La batalla por la justicia

Mil palabras sobre las tres primaveras: reflexión historiográfica alternativa sobre las independencias de Centroamérica

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

Las que se declararon independientes en 1821, aunque figuradas como patrias del criollo, eran provincias de una colonia que el Español dominaba por mano de esas mismas elites, la Iglesia y los caciques y estructuras políticas y religiosas de los nativos; y la declaración dejaba en su lugar a las autoridades superiores designadas previamente por la corona. De cualquier forma, la Independencia que celebramos hoy no es la de Honduras, ni de ninguno de los demás países de lo que, para evitar compromiso, ahora llaman el área, o la región, sino que fue –solamente- la independencia de aquel país que no fue, de la Unión Centroamericana, la cual para no enojar al vecino le dio la espalda a un imperio en crisis total, incapaz de imperar o proteger. Esa Unión originaria fue la Patria que imaginaron José C. del Valle y nuestros próceres, no las nuestras de hoy; y de los nuestros, aquellas Provincias Unidas constituyeron el primer país fragmentado, que no pudo navegar.

También es obligado recordar que Centroamérica no tuvo una revolución de la Independencia, la cual fue producto derivado de las guerras sudamericanas y de la  mexicana y de las incomodidades con la atonía del estado colonial.  Así que el proceso de constituir un país partió del status quo anterior, y fue más lento. Fracasó para el caso de la Unión, que nunca tuvo una fiscalidad y sobrevivió de deudas. Las que llamamos luchas de la Independencia fueron pendencias irresueltas entre el centro y las provincias. Y la construcción de las patrias pequeñas a partir de las provincias -transformadas por decreto en estados– arrancó con las mismas dificultades que habían llevado a la ruina de la Unión.

Durante la década que va de 1840 a 1849, caídos los liberales con Morazán, las patrias chicas del istmo se declararon independientes mediante procesos casi vergonzantes, cuyas efemérides casi nadie celebra, pero que son los puntos de partida de las noveles y divergentes identidades que más bien se construyeron de un siglo y mas acá. Mientras en la segunda mitad del s. XIX se reconfiguran o se conforman  nuevos grupos económicos de cafetaleros, comerciantes y mineros, que aspiran a ser elites nacionales, y articulan el proyecto de la Revolución del unionista J. R. Barrios y luego, Reforma Liberal. Mientras tanto, con la firma del Clayton Bulwer (1850), los ingleses, han perdido interés y, aun asegurando el acceso al canal, se retiran y dejándole el liderazgo a EUA. Que lo retoma después de conquistar el Norte de México, la Guerra Civil y su expansión al Oeste, cuando va calando el prospecto del Canal Americano y de un protectorado informal –filibustero- en el Caribe, mar interior de Teddy Roosevelt y de sus cañoneras.

En la primera década del siglo XX ese gran proyecto estadounidenses se arma de hegemonía, convirtiéndose en árbitro de las disputas y en amo y señor; en 1901 produce a Panamá a medida de su conveniencia, destituye a José Santos Zelaya en 1907 por soñar la unión y pensar otro canal; después de terminado su Canal, cataliza el fin de la Corte Centroamericana en 1917 y concluida la Primera Guerra, con los tratados de 1923 formaliza su tutoría sobre Centroamérica. En ese momento los proyectos de las elites locales, descendientes directos de la Reforma Liberal, cada una con su propia densidad, negocian con el proyecto del nuevo imperio una relación de trabajo y mutuo servicio, o se puede decir, pactan sumisión por protección, que es la condición de los estados vasallos; podrían modernizar sus economías orientándolas a la exportación, conservarían la autonomía para la administración local y podrían celebrar su independencia, pero se someterían a la esfera de influencia del Norte y protegerían los intereses de sus empresas. De modo que la Independencia una vez más, se tornaba relativa y casi fantasmagórica.

Ya cuando se celebra el primer centenario de la Independencia en 1921, y quizá en no pequeña parte inspirado en esa celebración, se produce sin embargo lo que llamamos la Primera Primavera centroamericana. Las ciudades han crecido por la modernización de la economía; las elites se han fortalecido, pero tienen que negociar incluso con una clase media:  en Costa Rica, en 1918 un movimiento democrático recibe la bendición de W. Wilson (que a la sazón ha intervenido el Puerto de Veracruz, en México) y prevalece contra la dictadura de Tinoco, que representaba a la elite cafetalera y su resistencia a la modernización del estado.

