Las mujeres siguen asumiendo la mayoría de las responsabilidades del hogar

El cuidado y las tareas del hogar siguen recayendo principalmente en mujeres, quienes ajustan su tiempo y oportunidades laborales para asumirlas. La falta de servicios públicos y la rigidez de los empleos formales mantienen invisible este trabajo, que sostiene a familias y economías sin recibir reconocimiento ni compensación.

Por: Doris Sánchez

Tegucigalpa.- La organización del cuidado dentro de los hogares continúa basándose en roles tradicionales que, de forma silenciosa y cotidiana, asignan a las mujeres la mayor parte del tiempo y de la carga men. Esta distribución, que muchas veces se asume como “normal” termina moldeando su disponibilidad para estudiar, ascender o permanecer en empleos formales.

El trabajo doméstico y de cuidados recae principalmente en las mujeres e incluye tareas como preparar alimentos, mantener el hogar y atender a niñas, niños o familiares dependientes. Estas actividades son fundamentales para el funcionamiento cotidiano de los hogares y permiten que otros miembros puedan cumplir con sus responsabilidades laborales o educativas. Sin embargo, este trabajo no se refleja en las estadísticas económicas ni recibe reconocimiento social o salarial, a pesar de su contribución directa al bienestar y la estabilidad de las familias. 

El trabajo doméstico y de cuidados recae principalmente en las mujeres, quienes combinan la preparación de alimentos, la limpieza y la atención a familiares dependientes, una labor fundamental, pero invisibilizada. 

Esta distribución desigual no surge de un acuerdo establecido entre las personas de la casa, sino que se ha ido consolidando con el tiempo, transmitiéndose de generación en generación. Los cambios sociales han impulsado una mayor participación de los hombres en estas tareas, pero aún existe una distancia clara en la cantidad de tiempo que dedica cada quien. Esa diferencia muestra que la raíz del problema no está únicamente en la voluntad individual, sino en expectativas sociales que siguen asignando a las mujeres la responsabilidad principal del cuidado. 

Cuando el cuidado ocupa gran parte del día, muchas mujeres deben reorganizar su vida profesional para ajustarse a esas exigencias. Esto puede significar renunciar a cursos de formación, dejar pasar oportunidades de ascenso o aceptar puestos sin posibilidades de crecimiento. El efecto no depende del talento o el esfuerzo, sino del tiempo disponible, un recurso limitado cuando la mayor parte del trabajo en casa recae sobre una sola persona.

Con el paso de los años, estas decisiones inevitables van marcando diferencias en los ingresos y en la estabilidad laboral. Para equilibrar responsabilidades, muchas mujeres optan por empleos de jornadas parciales o con menor remuneración, lo que influye directamente en la brecha salarial. Este impacto no se detiene en el presente: la reducción de ingresos se refleja después en pensiones más bajas y menos independencia económica en la vejez. 

Gabriela Pineda deben aprobar leyes porque no hay un salario establecido y se paga según las condiciones de los empleadores. Los salarios varían entre 3,000 y 6,000 lempiras para quienes tienen dormida adentro, y cuando es por días, se paga alrededor de 500 lempiras llevando nuestro propio almuerzo. Foto: Jorge Burgos/Criterio.hn

Gabriela Pineda Coordinadora de la Red Trabajadoras Domésticas manifestó que el trabajo doméstico más duro es el que es con dormida adentro, porque lo más difícil es la privación de la libertad y la injerencia en la toma de decisiones, especialmente cuando son menores de edad. Muchas empleadoras se consideran buena gente y ofrecen estudio y apoyo, pero en la práctica sigue existiendo privación de libertad. 

Pineda explicó que anualmente hacen un pequeño diagnóstico en los parques de Tegucigalpa, donde ven que las compañeras con dormida adentro solo van dos o tres veces al año a sus lugares de origen, dependiendo de si la patrona sale en navidad o en feriados. Además, suelen ser retiros sin derecho al goce del salario.

También manifestó que deben crear leyes para regular el trabajo doméstico. Deben crear y proponer las certificaciones de competencias laborales, porque para un reconocimiento social y jurídico se necesitan leyes. 

“Desde 2015 hemos estado renegociando para que exista una regularización conforme al Código del Trabajo, que dice muy poco sobre el trabajo doméstico realizado por mujeres. El reconocimiento social, jurídico y político del trabajo doméstico es fundamental”,recalcó Pineda.

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HORARIOS RÍGIDOS Y SERVICIOS DE CUIDADO INSUFICIENTES MANTIENEN LA CARGA DESIGUAL SOBRE LAS MUJERES

Las empresas que mantienen horarios rígidos dificultan que las personas encargadas del cuidado puedan equilibrar sus responsabilidades. Para muchas mujeres, cada salida del trabajo implica coordinar quién recogerá a los niños, como atender a un familiar enfermo o qué hacer cuando surge un imprevisto. La falta de opciones de flexibilidad provoca tensiones que acumulan y, en ocasiones, obligan a abandonar empleos formales que no se ajustan a su realidad. 

