Por: Pedro Morazán
«Estoy agradecido a este gran palacio del verso
Ya que no puede ser vencido por el viento ni la lluvia.
Yo no partiré cuando concluya mi vida,
Permaneceré en la semilla de la lengua persa»
Ferdousí: “El Shahnameh”
LA HISTORIA INCONCLUSA DE AZIZBEK
© Foto Frankopan, El Corazón del Mundo
Después de más de tres días de camino Azizbek llegó a Bujará proveniente de Samarcanda, su ciudad natal. Había tomado el camino que lo llevaba a él y sus dos camellos cargados de seda y condimentos, por el pequeño oasis de Arabkhana. Aunque el camino era más largo y escabroso, optó por viajar con más seguridad debido a que en esta ocasión lo acompañaba su mujer Madina y sus hijos Soliha, Muhamadali y Fara, la menor. Todos querían visitar a sus familiares, quienes los esperaban con enormes deseos de probar el exquisito pan de los hornos de Samarcanda. La historia cuenta que el Khan de Bujará, después de probar este pan, ordenó a un panadero que lo replicara exactamente en los hornos de Bujará. El pan nunca llegó a tener el mismo sabor, pues le faltaba el aire de Samarcanda, según cuenta la leyenda.
Azizbek era un musulmán muy laborioso y diestro en los negocios. En Bujará quería visitar a Shmuel bar Bisna, su amigo judío de la infancia con quien mantenía estrecha amistad y relaciones comerciales muy exitosas. La visita había sido pospuesta ya varias veces y por ello a Shmuel le palpitaba ahora el corazón de alegría. Corría el año 1100 de nuestra era y la prosperidad proveniente del comercio se hacía sentir en toda la región. Ya habían pasado varias décadas desde que los árabes derrotaran al imperio persa de los sasánidas. Ambos amigos anhelaban volver a tomar un té e intercambiar novedades. Pero lo que más emoción despertaba en sus corazones, era volver a escuchar a Azizek declamando pasajes enteros del Schahnameh en la hermosa lengua persa. Ninguno de los dos se imaginaba en ese momento, que Azizbek perdería la vida en el camino de regreso, al ser asaltado por los bandoleros que llevaron a sus dos hijas como esclavas, después de degollar también a su hijo y llevarse los camellos con toda la mercadería.
Las líneas anteriores son producto de una ficción personal con matices verosímiles, si tomamos en cuenta la historia de las rutas de la seda, descrita en la famosa obra de Peter Frankopan que fue traducida al castellano bajo el título de “El Corazón del Mundo”. En las siguientes líneas trataremos de hacer una reseña bastante sucinta de esa obra monumental de más de 600 páginas, contrastándola, una que otra vez, con el extraordinario libro de Oded Galor que lleva el sugestivo título de “El viaje de la humanidad” y que trata de darnos una explicación de cómo el homo sapiens logró dar el gran salto cualitativo, después de haber estado sumido en la estagnación durante la mayor parte de su existencia.
¿Existió la ruta de la seda?
La «Ruta de la Seda» no existió como tal. Esto quiere decir que ni los comerciantes, ni los ejércitos que marchaban por ella, utilizaron un tal nombre para describirla. Esto se debe, entre otras cosas a que, si bien la seda era uno de los principales productos que se comercializaron en ese entorno, no era ni de lejos el único. De hecho, en muchos lugares llegó a ser, sobre todo, un medio de pago. Por otro lado, una tal definición de las redes comerciales existentes, pone en el centro de la historia a China y su dinastía Han en el Extremo Oriente, que era dónde se ponían a enjambres enormes de gusanos a consumir las hojas de morera. O en el otro extremo, a las damas del imperio romano, que se afanaban por vestir los trajes de seda transparentes que llegaron a enfurecer a Seneca.
