Los antecedentes del Trans 450

Por: Marta Tomé

El metrobús o sistema de buses de tránsito rápido (Bus rapid transit/BRT) es un sistema de transporte muy conveniente para las ciudades grandes, ya que los carriles exclusivos permiten la circulación rápida de buses con capacidad de transportar muchos pasajeros. Es un sistema simple con un servicio muy similar al del tranvía o el metro, pero por lo simple de su infraestructura y funcionamiento sus costos son muchísimo más bajos. Lo que le permite brindar un servicio de transporte público rápido, eficiente, seguro, barato y sostenible. Que es la razón de su gran atractividad para mejorar el transporte urbano de las grandes ciudades y que haya sido implementado en ciudades superpobladas en países como China e India, también en muchas ciudades europeas, africanas y asiáticas. En América se ha expandido por Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Ecuador, Perú, Argentina y Chile.

El proyecto del Trans 450 pudo haber ayudado al DC a lograr un amplio desarrollo, pues hubiese descongestionado el tráfico y disminuido la contaminación, ofreciendo a la población de menores recursos un transporte eficiente, con un servicio seguro y rápido. Pero la corrupción política lo hizo fracasar, robándole así a la capital la posibilidad más sostenible y rentable de mejorar la movilidad, el tráfico y la calidad del aire.

El proceso de corrupción del Trans 450, aunque con modales particulares, no es un caso aislado, sino un caso más de la perversión y podredumbre de nuestras autoridades. No tenemos que ir muy lejos en el tiempo para recordar el desfalco del IHSS, el caso Pandora, los hospitales móviles, el perenne desfalco de la ENEE, el caso SEDESOL y todos los demás que como metástasis del cáncer de la corrupción han ido devorando las finanzas, la salud, la educación y las esperanzas del pueblo hondureño. Pero del Trans 450 hay una evidencia visible y palpable, de ahí que se haya convertido en el monumento a la corrupción política hondureña.

Aunque el foco de la trascendencia del fraude del Trans 450 se ha centrado en los daños a la economía e infraestructura del DC, el fracaso de ese proyecto conlleva un daño todavía mayor, que es el ambiental y que nos debería de preocupar tanto o más que el económico, porque es un “ecocidio”.  Pero para analizar y comprender a fondo la dimensión de los efectos ambientales negativos del fallido Trans 450 es imprescindible conocer las causas y razones de su origen y la sostenibilidad de los problemas que debía resolver. Como es un tema que para mí como ambientalista es de gran importancia, voy a compartirle una serie de datos que como información preliminar pueden aclarar mejor esa importancia:

El 2 marzo de 1972, el Club de Roma publicó el informe “Los límites del crecimiento”, basado en un modelo computacional global elaborado por 18 investigadores más del Massachusetts Institute of Technology (MIT). El objetivo del estudio era tratar de encontrarle respuesta a la pregunta: ¿Puede el crecimiento económico y material continuar ilimitadamente en un planeta con recursos limitados?

Utilizando la dinámica de sistemas, esos 18 investigadores tomaron las tendencias globales, a largo plazo, de 3 sectores: población, recursos y alimentos. Luego ampliaron el estudio y agregaron la producción industrial y la contaminación. Su conclusión fue: “Si el crecimiento de la población, industrialización, contaminación, producción de alimentos y explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, los límites absolutos de crecimiento en la Tierra se alcanzarán en algún momento dentro de los próximos 100 años”. O sea, a más tardar en 2072 habríamos alcanzado el tope de crecimiento y tendríamos que enfrentar el decrecimiento forzoso.

Sin Embargo, según las conclusiones de ese estudio, estaba en nuestras manos revertir ese proceso pues: “Es posible modificar las tendencias de crecimiento y establecer condiciones de estabilidad ecológica y económica de tal modo que se prolonguen de forma sostenible en el futuro. Podría diseñarse una situación de equilibrio global que permitiera la satisfacción de las necesidades materiales básicas de cada persona en la Tierra y todas tendrían igual oportunidad de desarrollar su potencial humano individual”.

La publicación de ese informe causó un gran impacto mundial. Tanto, que sólo 5 meses después, el secretario general de las Naciones Unidas, a petición de Suecia, convocó la 1ª Conferencia medioambiental, celebrada del 5 al 16 de junio de 1972 en Estocolmo, Suecia. Esa conferencia marcó un punto de inflexión en la política internacional del medio ambiente. Se comenzaron a crear programas y equipos para investigar y evaluar los cambios ambientales.

En 1992, 20 años después de la 1ª publicación del Informe del Club de Roma, con base en los datos recolectados desde entonces, ese informe fue actualizado y publicado en una nueva versión titulada: “Más allá de los límites del crecimiento”, en la cual se expuso que la humanidad ya había superado la capacidad de carga del planeta para sostener su población.

