Por: Filiberto Guevara Juárez.
A pocos días de celebrarse las elecciones generales en Honduras —país centroamericano y caribeño— el actual y siempre polémico presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió indultar de forma total al expresidente hondureño Juan Orlando Hernández Alvarado (JOH). Refiriéndose a la sentencia de 45 años de prisión y a la multa de 8 millones de dólares que pesaba sobre él, Trump declaró:
«Dijeron que fue un montaje del gobierno de Biden… Sea el país que sea, si alguien vende droga en ese país, eso no significa que deban arrestarse al presidente y encarcelarlo de por vida…”
¡Inaudito! ¡Increíble!
Estas expresiones resultan profundamente preocupantes, tomando en cuenta que la Fiscalía de Estados Unidos acusó a Hernández de conspirar con cárteles de la droga, quienes transportaron más de 400 toneladas de cocaína a través de Honduras rumbo a territorio estadounidense. A cambio, según los fiscales, JOH habría recibido millones de dólares en sobornos para favorecer su ascenso político.
El anuncio de Trump ocurrió en un momento crítico: dos días antes de las elecciones para elegir presidente, diputados y alcaldes en 298 municipios. Esto sucede mientras su administración se ha centrado en lo que él mismo ha descrito como una “campaña contra el narcotráfico en el mar Caribe”. Como parte de estos “esfuerzos”, el gobierno estadounidense mantiene una actitud abiertamente hostil hacia Venezuela, incluso amenazando con una intervención militar frente a sus costas para forzar la salida del presidente Nicolás Maduro, a quien han calificado como líder de una organización terrorista extranjera.
Pocas horas antes de las elecciones en Honduras, Trump publicó dos mensajes en su plataforma Truth Social, que impactaron profundamente la psicología del electorado. Aquellas declaraciones modificaron por completo el panorama electoral en un momento en que tres fuerzas políticas disputaban el poder: los partidos Nacional, Liberal y Libertad y Refundación (Libre).
Bastaron dos mensajes de Trump —uno respaldando al candidato Nasry Asfura y otro en contra de Salvador Nasralla (Liberal) y Rixi Moncada (Libre)— para que una parte considerable del electorado retirara su apoyo a estos últimos y lo trasladara a Asfura. El resultado fue que el partido Libre, a pesar de los avances logrados en menos de cuatro años de gobierno, terminó relegado al tercer lugar.
Esto ocurrió a pesar de que el gobierno de Libre había impulsado medidas sociales significativas: subsidio del servicio de energía para 900 mil familias pobres, rebaja del 28.8% en las tarifas eléctricas para la clase media, una inversión pública histórica que incluyó más de 2,400 km de carreteras, la reparación o reconstrucción de más de 5,000 centros educativos destruidos por gobiernos anteriores, y el inicio del proyecto para la construcción de ocho hospitales públicos. Los organismos internacionales incluso reconocieron una reducción de la pobreza de más del 10%.
Paradójicamente, fue precisamente el gobierno anterior —dirigido durante ocho años por el ahora exconvicto por narcotráfico Juan Orlando Hernández— el que Trump decidió “exonerar” con un indulto. Una contradicción difícil de comprender, que deja a muchos hondureños preguntándose qué pecado está pagando el país para merecer semejante castigo político.
El comportamiento del electorado hondureño el domingo 30 de noviembre resultó particularmente extraño e inesperado, notablemente influenciado por sectores de la prensa —algunos periodistas acusados en el caso de corrupción “Hermes”— que continúan gozando de total impunidad y prestigio.
Un país atrapado en un ciclo histórico
La situación es aún más preocupante cuando se recuerda que Honduras ha sido gobernada por el bipartidismo Nacional–Liberal por más de un siglo. Bajo ese control, el país ha llegado a convertirse en el segundo más pobre del continente americano, únicamente superado por Haití.
¿Qué camino queda?
Ante este panorama, solo queda pedir que Dios ampare al pueblo hondureño, noble, trabajador e ingenuo, cuya diáspora envía diariamente remesas para sostener la economía nacional. Las remesas representan aproximadamente el 25% del PIB, fruto del esfuerzo de miles de hondureños que, con sangre, sudor y lágrimas, apoyan desde el extranjero a sus familias en Honduras.
Dios tenga misericordia de Honduras.