¿Por qué entonces una ruta y por qué de la seda? Ante esta pregunta uno podría dar una respuesta hegeliana en torno a la dialéctica de la historia y la forma en la que los seres humanos percibimos la realidad, en una suerte de procesos que se van concatenando no solo en el tiempo sino también en el espacio. Si bien es cierto que la seda se produjo por primera vez en China y la metamorfosis de los gusanos constituyó uno de las patentes mejor cuidadas de la historia, eran las damas del imperio romano las que gastaban las mayores fortunas para poder engalanarse con dichas telas. Durante siglos el mundo ignoró el secreto de su producción. Leyendas sobre el surgimiento de la seda surgieron no solo en China, sino también en Persia y en Egipto. La seda estaba presente especialmente desde el siglo dos antes de cristo y antes de la decadencia del imperio romano, a inicios del siglo II después de Cristo. Sin embargo, esa ruta comercial tenía la presencia de infinidad de otros productos de suma importancia tanto para China como para Europa.
Algo que confirma este imaginario es que el vocablo “Seidenstraße” (Ruta de la Seda) fue acuñado en Europa recien en 1870 por el geógrafo y humanista alemán Ferdinand von Richthofen, quien, bajo condiciones muy adversas, recorrió 12 de las 18 provincias del reino de China. En suma, ni los comerciantes, ni lo peregrinos ni los guerreros que cruzaron esos caminos, hablaron de una “ruta de la seda”, antes de que Richthofen la bautizara con dicho nombre. Como bien lo apunta el sinólogo francés Jean-Pierre Drège dicho trayecto fue recorrido mucho antes por Marco Polo, quien lo describe por primera vez en toda su dimensión, en su “Libro de las Maravillas”.
La noción que tenemos hoy de la “Ruta de la Seda” es pues, una especie de construcción abstracta que resume no solamente un espacio histórico cultural, que más que una ruta es una especie de red de redes, limitada al norte por desiertos y estepas y al sur por monumentales macizos montañosos también infranqueables. Dicha ruta incluye también las redes marítimas del Mediterráneo y las del Océano Índico que conectaban a China con Asia Central y Europa. Peter Frankopan necesitó más de 600 páginas para describirla, nosotros intentaremos esquematizarla en muy pocas líneas. Por ello trataremos de trazar una ruta imaginaria que parte de la ciudad china de Xi’an, por entonces capital del imperio chino y termina en la antigua Roma, por entonces el centro del poder occidental europeo.
Trazando una ruta imaginaria
A manera de instrumento didáctico y para interpretar mejor a Frankopan, permítasenos trazar una ruta imaginaria, en la que caravanas de comerciantes con seda y porcelana china partían de Xi’uan, en China para llegar a bella ciudad de Samarcanda en lo que es hoy Uzbekistan. Con la ayuda de un mapa muy difundido en el internet podemos identificar las estaciones principales de nuestra ruta imaginaria: Después de salir de Xi’an, los comerciantes recorrían más de 1800 kilómetros hasta llegar a Dunhuang punto de entrada al inhóspito desierto de Taklamakán en el oeste de China. En Dunhuang la caravana puede decidir si tomar el ramal sur de la ruta, o rodear este inmenso desierto por el norte hasta llegar a la ciudad oasis de Kasgar.
Una vez dejando atrás las tormentas negras de arena del Taklamakan, los mercaderes chinos tenían que bordear todavía los gélidos macizos del Pamir al sur y los montes Tian al norte de la ruta, antes de llegar al impresionante Valle de Ferganá con sus legendarios “caballos celestiales”, tan codiciados tanto por los ejércitos chinos como por los romanos. Además de los caballos, el Valle de Ferganá era una célebre etapa de la ruta por sus minas de jade. Después de recorrer unos 600 kilómetros los mercaderes y peregrinos lograban llegar por fin a Samarcanda dejando atrás Kokanda.