Del 3 al 14 de junio de 1992, las Naciones Unidas volvieron a hacerse eco del II Informe del Club de Roma. Con la participación de 179 países se celebró en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD) también conocida como la “Cumbre para la Tierra”. En la que se reconoció oficialmente el cambio climático y la responsabilidad que tenemos los humanos en ese fenómeno climático. Se creó la “Agenda 21”, un plan de acción internacional con el objetivo de estabilizar las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero (GEI) a un nivel que pudiese impedir cualquier influencia humana peligrosa en el sistema climático y lograr así un desarrollo sostenible mundial en el siglo XXI.

La agenda incluía inversiones, estrategias, innovación, tecnológica e integraba la cooperación de los agentes de las actividades socioeconómicas sobre el medio ambiente. En esa conferencia también se creó la Convención Mundial de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que entró en vigor casi 2 años después, el 21 de marzo de 1994. Cuando fue ratificada por los 198 integrantes, llamados “Partes”, que son los que forman la “Conferencia de las Partes” (COP), que el órgano supremo de esa Convención.

La cumbre encargó al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), apoyar a 45 países en vías de desarrollo en temas de información y comunicación, entre ellos Honduras.

Es importante que tomemos nota que desde 1972 se sabía que mantener el ritmo de crecimiento que la humanidad estaba llevando a cabo no era sostenible para el planeta, pero que tuvieron que pasar 20 años para que se elaborara, en 1992, la “Agenda 21” como plan de desarrollo sostenible mundial. Que era precisamente cuando el crecimiento humano y de sus actividades

estaban llegando al límite, y que de acuerdo a la sostenibilidad del planeta no podía sobrepasar. Pero en esos 20 años, otros 2 grandes problemas se habían hecho evidente:

a) La contaminación ambiental y

b) El cambio climático con el calentamiento global.

Desde 1995, cuando se llevó a cabo la COP-1, todos los años, a finales de noviembre-principio de diciembre, se reúnen los 197 miembros (196 países y la Unión Europea) de la Conferencia de las partes (COP) para evaluar los progresos hechos en el combate al cambio climático y para negociar las normas internacionales en esa materia. Hasta la fecha se han llevado a cabo 30COP, La última se acaba de realizar en Belem, Brasil. La mayoría de ellas no han tendido relevancia o trascendencia. Como ha sido la COP-30 en Belem. En ninguna se han tomado medidas vinculantes que hayan sido aprobadas por todos los miembros. Esto demuestra como los países desarrollados y emergentes ponen sus intereses por sobre los del planeta.

El 29 de julio de 1995, sólo 3 meses y medio después de la COP-1, mediante “Decreto No 26-95”, durante el gobierno de Carlos Roberto Reina (1926-2003), Honduras ratificó la firma de la CMNUCC. Convirtiéndose así en uno de los países” partes” y por tanto miembro de la Conferencia de las Partes (COP).

El 11 de diciembre de 1997, en la COP-3 en Kioto, 87 países firmaron el famoso “Protocolo de Kioto”. Pero se necesitaron más de 7 años para que entrara en vigor el 16 de febrero de 2005, al haber sido ratificado por 192 países y la Unión Europea (UE). Las naciones desarrolladas acordaron reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Pero 4 países, precisamente grandes emisores de GEI: China, Estados Unidos, Rusia y Australia, que no habían firmado el Protocolo tampoco lo ratificaron, lo que disminuyó, enormemente, su eficacia. Por si no fuera poco, en 2012, Canadá, Nueva Zelanda y Japón lo abandonaron. Paradójica es la salida de Japón, pues ahí se había firmado el Protocolo. Lo que nuevamente viene a demostrar que los intereses nacionales están por encima de los del planeta.

El 25 de febrero de 1999, durante el gobierno de Carlos Flores Facussé, Honduras firmó el “Protocolo de Kioto» y el 2 de julio de 2002, durante el gobierno de Ricardo Maduro lo ratificó.

En 2004, se volvió a actualizar el Informe del Club de Roma, se publicó: “Límites del crecimiento a los 30 años”. Con ese informe se hubiesen tenido que encender las alarmas, porque la conclusión fue contundente: “No puede haber un crecimiento poblacional, económico e industrial ilimitado en un planeta con recursos limitados”.

El informe advirtió que el peligro aumentaba como también la urgencia de adoptar las medidas necesarias, ya que las señales de la situación eran síntomas de un mundo sobre explotado, del que se extraían recursos más rápidamente de lo que podían regenerarse, y en el que se vertían deshechos y contaminantes en mayor cantidad de la capacidad que tenía de absorberlos o degradarlos. El informe reconoció que en los últimos 30 años se habían realizado ciertos progresos, pero que no habían sido suficientes, pues la situación ambiental en 2004 había empeorado:

El nivel del mar había crecido entre 10 y 20 centímetros desde 1900.

