendo todos los males que hoy vive nuestra sociedad moderna que son mentira, falso testimonio, muerte, violencia, falta de temor, etc..

La codicia genera la injusticia. Produce el hambre y la miseria. Lleva a las personas a vender sus principios con tal de tener prosperidad y bienestar. El codicioso es egoísta, ama más su propio bienestar y el deseo de acumular bienes que el compartir y hacer justicia con sus semejantes. Donde reina la codicia prevalece la corrupción.

El mensaje de Jesucristo en su ministerio terrenal fue contrario a la codicia. En una de sus parábolas relato la historia del hombre rico que solo pensaba en acumular bienes, pero no se preparó para enfrentar la muerte, expresando: ¿qué aprovechará el hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su alma? Mateo 16:26. Con esa expresión dio a entender que lo más importante no es tener, sino saber vivir, sin aferrarse a los bienes materiales, causa por la cual caemos en la codicia que según Santiago lleva a la muerte, guerras y violencia (Santiago 4:1-2).

El deseo de tener bienes y poder está ligada a la naturaleza pecaminosa del ser humano. Todos sabemos que el que tiene el poder económico, también tiene el poder político y social. Satanás conoce esta debilidad, fue por ello que al tentar a Cristo para que no ejecutará su obra redentora, le ofreció todo los reino de la tierra, sí le adoraba (Mateo 4;9).

Este espíritu de corrupción no solamente está en la política, los negocios, los medios de comunicación, sino que también, tristemente, se ha infiltrado dentro de las iglesias evangélicas a través de la mal llamada “teología de la prosperidad”, que no es otra cosa que “la teología de la ambición”, la cual destruye la confianza en el Señor y su providencia para llevar a los cristianos a caer en el capitalismo brutal que produce el deseo de “tener para ser”.

¿Cómo vencer la corrupción? Desprendiéndonos del espíritu de la codicia.  Estando contento con lo que tenemos (Filipenses 4:12), sin caer en la envidia que nos lleva al falso bienestar, el cual no produce felicidad, sino desesperación y afán (Mateo 6:25). Estos dos elementos conjugados nos llevan al estrés y la depresión, y nos hacen existir, sin saber vivir.

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