Por: Irma Becerra[1]
Gilberto Ríos de LIBRE, ha dicho en un twitter reciente que la decisión de la presidenta Xiomara Castro de entablar relaciones con China Popular “es una necesidad histórica y no un capricho ideológico”. Nuevamente nos vemos en el deber de esclarecer qué es necesidad histórica en filosofía para diferenciarla del slogan que utiliza la ideología política para sus fines populistas.
La necesidad histórica en filosofía es una ley objetiva de la determinación material de la historia acerca de lo que se tiene que hacer o lo que tiene que surgir en la historia debido a condiciones intrínsecas de valor interno del mundo y la sociedad que no dañan a éstos últimos ni los exponen o ponen en peligro. Por eso, la necesidad histórica no implica solamente decisión individual subjetiva por parte de un individuo con poder como el gobernante o el político, sino que es la coincidencia de una situación histórica específica con los fines primordiales universales de la humanidad, por lo que la acción tiene que realizarse y ocurrir forzosamente o de manera determinante en la historia. Por ello la necesidad histórica no se puede realizar, como ninguna de las otras leyes de la historia, al margen de la verdad histórica objetiva ya que implica una ley determinante en una relación dialéctica con la libertad de la que es su complemento intrínseco y necesario.
En este sentido, no hay necesidad histórica sin libertad y sin conciencia moral y verdad. La conciencia moral, como señala Kant, “es un instinto de juzgar (urteilen) válidamente (rechtskräftig) y conforme a las leyes morales; este instinto emite una sentencia judicial y, al igual que el juez en un tribunal, sólo puede absolver y castigar, más no recompensar. El juicio de la conciencia es legítimo cuando es sentido y puesto en práctica” (Immanuel Kant, Lecciones de Ética, Barcelona: Editorial Planeta, pág. 171). En consecuencia, la voz de la conciencia o conciencia moral (Gewissen) “es un instinto: el de juzgarse a sí mismo conforme a la ley moral. No es una mera facultad, sino un instinto, y no un instinto de formarse un juicio (urteilen) sobre uno mismo, sino de someterse a una especie de proceso judicial (richten). Poseemos la capacidad de juzgarnos a nosotros mismos conforme a leyes morales” (Ídem, pág. 169). Y el poder juzgar nuestros propios actos para ver si son afines con la ley moral universal es lo que nos hace ser seres morales y racionales que pueden construir libertad y necesidad humanas.
Lo anterior significa que como ninguna ley de la historia, por objetiva que sea, puede realizarse al margen de la conciencia moral, estamos en la obligación de tomar decisiones sobre todo políticas, después de haber escuchado la voz de nuestra conciencia y habiéndonos juzgado a nosotros mismos para no actuar caprichosa, falsa y subjetivamente. Esto significa elegir y tomar decisiones haciendo caso a la advertencia de la ley moral que nos indica que una situación política determinada no se encuentra a la altura de la necesidad histórica como ley objetiva determinante porque viola la conformación de la federación no egoísta y cosmopolita de la historia universal, ya que divide más a la humanidad y no la fortalece o unifica, no puede ser legítima. Los imperialismos dividen más y fragmentan a la humanidad, no la unen ni fortalecen, por eso no son legítimos históricamente y deben desaparecer. Y las guerras impiden e interrumpen el progreso y el perfeccionamiento moral del individuo y de la humanidad, por lo que, sobre todo en la era nuclear no son recomendables: no constituyen una necesidad histórica para el ejercicio y la práctica de la libertad humana.
En consecuencia, la pregunta no es solamente si la decisión de la presidenta es una necesidad histórica o un capricho ideológico, sino más bien si esa necesidad histórica tiene que ver con la verdad y realidad igualmente históricas de si ¿China es o no una potencia con propósitos imperiales como USA y Rusia? Se trata de que decidirse por una supuesta necesidad histórica de aliarse con el imperialismo chino no coincide con el fin primordial universal de la humanidad de vencer y superar todos los imperialismos existentes y ello, no es, por tanto, una decisión moralmente aceptable y correcta que se obtenga del instinto natural de la voz de la conciencia que nos alerta y dice en base a las leyes morales que dicha decisión está mal.
El individuo, cada persona, pero más el político, tiene una responsabilidad moral que cumplir en cada una de las decisiones que toma o que elige. Y esa responsabilidad no es solo individual sino, además, colectiva porque tiene y adquiere consecuencias globales que afectan a la mayoría de la población que tiene a su cargo. Así que la pregunta es si esta decisión de la presidenta que hemos catalogado desde la filosofía como caprichosa, ideológica, voluntarista, falsa y subjetiva y, por lo tanto, no como necesidad histórica, puede llevarnos al perfeccionamiento ético de Honduras y no solo a un florecimiento económico parcial que, a corto y largo plazo, nos costaría demasiado caro.
Pensamos que la alianza con el totalitarismo chino no nos llevará a mayor libertad porque nos impediría nuestro perfeccionamiento moral al someternos a nuevos yugos externos a nuestra conciencia nacional e idiosincrasia.
El asunto es si China hace la guerra o la paz, si usa la violencia militar y la violencia de la corrupción para anexarse territorios y aliados. Porque la guerra es injusta ya que como ya dijimos antes, interrumpe el desarrollo de la perfección moral del género humano. No constituye una ley objetiva de la determinación histórica o ha dejado de serlo ahora en la era nuclear. Se ha convertido en una decisión subjetiva que solo adquiere carácter de necesidad histórica en caso de la guerra de defensa a una intervención militar directa de un adversario carente de conciencia moral que se regocija con el mal amoral y no con el bien moral, como Putin. Pero aún así, en la era nuclear y atómica las guerras no son fines en sí mismos sino puros medios no legítimos y por eso no son recomendables.
Esperamos que la presidenta Xiomara Castro se someta al análisis de juicio de su voz de la conciencia y no decida al margen del derecho y de la ausencia de conciencia moral. Ello, porque no debe quitarle a Honduras su deber de ser, por su nombre, la potencia pensante de la Humanidad en su evolución hacia una libertad intrínsecamente alejada de lo que nos hace menos humanos y menos demócratas.
También, y hablando de falta de moralidad y conciencia moral, al cierre de este artículo, hemos sabido que en Nicaragua, Daniel Ortega, ha cerrado más de 20 universidades privadas en todo el país, confiscando incluso sus bienes y propiedades. Este dictador, que se regocija con el mal amoral, ha perdido la voz de su conciencia y hace la guerra, no la paz. No se puede liderar sin ética y sin conciencia moral de la libertad porque solo la libertad con conciencia moral es la verdadera necesidad histórica.
[1] Irma Becerra es Licenciada en Filosofía por la Universidad Humboldt de Berlín y Doctora en Filosofía por la Westfälische Wilhelms Universität de Münster, Alemania. Es escritora, catedrática universitaria y conferencista. Ha escrito numerosos libros y ensayos sobre temas de política, filosofía y sociología.
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Escritora y filósofa hondureña. Doctorada en filosofía por la Universidad de Münster, Alemania. Es directora de la Editorial Batkún, fundada por su padre, el escritor e historiador hondureño Longino Becerra. Su mas reciente libro “En defensa sublime de la mujer” Ver todas las entradas