Por Edgar Soriano Ortiz
En 1877 Frank E. Fryre, cónsul estadounidense, informaba al departamento de Estado en Washington, sobre la apuesta del nuevo régimen “liberal” que dirigía Marco Soto sobre una “profunda regeneración del país…” (D. Euraque, 1996), y es que desde la primera mitad del siglo XIX desde Estados Unidos se pensaba aun en sus propias contradicciones el conquistar plenamente a América Latina y el Caribe.
En Honduras para 1880 capital estadounidense aseguraba cuantiosas concesiones para la explotación minera y décadas después llegaron nuevas compañías como la bananera Cuyamel Fruit Company. Grandes magnates estadounidenses como Washington Valentine o Samuel Zemurray serian los rostros del poder económico con tentáculos en las contradicciones políticas de los caudillos en el contexto de las reformas liberales. Las elites diseñaron una propuesta para consolidar el Estado aprovechando la inserción en la dinámica capitalista internacional, sin embargo las negociaciones con las compañías y sus magnates conllevó constantemente a las exenciones fiscales, que dejaban por ejemplo, entre 1927 y 1935 perdidas al Estado de 8 millones de dólares anuales (P.R. Landa, 1937).
Mientras las compañías llegadas al territorio durante las reformas liberales aprovechaban las facilidades del débil Estado y las pírricas estrategias de los políticos el Departamento de Estado en Washington asumió iniciando el siglo XX intervenir y disciplinar a los políticos centroamericanos. En 1907 Washington convocó la conferencia de “Paz y Amistad” a los confrontados gobiernos del istmo y en 1909 tras el derrocamiento del presidente Santos Zelaya los marines desembarcaron en Nicaragua. Posteriormente en 1923 se establecieron acuerdos con el fin de limitar la autonomía de los caudillos dirigentes de la política.
En 1924 las tres facciones políticas en contienda electoral no pudieron evitar el tradicional recurso de la guerra. Estado Unidos que ocupaba las costas con buques bélicos propició a bordo del Milwaukee preparar la transición política, no sin antes desembarcar 200 marines para que llegaran a Tegucigalpa. Esta acción de Estado Unidos enfrentó la resistencia de la voz de los intelectuales, tal como había sucedido en la década de 1910 con la intentona de establecer en la costa del Pacifico nicaragüense un base militar, Los boletines y pronunciamientos colectivos repudiaron la intervención a la soberanía.
Froylán Turcios, Editor en marzo y abril de 1924 del “Boletín de Defensa Nacional” como una enérgica protesta de los intelectuales hondureños. Turcios expresaba aquel sentir con palabras contundentes: “ningún centroamericano en que vibre la más insignificante emoción de patriotismo podrá reconocer jamás el menor derecho al gobierno de Estados Unidos para inmiscuirse en nuestros asuntos internos” (F. Turcios, 1924).
Con un partido liberal divido entre la dirigencia urbana de los “catrines” y los generales regionales, mientras que el partido “Nacional” con sus hábiles negociaciones entró con fuerza a controlar parcialmente la institucionalidad estatal y mostrarse afines al capital multinacional para obtener el beneplácito de Washington. El “New Deal” de la administración de Franklin Roosvelt en la lucha hegemónica de los capitales globales ameritaba el servilismo de los regímenes de las naciones de la región, más aun cuando países como Honduras dependían del capital estadounidense y su régimen político que dirigía Tiburcio Carías estaba alineado al intervencionismo del Departamento de Estado.
Tras la derrota del nazi-fascismo europeo y el imperialismo nipón en el pacifico en 1945, la política sobre América Latina llevaba dos ejes fundamentales: primero, modernización bajo vigilancia de la institucionalidad y mecanismos de impulsar las fuerzas productivas; segundo, mantener el institucionalidad bajo la egida de la “democracia liberal” bajo la tutela estratégica de las FFAA.
EN la década de 1950 el partido “Liberal” en su coyuntural alianza con los militares relevaron del poder político al partido “Nacional”, la presión social, la organización de sindicatos, movimientos sociales y partidos “revolucionarios” ameritaba modernizar la legislación y fortalecer las instituciones con el fin de industrializar la producción y garantizar garantías a la clase trabajadora. Sin embargo las fuerzas conservadoras del partido Nacional, la burguesía terrateniente y fuerzas a lo interno del mismo partido “Liberal” apoyaron el golpe militar del 3 de octubre de 1963 con el objetivo de desarticular los bloques populares.
El contexto de la década de 1960 a la actualidad ha mostrado con mayor fuerza el dominio de Washington sobre la política y recursos naturales de territorio hondureño. Los Militares y un partido “Nacional” con preocupaciones por sobrevivir gobernaron con pactos y estrategias de mantener el orden y combatir las influencias “socialistas”. El golpe de 1963 no destruyó al partido “Liberal”, al contrario era la alternativa ideal para la década de 1980 en el juego de la “fachada democrática” y la doctrina de “seguridad nacional” que asesinaría militantes y reprimiría a las fuerzas populares consideradas por el Estado y Washington una amenaza.
Posteriormente al fin de la era soviética la fuerzas ideológicas neoliberales con solvencia clamaban por desregular la economía para facilitar el expolio de recursos, la explotación laboral y el control de instrucciones estatales de servicios públicos y pensiones. Mientras los gobiernos “liberales” (1982-1990, 1994-2002, 2006-2009) y “nacionalistas” (1990-1994, 2002-2006 y 2010-actualidad) se sometieron a las políticas del FMI y sus estructuras partidarios pasaron ser controladas por los poderes financieros. De esos gobiernos solo el presidido por Manuel Zelaya buscó algunas alternativas como buscar alianzas con las propuestas institucionales de algunas regiones de Sudamérica y la iniciativa de consultarle a la población si estaba de acuerdo en la urgencia de un nuevo pacto jurídico, finalmente las estructuras del poder le dieron golpe de Estado el 28 de junio de 2009.
En el contexto post golpe de 2009 la recomposición del viejo orden elitista ha subsistido con nuevos socios y botines – cuan extasiados quedarían Edward Teach o Henry Morgan – pero no sin someterse a los “jalones de orejas” que Washington le asesta para que entiendan la disciplina y el equilibrio del “juego democrático”.
Los dos partido controlados por los poderes fácticos corporativos “Nacional” y “Liberal” han mostrado en los últimos años un evidente pacto de gobernabilidad y estrategias para desgastar la figura cohesionadora de Manuel Zelaya. En 2017 Washington llega a la carrera electoral con dos “jinetes”. Uno de ellos, concentrador de poderes, astuto pero manchado por la inercia y la ambición; el otro carita de “bien portadito”, jugando al “nuevo” aunque viejos le ponen los millones para posesionarlo mediáticamente parece ser una carta valida pero con la carencia de un partido incapaz de crecer. Todo esto, mientras trabajan para desarticular la alianza de LIBRE-PAC- PINU.
Al final de la carrera todas las fuerzas se alinean, poderosas financieras, corruptos protegidos, los grandes medios de comunicación –incluyendo nuevos que juegan a los “objetivos”- y los organismos multinacionales que darán espaldarazos condicionados. Bueno nada está escrito, al final la cara de los jinetes no importa, Honduras seguirá muy probablemente en este contexto contemporáneo en el mapa del sometimiento rectorada por sus elites mientras sus poblaciones viven en la incertidumbre y el miedo…
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Son tal para cual,pinochos.
Oligárquicos de caite??