La plaza de Registán (‘lugar de arena’ en persa), que con sus tres madrazas era el corazón de la ciudad de Samarcanda, es fiel testigo de épocas florecientes. Esa plaza surgió en el siglo IX alrededor de la tumba del Imam Muhammad ibn Djafar. Aquí, miles de artesanos y alfareros erigieron con el correr del tiempo, una tras otra, las madrazas donde los sabios musulmanes transmitían sus enseñanzas y creencias. Esa plaza y sus alrededores son hoy patrimonio cultural de la humanidad.
Por otro lado, imaginemos que otro grupo de comerciantes parte de la ciudad de Roma y pasando por Génova en lo que hoy es Italia. Los comerciantes genoveses y sus rivales venecianos llegaban por mar a la amurallada ciudad de Constantinopla, la actual Estambul en Turquía. Desde aquí las caravanas se enfilaban de nuevo por tierra hasta llegar a Palmira pasando por Alepo en Siria. Dejando atrás Bagdad, esplendorosa capital del imperio árabe en su momento, la ruta se dirige a Teherán y Mashhad en Irán antes de llegar a Bujará y Samarcanda.
La seda de Xi’an
Nuestro primer grupo de comerciantes se encuentra en la plaza central de la ciudad de Xi’an («La Paz de Occidente»), el extremo oriental de la Ruta de la Seda. Esta ciudad fue erigida en el punto de confluencia entre el legendario “Rio Amarillo”, el rio más grande e importante de China y el Rio Wei. Xi’an fue la primera capital del imperio chino y era el lugar a donde llegaban los comerciantes para vender sus piedras preciosas y condimentos y obtener los preciados textiles de seda chinos. Testigos mudos del poder de dicha ciudad son las más de 2000 estatuas de terracota en torno a la tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador de China que reino en el siglo III antes de Cristo.
Una mezcla impresionante de culturas, creencias y costumbres culinarias de la ciudad de Xi’an ha logrado sobrevivir hasta hoy. El Museo Hanyuangling, a 30 kilómetros de la ciudad muestra, pues todavía secretos escondidos llevados por las caravanas de mercaderes y peregrinos. La ciudad tiene fuertes comunidades musulmanes y cristianas. El cristianismo fue introducido a China por los viajeros sirios en la Ruta de la Seda hace ya más de mil años. El Templo de los Mil Budas, que contiene con más de mil distintas representaciones del Cielo, es una de las tantas pruebas de la herencia de los monjes budistas provenientes de la India por la Ruta de la Seda.
El imperio romano
La gran motivación comercial de los romanos a partir del año 30 a. C. la constituía la compra de la seda comercializada por los mercaderes partos. Si queremos ubicar a nuestros comerciantes romanos en su apogeo, debemos remontarnos a la época del imperio bizantino cuya capital era Constantinopla. Los mercaderes romanos, afirma Frankopan, no solo pagaban con monedas, también comerciaban con cristal, oro, plata, además de coral, topacio del Mar Rojo e incienso de Arabia a cambio de textiles, especias y tintes como el índigo. El florecimiento posterior de Constantinopla, en una época en que el imperio bizantino dominó el tramo occidental de la «Ruta de la Seda» durante más de un siglo, está vinculado a la decadencia de Roma y el surgimiento de Venecia como poder naval que controla el espacio Mediterráneo de la ruta.
Es muy difícil creer que, a pesar de todo este florecimiento de la agricultura y la diversidad demográfica, del surgimiento de las primeras ciudades y de la medicina, la humanidad se encontrase todavía en una situación de estancamiento como lo afirma Galor en su obra. La revolución agrícola que tuvo lugar a inicios del neolítico, hace más de 12 000 años, de hecho, tuvo lugar en esta región, especialmente en la Mesopotamia. Para Frankopan, analizar las primeras rutas de la seda, implica entonces concentrar la atención en países como Uzbekistán, Kazajstán, Kirguistán o el Cercano Oriente, entre otros. Todos estos países, que, de hecho, hoy simbolizan violencia y fragilidad, pero que en otros tiempos fueron el lugar donde florecieron y se expandieron las grandes religiones modernas, como el judaísmo, el cristianismo, el islamismo, el budismo o el hinduismo.