La mayoría de los glaciares se estaban reduciendo.

La extensión y espesor del hielo del polo norte decrecía, especialmente en verano.

La brecha entre ricos y pobres, en vez de reducirse con la globalización, como se había anunciado, aumentaba constantemente.

Con el sistema actual, el crecimiento económico se llevaba a cabo en los países desarrollados y, dentro de ellos se favorecía más a los ricos que a los menos favorecidos.

En el año 2000, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) anunció que si no cambiábamos de paradigma íbamos de camino a un colapso medioambiental y económico, porque:

La pesca en los océanos estaba sobrepasando los límites que podrían garantizar su conservación.

La tierra utilizada para la explotación agrícola y forestal presentaba una extraordinaria degradación.

Robert Malthus (1766-1834), clérigo anglicano y economista inglés, en su estudio sobre la pobreza había considerado que ésta era causada por el crecimiento poblacional. Con sus estudios, los investigadores del MIT ampliaron y superaron la teoría demográfica de Malthus, ya que ellos establecieron que el rendimiento marginal decreciente, que Malthus había aplicado sólo a la producción de alimentos, también tenía incidencia en todos los recursos no renovables y factores que empleamos y necesitamos para nuestro desarrollo. No menos importante es que esos investigadores encontraron soluciones concretas y practicables a nuestro problema demográfico y de dependencia de recursos no renovables. Recomendaron:

a) Un inteligente empleo de los recursos disponibles no renovables, para poder alargar al máximo su durabilidad.

b) Crear una economía circular que al reparar los productos los mantenga en uso por largo tiempo, y al reciclar los residuos y reutilizarlos, se eliminan desechos, pero también contaminación. Con lo que se obtiene un doble resultado positivo, pues hay un ahorro considerable de recursos no renovables, lo que alarga su existencia y por otro lado, al manufacturar menos productos y producir menos basura se reduce la contaminación ambiental.

Las élites gubernamentales mundiales son las encargadas de tomar las medidas y acciones para revertir el daño que le hemos hecho al planeta. Aunque la esperanza de que los gobiernos de los países económicamente fuertes se tomen en serio la protección del medio ambiente, para que se pudiese recuperar, no ha muerto, pero está en coma a causa del egoísmo e indiferencia de quienes tienen ese poder y no lo utilizan debidamente. Cada año lo comprobamos al ver como las COPs llegan a su final sin tomar decisiones efectivas.

En Honduras, el mismo año de la actualización del Informe del Club de Roma (2004), la “Cámara de Comercio e Industria de Tegucigalpa” (CCIT), con el apoyo del PNUD, comenzó a elaborar un plan piloto para el desarrollo del DC, basado en la “Agenda 21”.

En septiembre de 2008, la CCIT entregó, oficialmente, a las autoridades del DC el “Plan Capital 450”, que había sido elaborado con respaldo del PNUD. Se le dio ese nombre porque la puesta en práctica del plan contemplaba un periodo de 20 años, debería cumplirse en 2028, precisamente el año que Tegucigalpa cumpliría 450 años de haber sido fundada el 29 de septiembre de 1578, con el nombre de Real Villa de San Miguel de Tegucigalpa de Heredia.

El “Plan Capital 450” tenía como objetivo desarrollar el DC en una metrópoli moderna, con un crecimiento ordenado y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes. El plan se basó en 8 pilares fundamentales:

1.- competitividad regional,

2.- desarrollo humano y familia,

3.- cultura ciudadana,

4.- seguridad ciudadana,

5.- medio ambiente,

6.- ordenamiento territorial y movilidad urbana,

7.- gestión de riesgos y agua

8.- saneamiento.

Uno de los factores más urgentes e importantes a implementar era la movilidad urbana. Porque en las últimas décadas, Tegucigalpa había venido experimentando un gran incremento poblacional que sumado a su topografía montañosa y que sus urbanistas no habían sabido concebir un plan adecuado para satisfacer sus necesidades de movilidad urbana, ésta se había convertido en un serio problema para los capitalinos, con atascos de tráfico que se manifestaban, sobre todo, en las horas punta, sin olvidar la contaminación ambiental que conllevaban. Y como el DC tenía índices altos de criminalidad, el transporte público era, además de deficiente, muy inseguro.

