Kurt Cobain, músico rockero norteamericano, se suicidó el 5 de abril de 1994, dejando huérfana a su pequeña hija Frances. Con ello, este anti-héroe adicto a la heroína ponía fin a una vida de excesos, autodestrucción y furia, reflejada en unas letras de canciones con las que había intentado denunciar la podredumbre del sistema capitalista, especialmente de los Estados Unidos de América. Durante toda su vida había querido parecer un hombre rudo y furibundo, que no lo era, y repetía incesantemente frases de muerte y culto a lo oscuro, como una frase que aparece casi en todas sus entrevistas: “Me odio a mí mismo y quisiera estar muerto”.
Baste este ejemplo existencial, entre muchos otros músicos, especialmente del género del pop, rock, metal y en la actualidad, el rap y el reguetón, para evidenciar que la música antisistema caracterizada por sus excesos, suciedad, furia y vulgaridad, con las que supuestamente se reflejan la represión, la explotación, la discriminación racial y la desigualdad que agobian a las personas que viven en el sistema capitalista-imperialista-neoliberal, y que intenta ser una forma de rebelarse de los jóvenes ante el autoritarismo y el totalitarismo de la sociedad que el sistema capitalista engendra y alimenta, esta música repetimos, lejos de lograr horadar las entrañas del monstruo, más bien sucumbe al intento y lo que en realidad logra es fortalecer y consolidar la economía capitalista como tal.
De hecho, la contracultura del amor duro, rockera, pop y metal de los años ochenta y noventa del siglo XX, con su consumo de drogas duras como el LSD y la heroína, así como con su obsesión con los pensamientos negativos y autodestructivos en las letras de sus canciones, lo que logró fue que emergieran generaciones de jóvenes rebeldes enfermos, autodestructivos y violentos que no se organizaron políticamente contra el sistema capitalista sino que sucumbieron agobiados en su adicción, vicios y vida promiscua, al parecer, ignorando que el sistema capitalista cumple desde la música de la contracultura, 4 funciones esenciales para su propia reproducción:
- Transmite la falsa ilusión a sus adeptos, generalmente adolescentes y jóvenes que se alzan contra sus padres conservadores, competitivos y autoritarios, de rebelarse “eficazmente” contra todo el sistema, recreando así o de ese modo, una emancipación que se nombra a sí misma feliz y liberadora desde la autodestrucción moral, mental y espiritual para “vengarse de los que sostienen al capital”.
- Hace aparecer al sistema imperante como muy tolerante y democrático, en cuyo interior se pueden armar toda clase de berrinches autodestructivos sin padecer mayores consecuencias punitivas con ello.
- Unido a lo anterior, el sistema capitalista aparece, a la vez, como imperturbable y firme, intocable y sólidamente consolidado en sus cimientos y fundamentos, ya que se produce un círculo vicioso de rebeldía, adicción, gritos, aullidos y golpes que lleva al fortalecimiento solo de la violencia auto infligida, que deja intacta una represión y unos miedos autoritarios que permanecen y continúan violentando a las personas hasta ocasionarles la muerte.
- De ese modo, el sistema capitalista, que, en estos casos resulta el verdadero vencedor de la carrera autodestructiva, se deshace indirecta y cómodamente del excedente humano que no necesita más que para capitalizar y privatizar el talento, hundiéndolo en la adicción, la violencia y la enfermedad, alimentándose de las ganancias que producen los individuos, sujetos y ciudadanos enfermos, mientras sus víctimas mueren creyendo que han logrado herir y horadar las bases internas del capitalismo. Un ejemplo de ello, son los muchos rockeros obsesionados con la muerte que han fallecido jóvenes, la mayoría por suicidio, como los del llamado “club de los 27” que se han matado al cumplir los 27 años, igual que Kurt Cobain.
De esta manera, la economía capitalista se apropia de la música para mercantilizarla y comercializarla al máximo sin que los músicos logren hacer de su arte obras de expresión de principios de defensa de la vida digna, bella y libre de adicciones, que pudiera, en verdad, llegar a horadar y debilitar al sistema en cuestión y a todo su aparato propagandístico comercial a nivel mundial. ¿Qué puede hacer, entonces, la música, para ser una obra de arte total que invada y penetre las entrañas del capitalismo y el imperialismo y devenga un arma pacífica política para su debilitamiento interno?