Sin embargo y a pesar de las cien páginas de fuentes bibliográficas que nos ofrece el libro, las tramas de la historia que nos presenta de manera genial, parecen carecer, por momentos, de un hilo conductor. Galor nos ofrece por su parte, cuatro elementos estructurantes cruciales en «el viaje» que le ha tocado realizar a la humanidad hasta nuestros días. El primero de ellos es la ya mencionada revolución agraria que tuvo lugar en el neolítico. Aquí, según él, parece que la geografía tuvo un papel determinante. Alli donde se pudo cultivar el trigo, las comunidades humanas pudieron organizarse de una mejor manera, permitiendo el surgimiento de las primeras aglomeraciones urbanas. Recién después de la transición demográfica se logra, sin embargo, superar el círculo vicioso del maltusianismo. La ventaja absoluta de la agricultura en India y China, entre otros, se convirtió en muchos casos en una desventaja comparativa, cuando se produce la revolución industrial en las ciudades europeas. Por otro lado, es la diversidad cultural la que le permite a determinadas sociedades asimilar mejor los avances tecnológicos. En mi opinión, es contrastando este análisis estructural de Galor con el análisis histórico de Frankopan, como podemos comprender de la mejor manera porque las fases de gloria se combinan con fases de decadencia, a pesar de identificarse en muchos casos instituciones fuertes.
DIVERSAS RUTAS
Peter Frankopan estructura su obra describiendo una monumental historia en diversas “rutas”, empezando por lo que él llama “La ruta hacia el oriente cristiano” y cerrando su historia con un capítulo denominado “La ruta de la tragedia”. Se describe una historia con diversas fases, que se entretejen en el tiempo y en el espacio. Fases de revolución, de concordia, de pieles, de imperios, de muerte y destrucción, en fin, todo el condimento de fenómenos sociales, económicos, religiosos y culturales que han recorrido la historia de la humanidad, de este a oeste y de norte a sur.
Mezquita en Bagdad, Irak
Al igual que Galor, Frankopan nos muestra cómo, en determinados momentos del devenir histórico, también la geografía puede jugar un papel en el desarrollo de los acontecimientos. La rivalidad entre el imperio romano y el imperio persa, que marcó los poderes hegemónicos durante varios siglos a lo largo de la ruta, es una de las más importantes. Sin embargo, ambos imperios se vieron obligados a entablar una alianza estrategia ante los ataques de los nómadas de las estepas contra las florecientes ciudades del Éufrates y el Tigris a finales del siglo IV. Para Roma, sin embargo, ya era demasiado tarde. Las hordas de los hunos dirigidas por Atila y otras tribus nómadas lograron entrar al imperio por el norte del Mar Negro, llegando incluso hasta lo que es hoy España. Llegaba la hora de Constantinopla protegida por el mar y sus murallas infranqueables.
Siglos después. para sorpresa de no pocos, el cristianismo logra expandirse como religión en los pueblos nómadas de las estepas que después formarían la iglesia ortodoxa rusa. Además, fueron también los nómadas mongoles, los que llegaron a destruir los emporios comerciales más importantes a lo largo de la ruta, para erigir el imperio de mayor extensión territorial en la historia de la humanidad.
Sin embargo, no solo la geografía podía influir en el curso de la historia. Unos cien años antes de que el profeta Mohamed recibiera su revelación en la ciudad de Medina en el 632 después de Cristo, la peste negra provocaba la muerte en Europa y en lo que quedaba del imperio romano. Una crónica depresión económica hizo desmoronarse a este imperio que no era capaz de defender ni sus confines más lejanos ni sus propias fronteras. Esto tuvo también un impacto en la forma en que Constantinopla conduciría su propia política hacia el imperio persa en el este. Es por esa época cuando los pueblos turcos de las estepas alcanzan éxitos en el comercio y logran derrotar a los hunos.
