Odio el año nuevo

“Odio el año nuevo”, de Antonio Gramsci

Cada mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que es para mí año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión

El 1º de enero de 1916, Antonio Gramsci escribía en el periódico socialista Avanti! el artículo Odio il Capodanno. En esta rara pieza, el comunista italiano expresa su odio al inmovilismo y al conformismo pequeñoburgués. Una vez más, antes de que termine el año, publicamos esta traducción al castellano para todas y todos los inconformistas que leen criterio.hn.

 

El texto fue publicado originalmente el 1º de enero de 1916 en Turín, en el periódico Avanti!, donde Gramsci escribía la columna ‘Sotto la Mole’, dedicada a comentar desde la sombra de la Mole Antonelliana, principal símbolo arquitectónico de la ciudad de Turín, el discurrir de la vida turinesa.

El Capodanno (Año Nuevo) de 1916 estuvo marcado por la reciente entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial, una carnicería como nunca antes había visto la humanidad entre naciones imperialistas por la dominación mundial.

Este hecho generó un profundo debate en la sociedad italiana, entre la clase trabajadora y en el propio seno del Partido Socialista italiano, que se debatía entre posiciones intervencionistas social patriotas y posiciones neutralistas. Un debate que atravesó el socialismo europeo, cuyos principales partidos apoyaron la guerra y a sus propias burguesías en “defensa de la patria”, llevando a la bancarrota de la Segunda Internacional. Entre quienes se opusieron a la deriva reformista de la Segunda Internacional y los Partidos Socialistas desde una posición revolucionaria (encabezados por Lenin, Trotsky, Liebknecht y Rosa Luxemburg), se encontraba también Antonio Gramsci, que posteriormente sería junto a Amadeo Bordiga el fundador del Partido Comunista Italiano.

En este contexto, el «Odio el Año Nuevo» es una diatriba contra esta festividad, pero, sobre todo, es una manifestación del odio de Gramsci hacia el conformismo de las ideas y de la vida reglamentada por el capitalismo y su ideología, que nos lleva a celebrar una ocasión especial, ya que siempre se ha hecho. Algo que nos impulsa a cambiar o a preparar nuevos planes para algún cambio, pero que luego nos enfrenta a un pantano de inmovilidad hasta una próxima ocurrencia. Contra esta inercia escribe Gramsci: “Quiero que cada mañana sea para mi año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo mismo, y renovarme cada día”.

Odio il Capodanno de Gramsci nos acerca a otro de sus conocidos artículos, “Odio a los indiferentes”, publicado un año después, el 11 de febrero de 1917, también en Avanti! Una lucha de Gramsci contra el inmovilismo y el conformismo de las ideas, propia de su personalidad curiosa, inconformista, anticlerical y, sobre todo, comunista.

Odio il Capodanno

Cada mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que es para mí año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión.

Estos balances hacen perder el sentido de continuidad de la vida y del espíritu. Se acaba creyendo que de verdad entre un año y otro hay una solución de continuidad y que empieza una nueva historia, y se hacen buenos propósitos y se lamentan los despropósitos, etc., etc. Es un mal propio de las fechas. Dicen que la cronología es la osamenta de la historia; puede ser. Pero también conviene reconocer que son cuatro o cinco las fechas fundamentales, que toda persona tiene bien presente en su cerebro, que han representado malas pasadas. También están los año-nuevos. El año nuevo de la historia romana, o el de la Edad Media, o el de la Edad Moderna. Y se han vuelto tan presentes que a veces nos sorprendemos a nosotros mismos pensando que la vida en Italia empezó en el año 752, y que 1192 y 1490 son como unas montañas que la humanidad superó de repente para encontrarse en un nuevo mundo, para entrar en una nueva vida.

Así la fecha se convierte en una molestia, un parapeto que impide ver que la historia sigue desarrollándose siguiendo una misma línea fundamental, sin bruscas paradas, como cuando en el cinematógrafo se rompe la película y se da un intervalo de luz cegadora.

Por eso odio el año nuevo. Quiero que cada mañana sea para mi año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo mismo, y renovarme cada día. Ningún día previamente establecido para el descanso. Las paradas las escojo yo mismo, cuando me siente borracho de vida intensa y quiera sumergirme en la animalidad para regresar con más vigor.

Ningún disfraz espiritual. Cada hora de mi vida quisiera que fuera nueva, aunque ligada a las pasadas. Ningún día de jolgorio en verso obligado, colectivo, a compartir con extraños que no me interesan. Porque han festejado los nombres de nuestros abuelos, etc., ¿deberíamos también nosotros querer festejar? Todo esto da náuseas.

Espero el socialismo también por esta razón. Porque arrojará al estercolero todas estas fechas que ya no tienen ninguna resonancia en nuestro espíritu, y si el socialismo crea nuevas fechas, al menos serán las nuestras y no aquellas que debemos aceptar sin beneficio de inventario de nuestros necios antepasados.

Antonio Gramsci, Turín, 1º de enero de 1916.

* Tomado del Libro “Bajo la Mole – Fragmentos de Civilización”, de Antonio Gramsci. Editorial Sequitur, Págs. 9-10.

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