El Sandinismo, en cambio, no puede prevalecer sobre el colaboracionismo de los conservadores en Nicaragua. En Honduras, la Revolución de 1919 y 1920 tiene que ceder para asegurar los intereses estadounidenses directos en la Costa. El derrocamiento de Estrada Cabrera, el último dictador reformista de Guatemala  permite un respiro democrático y sustenta una rearticulación de la Unión proyectada, que terminan, ambas conjuntamente, la democracia y la Unión con un golpe de estado militar, articulado con la UFCO y la nueva derecha, que degradaba aun mas el liberalismo decimonónico, indispuesta a democratizar, dispuesta a todo para detener un proyecto democrático genuino y el de la reunificación que ponía en riesgo su control.

Esta alianza de Washington con la derecha del istmo es la que prevaleció incólume desde entonces, con altibajos, hasta la Segunda Primavera Centroamericana de mediados del s. XX, en que, de nuevo, los EUA recién salidos de la Segunda Guerra (1944 a 1954) adoptó una actitud ambivalente, tironeada entre el optimismo de la posguerra y el susto de la Revolución Cubana que detonó la guerra fría.

EUA apoyó a Pepe Figueres en Costa Rica, la mejor negociadora y en contraste detonó la contrarrevolución contra J. Árbenz una década después, antes de darle la espalda a R. Villeda, con quien se clausura la Segunda Primavera, y acomodarse a la dictadura militar. Aplaudió alguna modernización política especialmente después que la Revolución Sandinista despertó a la momia, pero terminó emplazando a las nuevas dictaduras del Plan Cóndor. Ha tenido después que negociar una Paz regional en 1987, al fracasar las  guerras de Reagan, y hacer concesiones a un populismo que igualmente se degrada, una y otra vez, cuando toma el poder de las instituciones; resulta incapaz, y se corrompe desde los 90s hasta los albores del s. XXI; dejando una ristra de estados irresponsables, fallidos, que reexportan venenos y baratijas, expulsan población y tiene media docena de presidentes reos. Esa relación casi simbiótica -si fuera igualmente importante, para EUA- del neo Imperio y la dominación local fallida, con pocas fisuras exitosas es la que ha cumplido casi 202 años de formalidad.

Antes que ahora ¿podríamos estar en vísperas de una Tercera Primavera centroamericana? If and only if. ¿Si se consolidara el Partido de Arévalo, que ha ganado las elecciones en Guatemala, persevera contra los acosos internos y de EUA, el nuevo gobierno de Xiomara en Honduras; si Bukele lograra sostener la resistencia económica y a la vez consolidara un régimen de seguridad que no amenace los derechos que llamamos humanos por ser de todos; si el sandinismo reconciliara a sus propios y mejores hermanos alienados, para retomar un camino de liberación democrática? Todos son gobiernos populares, que han recibido la bendición del voto y el favor de pueblos cada día más conscientes y mejor organizados, y representan y abanderan directamente las causas del pueblo.

Evitando confrontaciones estériles, tendrían que negociar con las elites más inteligentes (claro que hay) una relación de trabajo novedosa, nacional, en un contexto internacional mas amplio que el de la Guerra Fría, un mundo más abierto, con tantas oportunidades nuevas. ¿Podríamos renegociar entonces un poco de independencia? ¿Reconstruir la Unión que superase la condición de estado vasallo y potenciar la relación con nuevos actores internacionales, los tigres de Asia y los hermanos que también progresan en el resto de América Latina?  ¿O vamos a sucumbir con la poquita independencia conquistada y fragmentaria en las tensiones de una nueva guerra mundial? ¿En el empecinamiento de la reacción contra el estado que entiende que debe ser responsable? ¿En el ofuscamiento de la Vieja Hegemonía, incapaz de re imaginarse en el tercer milenio y tercer siglo americano? ¿En la negligencia miope de los vecinos? ¿En la ideologización dogmática del subdesarrollo cultural, el autoritarismo tercermundista, el caciquismo torpe y sus manipuladores? ¿Y los antiguos problemas irresolutos de la falta de capital que vivifique la economía y de un estado insolvente?  ¿Pervivirá la Tercera Primavera en ascuas, o se esfumará antes de colorearse? ¿Llegaremos en un nuevo siglo a ser casi independientes?

Seúl, 15 de Septiembre 2023

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