Mohamed había logrado crear una nueva identidad que sirvió de base para unificar a las diversas tribus de la península arábica que habían sido dominadas hasta entonces por los imperios romano y persa. El genio estratégico y los movimientos tácticos le permitieron a Mohamed consolidar su poder, creando un nuevo imperio y una nueva creencia religiosa que logró expandirse muy rápidamente a lo largo de toda la ruta de la seda. En lo que Frankopan llama la “Ruta de la Concordia”, describe de qué manera lograron coexistir todas las religiones monoteístas durante un período relativamente largo de tiempo. Es más, en esa época el islam y el judaísmo dieron muestras de enorme compatibilidad y entendimiento. Para la expansión del islam, el apoyo de los judíos en el medio oriente fue de vital importancia.
EL EJE NORTE-SUR
En la ruta de las pieles, Frankopan pone en el centro de la atención la influencia creciente de los pueblos nómadas de las estepas, al norte de la imaginaria ruta de la seda. Tanto en sus capítulos denominados “La ruta de la piel” como en “La ruta de los esclavos”, el eje de nuestra ruta de la seda parece volverse vertical, es decir, un eje norte sur parece sustituir el dinamismo comercial del eje este oeste. Esto se vuelve así debido al fortalecimiento de los jázaros, un pueblo túrquico que se desarrolló en las riberas del mar Caspio, en el Cáucaso Norte. Dichos pueblos tenían excelentes relaciones con Constantinopla y lograron rechazar la dominación árabe.
Frankopan nos ofrece en dicho capítulo detalles fascinantes de la relación entre el poder político y las creencias religiosas. El surgimiento de los jázaros, quienes fundaron un kanato independiente con el judaísmo como religión oficial, es mucho más que un dato curioso. Es un hecho histórico de enorme relevancia, debido que buena parte de lo que hoy es el sur de Rusia, Kazajistán, Ucrania, Crimea y una parte importante del Cáucaso formaban el Kanato jázaro. Según las fuentes consultadas los jázaros tenían una vieja tradición judía que se acentuó incluso a pesar de la expansión acelerada del islamismo en toda la región de Asia Central. Por su parte los comerciantes judíos parecían dominar muchas lenguas, lo que les permitían desarrollar sus actividades comerciales a pesar de las cambiantes hegemonías políticas y religiosas a lo largo de la Ruta de la Seda. En todo caso, las numerosas guerras victoriosas de los jázaros contra los califatos árabes, protegieron directamente a Constantinopla, y el imperio Romano del Este, de la dominación árabe. He allí la importancia histórica de la existencia del poder jázaro, sin cuya alianza, Europa sería hoy, al igual que Siria y otras regiones, quizá menos cristiana y más musulmana.
GLORIA Y DECLIVE DE LOS IMPERIOS
De hecho, el libro, nos deja una visión de la historia universal sumamente aleccionadora. En el correr del tiempo ascienden ante nosotros imperios y sus respectivas creencias religiosas con fases de esplendor comercial, militar y religioso, para caer después en fases de decadencia y en muchos casos de extinción total. La “seda” queda al final reducida a uno de los tantos productos con los que se establecía el comercio. Los capítulos dedicados a las pieles y sobre todo el capítulo dedicado a los esclavos, los del oro y de la plata, entre otros, nos muestran de qué forma las formas de producción y de intercambio estaban relacionadas con las necesidades de las formaciones socio-económicas. El comercio de esclavos se vuelve irrelevante con el apogeo de las ciudades, después de haber dominado el comercio en oriente y occidente. Es en base a dicho comercio que los nómadas vikingos logran establecerse en las estepas y crear, por ejemplo, los pueblos rusos.
