Por: Robin Berjon
BRUSELAS – La matemática Cathy O’Neil dijo alguna vez que un algoritmo no es más que la opinión de alguien incrustada en un código. Cuando hablamos de “los algoritmos” que impulsan Facebook, X, TikTok, YouTube o Google Search, en realidad estamos hablando de decisiones tomadas por sus propietarios sobre qué información debemos ver como usuarios. En estos casos, “algoritmo” no es más que un nombre elegante para una línea editorial. Cada medio tiene un proceso de obtención, filtrado y clasificación de la información que es estructuralmente idéntico al trabajo editorial que se lleva a cabo en los medios de comunicación -salvo que está, en gran medida, automatizado.
Este proceso editorial automatizado, mucho más que su contraparte analógica, se concentra en manos de multimillonarios y monopolios. Asimismo, ha contribuido a una lista bien documentada de males sociales, como la desinformación a gran escala, la polarización política y el extremismo, efectos negativos en la salud mental y la desfinanciación del periodismo. Y lo que es peor, los magnates de las redes sociales hoy están redoblando la apuesta, aprovechando la oportunidad de un entorno operativo libre de regulación bajo el mandato de Donald Trump para hacer retroceder los programas de moderación de contenidos.
Pero la regulación por sí sola no basta, como ha descubierto Europa. Si nuestro panorama mediático tradicional solo contara con un par de medios que despreciaran el interés público, no lo pensaríamos dos veces antes de utilizar todas las herramientas a nuestra disposición para fomentar el pluralismo de los medios. No hay razón para aceptar en las redes sociales y de búsqueda lo que no toleraríamos en los medios tradicionales.
Afortunadamente, están surgiendo alternativas. Bluesky, una plataforma de redes sociales más joven que recientemente superó los 26 millones de usuarios, se creó para el pluralismo: cualquiera puede crear un feed basado en cualquier algoritmo que elija, y cualquiera puede suscribirse a él. Para los usuarios, esto abre muchas ventanas diferentes al mundo, y la gente también puede elegir sus fuentes de moderación de contenidos para adaptarse a sus preferencias. Bluesky no utiliza sus datos para crear perfiles para los anunciantes, y si usted decide que ya no le gusta la plataforma, puede trasladar sus datos y seguidores a otro proveedor sin alteración alguna.
El potencial de Bluesky no se detiene ahí. El producto se basa en un protocolo abierto, lo que significa que cualquiera puede construir sobre la tecnología subyacente para crear sus propios feeds o, incluso, aplicaciones sociales completamente nuevas. Aunque Bluesky creó una aplicación de microblogging similar a Twitter en base a este protocolo, la misma infraestructura puede utilizarse para ejecutar alternativas a Instagram o TikTok, o para crear servicios totalmente novedosos -todo ello sin que los usuarios tengan que crear nuevas cuentas.
En este mundo digital emergente, conocido como “la ATmósfera” (llamada así por el protocolo AT subyacente), la gente ha empezado a crear aplicaciones sociales para todo, desde compartir recetas y reseñas de libros hasta blogs de larga duración. Y gracias a la diversidad de los feeds y herramientas que permiten a las comunidades o a terceros colaborar en la moderación de contenidos, será mucho más difícil que las campañas de acoso y desinformación ganen terreno.
Se puede comparar un protocolo abierto con las carreteras públicas y la infraestructura conexa. Siguen ciertos parámetros, pero permiten una gran variedad de usos creativos. La red de carreteras puede transportar mercancías o turistas, y ser utilizada por autos, autobuses o camiones. Podemos decidir colectivamente destinar una mayor parte de ella al transporte público, y por lo general solo hacen falta ajustes mínimos para dar cabida a autos eléctricos, bicicletas e incluso vehículos que no se habían inventado cuando se construyó la mayor parte de ella, como los scooters eléctricos.
Un protocolo abierto que funcione como infraestructura pública tiene propiedades comparables: nuestros feeds son libres de abarcar cualquier número de temas, reflejando cualquier número de opiniones. Podemos acceder a canales de redes sociales especializados en tejer, observar pájaros o acumular libros, o para un consumo más general de noticias. Podemos decidir cómo se utilizarán o no nuestras publicaciones para entrenar modelos de inteligencia artificial, y podemos asegurarnos de que el protocolo se gobierne colectivamente, en lugar de estar a merced de los caprichos dictatoriales de algún multimillonario. Nadie quiere conducir por una carretera en la que el carril rápido esté reservado para los cibercamiones y la extrema derecha.
Las “redes sociales abiertas”, como se las conoce, brindan la oportunidad de hacer realidad la promesa original de Internet: la agencia del usuario, no el control multimillonario. También es un componente clave de la seguridad nacional. Muchos países están lidiando con la realidad de que su infraestructura digital crítica (redes sociales, búsquedas, comercio, publicidad, navegadores, sistemas operativos, etc.) está subordinada a empresas extranjeras, cada vez más hostiles.
Pero incluso los protocolos abiertos pueden ser objeto de captura y manipulación corporativa. Sin duda, Bluesky tendrá que enfrentarse a las presiones habituales de los capitalistas de riesgo. Como señala su director de Tecnología, Paul Frazee, toda empresa de redes sociales con ánimo de lucro “es un futuro adversario” de sus propios usuarios, ya que recibirá presiones para priorizar las ganancias por sobre el bienestar de los usuarios. “Por eso hemos hecho todo esto, para que otras aplicaciones puedan reemplazarnos si esto ocurre y cuando ocurra”.
La infraestructura puede ser privada, pero solo puede ser gobernada adecuadamente por sus partes interesadas -de forma abierta y democrática-. Por esta razón, todos debemos poner nuestra mente en la construcción de instituciones que puedan gobernar una nueva infraestructura digital verdaderamente social. Por eso me he unido a otros expertos en tecnología y gobernanza para lanzar el Proyecto Atlas, una fundación cuya misión es establecer una gobernanza de las redes sociales abierta e independiente, y fomentar un ecosistema rico de nuevas aplicaciones sobre el “Protocolo AT” compartido. Nuestro objetivo es convertirnos en una fuerza compensatoria que pueda apoyar de forma duradera a las redes sociales operadas en el interés público. Nuestro lanzamiento va acompañado de la publicación de una carta abierta firmada por usuarios de Bluesky de alto perfil, como el actor Mark Ruffalo, y figuras de renombre en el ámbito tecnológico y académico, como el fundador de Wikipedia, Jimmy Wales, y Shoshana Zuboff.
Nuestros problemas digitales no tienen nada de esotérico. A pesar de las afirmaciones de la industria tecnológica, las redes sociales son medios de comunicación y deben atenerse a las mismas normas que esperamos de los medios tradicionales. La infraestructura digital es infraestructura y se la debe gobernar en el interés de la población.
Robin Berjon, exvicepresidente de Gobernanza de Datos de The New York Times y exvicepresidente del Consejo de Administración del W3C, es tecnólogo y experto en gobernanza. Sígalo en Bluesky en https://robin.berjon.com/.
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Criterio.hn y la revista Project Syndicate bajo una alianza de cooperación comparten artículos de sus columnistas Ver todas las entradas