Por: Roger Marín Neda
Entre líneas
Como antes aquí se observó, la apertura de relaciones diplomáticas con China ha sido un acierto con matices de acertijo, porque la decisión fue tomada en medio de abierto y peligroso conflicto de EUA con China respecto a Taiwán, con quien rompimos relaciones. Correcta decisión, momento inapropiado.
Podríamos enredarnos en las patas de caballos ajenos, que nunca montaremos. La cuestión es ahora cómo aprovechar la nueva relación, evadir el acertijo y mantener buenas relaciones con el iracundo vecino.
Si esperamos de China ayuda dadivosa para pagar la deuda externa y financiar la producción agrícola tradicional, más infraestructuras de interés local, que no internacional, perderemos la oportunidad de conectarnos con el futuro, que está en el comercio mundial. China muestra el camino que de diversas maneras recorrieron los países desarrollados: Saltar de la economía agrícola – rural, campesina, retrasada, tradicionalista- a la economía urbana -comercial, luego industrial, hoy digital y de servicios.
Dos líderes del Partido Comunista Chino posteriores a Mao, Zhao Ziyang (1919-2005) y Deng Xiaoping (1904-1997) entendieron cómo la causa primaria del retraso era la economía rural, su cultura aldeana y milenaria que cerraba el paso al progreso y retenía la indigencia.
Deng y Zhao decidieron escoger una economía capitalista, sin abandonar la ideología comunista ni ensayar siquiera la democracia occidental. Aquí sacó Deng sus dos gatos: “No importa si el gato es negro o blanco, en tanto que cace ratones”. Es decir, si la economía capitalista podía sacarla de la pobreza, China debía implantarla, sin abandonar la ideología comunista, que no interferiría en las empresas privadas.
¿Cómo venció China la pobreza, el atraso y la humillación que durante siglos le impuso Occidente? Podrá lucir curioso, pero la situación económica de China hace 50 años era similar a la nuestra de hoy, guardando las diferencias de las dos naciones.
El cambio implicaba la seguridad jurídica propia de una economía privada, y requería un sistema tributario que facilitara la rentabilidad y la competitividad de la inversión privada.
Fue fortalecida la seguridad jurídica, y los aranceles bajaron de 56% a 15%. Para 2001, menos de 40% de las importaciones era gravado. La creciente inversión privada interna y externa equivalió ya en 2005 al 70% del PIB chino.
Deng Xiaoping resumió el objetivo de la reforma citando a sus maestros: “Aprender el conocimiento y la verdad de Occidente para salvar a China”. No nombró a esos maestros, pero es obvio que no fueron soviéticos, sino, personalmente, académicos y empresarios norteamericanos que colaboraron en los procesos de cambio. El principal asesor (¡Qué sorpresa!) fue Milton Friedman, inspiración de los Chicago Boys, gran gurú del sistema económico chileno, creador del llamado Modelo Neoliberal, asesor económico del presidente Reagan, y de la primera ministra Thatcher.
Friedman dio en China un ciclo de conferencias universitarias sobre economía, y se reunió con Zhao Ziyang, secretario general del Partido Comunista, para explicarle el proyecto.
China señala un camino y ofrece una lección para el subdesarrollo. Durante los 40 años que necesitó para salir del retraso, nuestro país ha ampliado y expandido la pobreza, y ha multiplicado y concentrado la riqueza. Es decir, durante esos 40 años hemos recorrido el camino contrario, guiados por las tradiciones y manías de la cultura aldeana.
Un dicho japonés casi nos insinúa que el mayor obstáculo para que salgamos del agujero somos nosotros: “Visión sin acción es ensueño. Acción sin visión es pesadilla.”. Porque, ¿Cuál es la salida para una sociedad sin visión y sin acción?
Tegucigalpa, 31 de mayo, 2023.