Tintoretto: La toma de Constantinopla
En la llamada “Ruta del cielo” podemos leer cómo, después de la gran derrota que sufrieron los invasores árabes islámicos en territorio franco-alemán, se desarrollan en Europa imperios que organizan y financian lo que se conoce hoy como “La Primera Cruzada”. Lo novedoso de Frankopan en este capítulo es que, al contrario del enfoque “eurocéntrico” de la historia, él afirma que dicha cruzada fue instigada por Alejo I Comneno. De hecho, Frankopan escribió posteriormente un bello libro bajo el nombre “La Primera Cruzada”, en el que, basado en fuentes orientales, hace una excelente descripción del vano intento del Imperio Bizantino por defenderse del asedio turco. Lo que vino después de la decadencia de Constantinopla, está descrito en este capítulo del libro. La consolidación del poder del Vaticano, después de la ocupación de Jerusalén por los “Caballeros” y la persecución de los judíos por toda Europa y el Oriente por considerarlos responsables de la crucifixión de Jesús.
Aunque Frankopan no lo resalta tanto, es de hecho el comercio el que en fin de cuentas está en la base del ascenso y caída de los imperios a lo largo de la ruta. En lo que podría llamarse una segunda parte del libro, se hace una lectura del descubrimiento de América por españoles y portugueses y con ello la apertura de nuevas rutas, como la del oro, la de la plata. No se logra identificar en su historia el papel que jugaba, de hecho, durante siglos, el desarrollo tecnológico. Quizás esto es la mejor confirmación de la tesis de Galdor de que hasta antes de la revolución industrial, la tecnología no jugaba más que un papel circunstancial, en una suerte de ciclos maltusianos donde la demografía era más determinante.
El último capítulo llamado por el autor “La Ruta de la Tragedia”, se describe el ascenso del terrorismo de Osama bin Laden y los Talibán en Afganistán, cuyo punto máximo fue el múltiple atentado terrorista del del 11 de septiembre en territorio norteamericano. Se identifica, no por primera vez, la crisis del Orden Liberal Internacional (LIO) con sus múltiples raíces. Una de ellas tiene que ver con el sentimiento de injusticia del mundo islámico, sea este árabe, persa o asiático, de sufrir una suerte de agresión sistemática de los países occidentales. Si a esto se agrega el nuevo conflicto hegemónico entre los Estados Unidos y China con su Nueva Ruta de la Seda, la guerra de Agresión de Rusia contra Ucrania, bajo pretextos históricos imperiales de Vladimir Putin contra el “Kiev Rus” y los ataques terroristas de Hamas contra Israel, parece muy evidente que esta crisis del LIO no podrá ser superada en el corto plazo.
El terrorismo moderno no surge en un vacío político. Después de la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento de la URSS, dejando a los Estados Unidos como vencedor indiscutible de la “Guerra Fría” la fase unipolar parece haber sido solamente un corto período de transición hacia algo nuevo. En los capítulos de cierre, se describe de alguna forma un “Choque de Civilizaciones”, que, de hecho, parece adquirir una explicación más lógica después de haber leído todo el libro. Insisto, una lectura de Frankopan adquiere más sustancia si se combina con la teoría unificada del crecimiento descrita en “El viaje de la humanidad” de Oded Galor.
Referencias
Drège, Jean-Pierre (2000). Marco Polo y la ruta de la Seda, Barcelona. Ediciones B.
Frankopan, Peter (2015). The Silk Roads. A new history of the World, Bloomsbury Paperbacks.
Frankopan, Peter (2022). La Primera Cruzada. La llamada de Oriente. Editorial Crítica
Galor, Oded (2022). El viaje de la humanidad. El big bang de las civilizaciones: el misterio del crecimiento y la desigualdad, Ediciones Destino.
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Doctor en Economía e investigador del Instituto SUEDWIND de Bonn, Alemania. especializado en desarrollo y deuda externa, y ha realizado estudios para el EDD en África y América Latina Ver todas las entradas