El problema se agrava cuando los servicios de cuidado infantil son insuficientes o demasiado costosos. La falta de guarderías accesibles hace que el hogar se convierta nuevamente en el único espacio posible para resolver el cuidado, y esa responsabilidad recae sobre la mujer. 

La sobrecarga de cuidados impacta en la discapacidad y en la percepción laboral de las mujeres, generando un desgaste que muchas veces pasa desapercibido. 

La distribución desigual del cuidado no solo se refleja en la rutina de cada hogar, sino también en los indicadores económicos y en la forma en que se organiza la vida laboral. Cada hora dedicada a estas tareas amplía la distancia entre las oportunidades disponibles para hombres y mujeres, y limita la participación plena de ellas en distintos ámbitos. Aunque el problema es visible en cifras, su impacto se percibe sobre todo en las historias cotidianas de quienes deben ajustarlo todo para cumplir con ambas responsabilidades. 

Enfrentar esta desigualdad implica reconocer que el cuidado no es un asunto privado, sino un pilar que sostiene al resto de la sociedad. Políticas de apoyo, servicios accesibles y estructuras laborales más flexibles permitirían distribuirlo de manera más justa. Dar este paso no solo aliviaría la carga de quienes cuidan, sino que abriría posibilidades reales para que más personas puedan desarrollarse sin que su tiempo quede condicionado por expectativas de género que ya no reflejan la realidad actual.

La sobrecarga de cuidados también influye en cómo se percibe a las mujeres dentro del trabajo. En muchos espacios persiste la idea que estarán menos disponibles o que tendrán dificultades para asumir ciertas tareas porque en casa ya cargan con gran parte de las responsabilidades. Aunque estas suposiciones no siempre se digan en voz alta, terminan afectando decisiones sobre quién recibe proyectos, quien accede a capacitaciones o quien es considerado para un ascenso. 

Así, el entorno laboral para las mujeres sigue reproduciendo desigualdades que no tienen que ver con la capacidad profesional, sino con expectativas instaladas sobre el rol que deberían cumplir. Esto crea un círculo difícil de romper: se reducen las oportunidades y, al mismo tiempo, se refuerza la idea que las mujeres deben ocupar puestos con menos exigencias y menor reconocimiento. 

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María Luisa Regalado menciona que a nivel social no hay opciones porque los hombres están educados para que sean las mujeres quienes realicen el trabajo doméstico. Incluso en organizaciones mixtas, las encargadas de estas tareas siguen siendo las mujeres. El Estado no ha asumido su responsabilidad en ese tema.

La Coordinadora de la Colectiva de Mujeres Hondureñas CODEMUH  María Luisa Regalado “añadió que las mujeres tienen serios problemas. Hay trabajadoras de maquila que tienen hasta diez o más padecimientos; cuatro o cinco son de origen laboral y el resto tiene que ver con problemas personales. 

Esta situación les afecta física y psicológicamente porque aumenta el nivel de estrés. Son dos cargas: una en el trabajo y otra en la casa. Tienen que cumplir metas de producción y mantener una producción impecable, y a la vez están pensando en sus hijos e hijas. Eso genera un estrés tan fuerte que ya no es solo estrés, es estar quemada, por el descuido de su salud y los problemas emocionales. Además, el nivel de pobreza afecta; entre más hijos tiene una mujer, mayor es la responsabilidad para sobrevivir con lo que gana en una maquila”. 

Expresó que la escasez de guarderías y centros de cuidado infantil afecta a las mujeres porque estos lugares no se ajustan a sus horarios, ya que ellas trabajan en horarios diversos y salen tarde, mientras que las guarderías exigen recoger a los niños a horas fijas y no permiten flexibilidad; además, no deberían ser lugares donde solo se “guarden” a los hijos, sino centros de desarrollo infantil con recreación y fortalecimiento de destrezas, accesibles y con horarios acordes a las necesidades de las mujeres.

También hizo mención que los centros de cuidado infantil no están adaptados a los horarios de las mujeres. En las maquilas los horarios no son de ocho horas; las mujeres salen a las 7:30 de la noche o más tarde. Entrar a las 7 de la mañana significa salir de casa a las 6 de la mañana.  

Aunque no aparezca en estadísticas, sus efectos se sienten en la salud y en la continuidad de la vida profesional. Este nivel constante de responsabilidad muestra que el problema no solo está en el tiempo disponible, sino también en el esfuerzo emocional que requiere sostener la organización del cuidado sin apoyos suficientes.

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