Por: Irma Becerra
Haití parece haber perdido su memoria individual e histórica. El país de la isla caribeña, se ha sumido en un Estado fallido, resultado de la corrupción de sus “élites” locales, la ayuda humanitaria fallida y el contrabando de armas, y deja de ser la “conciencia negra de América Latina” para sucumbir ante el terror y la violencia estructurales internas, sobre todo provocada por el pandillero Jimmy “Barbacuá” Cherizier, que está a punto de tomar por asalto a la capital haitiana, Puerto Príncipe.
De nuevo las disputas internas entre varios grupos armados, así como un Estado que no representa a sus ciudadanos y la competencia desmedida por parte de varias empresas colonizadoras extranjeras unido a un cúmulo de intervenciones militares, nos demuestran una vez más, que las correlaciones sistémicas no se pueden “medir” al margen del poder político y económico en el que tienen lugar y al que obedecen; y, que, su racionalidad interior es una lógica sin tregua que no contiene sentido verdadero de la trascendencia filosófica universal, sino que se atiene a intereses muy particulares y diversamente egoístas y mezquinos.
Lo anterior también nos demuestra que una economía capitalista-imperialista y, de hecho, cualquier economía que se realiza al margen y por encima del sentido de justicia de la fraternidad humana, entendida esta última como un Conglomerado Universal que tiende, evoluciona y lleva a todos por igual a gozar del bienestar económico y el final de la pobreza mental y social, y la desigualdad, una tal economía particularista y meramente cuantitativa, carece de todo futuro y es un ciego elemento de discordia interna entre sus mismos adláteres.
Desde esta perspectiva, no olvidemos nunca el significado de la fraternidad como aquél que reside en: “el pueblo es el que más ordena”, de la Revolución de los Claveles en Portugal, el 25 de abril de 1974, y con el que se estableció, el pacifismo militante activo de los pueblos y los ejércitos militares que luchan por ella.
Esto significa que el pueblo ordena la fraternidad porque la estabilidad y la paz, así como el control de los ejércitos, siempre serán asunto suyo. Toca, pues, al pueblo haitiano levantarse en una revolución y una rebelión pacíficas, electorales y armadas a la vez, para derrocar, junto a la policía y el ejército haitianos, a las bandas criminales que campean por la ciudad capital y desarmarlas en su bregar furibundo y desalmado contra las principales instituciones del país. No podemos dejar el mundo en manos de individuos tan duros mázalas como “Barbacuá” Cherizier, porque es la fuerza bruta de una memoria individual corrupta y oportunista la que los guía y no la fuerza del corazón unido fraternalmente a la razón de una memoria individual interiorizada en la fuerza de la libertad de la memoria histórica.
Haití debe recuperar su memoria individual e histórica, que nunca ha estado en venta ni estará, y ello dentro del Conglomerado Universal de la Fraternidad Humana como sentido de justicia plena y global evolutivas de la historia misma. Haití debe liberarse del neocolonialismo neoliberal y convertirse en una nación soberana e independiente, como el resto de los países neocolonizados por los imperios occidentales.
Ello, porque cada país neocolonizado en nuestra América Latina, África, Asia y el Medio Oriente, es un insulto al legado de todos nuestros próceres, especialmente, al legado del más consecuente de ellos, el General Francisco Morazán Quesada, que no sólo pretendía liberar sino, además, unir a las naciones esclavizadas por el capital occidental.
En este sentido, la recuperación de la memoria individual e histórica implica eliminar cualquier pretensión, sea esta nacional o extranjera, de conquista de “El Dorado” de nuestros países y ciudadanos que los componen, para hacer robos millonarios de nuestros recursos naturales y cognitivos. La Torre Morazán, en el Boulevard del mismo nombre, en el centro de la capital de Honduras, Tegucigalpa, debe convertirse en un símbolo de independencia que acabe con la complicidad de los falsos políticos corruptos hondureños que venden nuestro país al mejor postor, como con las ZEDES, y lo corrompen para beneficiarse de la violencia estructural que ello produce.
Pongamos un alto y un stop a ese falso café antihondureñista, y produzcamos y exportemos productos con capital cognitivo revolucionario independentista de mensajes pedagógicos, para asumir de forma real y realmente los retos y desafíos del siglo XXI: ¡Por una Dignidad Infinita de la Humanidad!
Qué el caso de Haití nos sirva de lección para pensar siempre antes en las consecuencias de nuestras acciones, y no realizar primero estas últimas y pensar después, como creía correcto la ex ministra de la India, Indira Gandhi, que debería hacerse.
Dejemos que la memoria de todas las injusticias, individuales y colectivas, venga surcando y emergiendo nuevamente desde lo que vale como lección positiva de resguardo permanente contra lo negativo y lo destructivo. Dejemos que la memoria venga tal como esta es, como una amiga que nos habla con verdad para alertarnos acerca del momento incorrecto y erróneo en que nosotros mismos nos encargamos de destruir y pisotear el Conglomerado Universal de la Fraternidad Humana desde una Dignidad Infinita. ¡Viva la Independencia de Haití!
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Escritora y filósofa hondureña. Doctorada en filosofía por la Universidad de Münster, Alemania. Es directora de la Editorial Batkún, fundada por su padre, el escritor e historiador hondureño Longino Becerra. Su mas reciente libro “En defensa sublime de la mujer” Ver todas las entradas