La guerra del fútbol

La guerra del fútbol

Por: Juan Carlos Zelaya

No hay peor pérdida de tiempo y de vidas que las guerras inútiles. Los estadios de Honduras se han vuelto campos de concentración light; cuya alegría previa al borde de la muerte dura tan solo 90 minutos en los cuales los aficionados en levedad de la felicidad y el grito se visten de colores según la camiseta del equipo del opresor que les presta en dos tiempos su euforia.

Durante la refriega de pan y circo, gritan cánticos lúgubres venidos de Argentina y Uruguay como presagio a la encarnizada lucha que tendrán en las afueras del circo hondureño.

La violencia no parece tener fin sea que pierda gane o empate un equipo con el vecino. Aunque no podemos obviar ni aislar este hecho de la realidad que vivimos en donde el despojo y la corrupción orilla a los jóvenes a buscar una salida o un escape a toda la frustración a la que están sometidos por la dictadura que violentamente práctica un robo sistematizado.

Las calles se convierten en escenarios de luchas campales en donde casi niños pelean como gladiadores romanos en una lucha que no entienden y dan su vida por jugadores engreídos que ni siquiera les dirigen la palabra.

Siempre el fútbol fue un deporte de tranza, de juego sucio, de «dame que te daré» siempre los jugadores -con honrosas excepciones- fueron mercenarios en donde el beso del escudo del club en el lado del corazón de la camiseta fue el beso distintivo del que traicionó al Nazareno.

Lejos están las tardes de Tegucigalpa en la que las familias se reunían para ver jugar a los equipos de antaño mucho antes que se convirtieran en mafias en que en algunos casos son lavadoras de activos que permanecen en la impunidad. Cada jornada futbolera exige la sangre inocente de por lo menos dos aficionados para que valga la pena el espectáculo.

Todo esto pasa a vista y paciencia de las autoridades que no les interesan los ríos de sangre derramada pues la misma es sangre de los pobres o de los esclavos como nos identifican los empresarios del patio.

En Uruguay el presidente de entonces Mujica; en una medida sugerida con especialistas decidió dejar de dar protección oficial a los partidos en donde participaran «Las Barras Bravas» del oriental país hermano, la decisión, aunque controversial pareciera que ha reducido ese tema tan candente en el mundo.

No entienden esos cipotes que no vale la pena pelear por cuestiones tan simples -aparentemente- como por un partido de fútbol; aunque no solo una vez se han desatado pasiones a partir de que 22 muchachos encienden la guerra al empezar a rodar una pelota de cuero.

  • Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas

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