En 1974, mucho antes que se crease la Agenda 21, la ciudad brasileña de Curitiba, capital del Estado de Paraná, para resolver los problemas de tráfico, optó por poner en funcionamiento un sistema de buses que transitasen rápidamente, él que ha servido de ejemplo y modelo a tantas ciudades alrededor del mundo y que ahora se conoce como Metrobús o Bus de tránsito Rápido.

En el año 2000, el entonces alcalde verde de Bogotá, Enrique Peñalosa (1954), inauguró el “Transmilenio”, un sistema de transporte público que, aunque tenía como modelo el sistema Metrobús de Curitiba, se había implementado a gran escala. Los buses, como en Curitiba, circulaban por carriles exclusivos, pero eran articulados, con una capacidad mayor de pasajeros. Bogotá fue la 1ª metrópoli latinoamericana en ponerlo a funcionar un Metrobús de gran escala.

Aunque el “Plan Capital 450” había sido elaborado por la CCIT con el apoyo del PNUD, Ricardo Álvarez (1963), como alcalde del DC (2006 a 2014), tuvo que envolverse en la realización del plan, y para mejorar el déficit del transporte público en la capital decidió construir un Metrobús. En esta decisión, como en la creación de la funeraria del pueblo, para realizar la campaña política del programa de los ataúdes, estuvo influenciado por grandes y positivas obras colombianas. Sólo que él las puso en práctica con el único propósito que le sirvieran en sus intereses políticos personales y no para beneficio del DC.

El 31 de mayo de 2011, por medio del “Decreto No. 77-2011”, el gobierno de Porfirio Lobo Sosa (1947) aprobó la creación del Programa de Bus de Tránsito Rápido (BTR) o Metrobús para el casco urbano del DC, cuya gestión estaría a cargo de la Alcaldía Municipal del Distrito Central (AMDC) presidida por Ricardo Álvarez.

Se le dio el nombre de “Trans 450”, por ser uno de los elementos principales del “Plan Capital 450” Su plan de infraestructura urbana, con 3 tramos interconectados, constaba de carriles exclusivos para la circulación de las unidades del Metrobús, estaciones y paradas, puentes peatonales, aceras, parqueos y ciclovías, señalización para la seguridad vial de las personas, cableado subterráneo y espacios promocionales.

Un proyecto que hubiese podido hacer realidad parte del sueño de los capitalinos de resolver su problema de movilidad, si no se hubiese convertido en la pesadilla que ahora tienen. Y al reducir el tráfico en el centro de la capital también se hubiesen reducido las altas emisiones de GEI y los gases tóxicos que infectan la atmósfera. Contaminación que sigue aumentando en el DC.

La COP-21 en Paris, ha sido la más importante ya que el   12 diciembre de 2015 se redactó el “Acuerdo de Paris”, que fue negociado por la mayoría de los países miembros y cuya aplicabilidad comenzó en 2020 tras la finalización de la vigencia del Protocolo de Kioto, al que sustituyó: https://www.un.org/es/climatechange/paris-agreement

En noviembre de 2017, en la COP-22 en Marraquech, Honduras y los otros 47 países miembros del Foro de Países Vulnerables al Clima (Climate Vulnerable Forum, CVF) presentaron la “Visión de Marrakech”, la hoja de ruta para la descarbonización en la que se comprometían, entre 2025 y 2050, a convertir sus sistemas de suministro de energía en 100 % renovables y a alcanzar los 1,5°.  Sería interesante saber cómo andan los avances del gobierno de Honduras.

En noviembre de 2021, durante la COP-26 en Glasgow, Escocia, 100 países se comprometieron a detener y revertir la deforestación para el año 2030. El expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández (1968), presente en esa conferencia, no lo firmó. Xiomara Castro tampoco lo ha firmado. Con ello Honduras pierde doblemente: por un lado, no puede recibir fondos para la reforestación, y por el otro se permite que siga la desforestación incontrolada de nuestros bosques.

En esa misma conferencia Nasry “Tito” Asfura , como alcalde de la capital de Honduras fue reconocido como uno de los 100 latinos comprometidos con la acción climática, por lo que recibió el premio “Climate Positive”, otorgado por “Green Cross”, una ONG internacional, que según su página web se dedica a responder a los desafíos combinados de seguridad, pobreza y degradación ambiental para garantizar un futuro sostenible y seguro. Fue fundada en 1993 por el Premio Nobel Mijail Gorbashov (1931-2022) y tiene su sede en el Reino Unido.

Para mí es un verdadero enigma como Tito Asfura pudo hacerse merecedor de ese premio. Con los ecocidios que cometió en la el DC es una sanción y no un premio lo que se merece.

Moraleja del jefe indio Seattle (1786-1866) : «Sólo cuando el último árbol haya sido cortado, el último pez pescado, y el último arroyo envenenado, nos daremos cuenta de que no podemos comer dinero».

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