Pues, en primer lugar, no debe ser autodestructiva ni incitar a la muerte, la autolesión o la violencia auto infligida, ni a una vida dura y loca sumida en el exceso, la adicción, el vicio y la furia, sino más bien establecer una Ética de la Convivencia Artística que desde la decencia moral y el bienestar mental, emocional y sicológico, pueda crear letras de verdadera protesta contra todo aquello que Hollywood no se atreve a desenmascarar. Es decir, crear arte musical para exigir que esta empresa de cine estadounidense haga películas de crítica a las grandes empresas, trust y oligopolios del sistema capitalista-imperialista y no solamente películas de crítica a las consecuencias y problemas sociales resultantes y colaterales de este dominio económico hegemónico.
En segundo lugar, crear letras de canciones que contengan estrategias políticas de unión de la sociedad y los ciudadanos para organizarse políticamente contra el sistema capitalista mundial, estrategias de pensamiento lento, que sean reflexivas, para existencias que trasciendan el dolor y el sufrimiento no para que recreen, admiren y apologicen a éstos últimos.
En tercer lugar, crear letras de canciones que contengan tácticas de sentido no polarizantes de pensamiento rápido, es decir, en las que se reflejen las formas concretas de la desobediencia civil y su legitimidad ante la violencia estructural. Esto implica el dejar atrás la repetición en las canciones de frases lúgubres y siniestras de culto a la muerte y a la fuerza bruta, solo para parecer interesante o muy valiente.
Y, en cuarto lugar, crear letras de canciones que inspiren al fortalecimiento de un pensamiento intermedio, lento y rápido, que no se contente con las emociones efímeras, superficiales, negativas y aceleradas que imperan en la actualidad, sino que exija contenidos políticos, éticos y sociales profundos, críticos, reflexivos y filosóficos que superen y vayan más allá de lo que Nancy Fraser, ha llamado el capitalismo caníbal que devora a sus propias criaturas.
El capital se apropia de la esfera pública y privada, y actúa con una fuerza caníbal, al someter toda la existencia humana a simple mercancía y objeto de consumo rápido y violento. Especialmente, en la actualidad, en la era de Internet, dicho canibalismo se expresa en Ia red donde pululan los audios y videos posteados que exhiben actividades de maltrato, tortura y asesinato de animales, personas, y naturaleza en general. Esto demuestra que el nivel de seducción y fascinación sádico destructiva propias del capitalismo han aumentado, y hoy tenemos un nuevo grado de violencia autodestructiva y criminalidad, que el propio sistema socialista no ha logrado derribar ni criticar a fondo para que se ponga fin al sistema capitalista-imperialista como estructura injusta e inhumana de la historia de la Humanidad y emerja el socialismo como verdadero sistema alternativo.
Kurt Cobain escribió, en su carta de despedida, que “ya no sentía pasión por escribir y tocar música y no quería mentirle a su público” y que “es mejor arder que apagarse lentamente”. Tal vez tenga razón para su propio caso y condición individual, pero quemarse rápidamente al igual que apagarse lentamente no constituyen vidas ni muertes dignas de lucha contra el mal que nos oprime. Es preferible crearse un orden interior de paz mental tanto lento como rápido, equilibrado que nos provea del descanso necesario para poder crear verdadera cultura musical revolucionaria y antisistémica liberadora entendida como obra de arte total, y cuya máxima ética podría ser la siguiente: “Intenta darle suma importancia al contenido de las letras de tus canciones, porque ellas son la expresión no solo de tu voz interior sino de la forma en que tu conciencia y tu alma desinteresadas cantan y tocan música para vencer eficazmente todo lo que nos hace daño”.
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Escritora y filósofa hondureña. Doctorada en filosofía por la Universidad de Münster, Alemania. Es directora de la Editorial Batkún, fundada por su padre, el escritor e historiador hondureño Longino Becerra. Su mas reciente libro “En defensa sublime de la mujer” Ver todas las entradas