Por: Rodil Rivera Rodil
Aparte de la grosera injerencia del presidente Trump en las pasadas elecciones, el recuento de votos avanza con lentitud desesperante y con los dos partidos tradicionales -con el CNE bajo su absoluto control- enfrascados en cada vez más duras inculpaciones mutuas de fraude y zancadillas. Y como, según afirman, ambos ganan con el 100% de las actas, la única solución democrática será, entonces, que elijamos a los dos candidatos como presidentes, uno de la Honduras de acá y el otro de la de allá, como seguramente lo recomendaría el resucitado JOH. Lo cierto, amable lector, es que, también por la información que ellos mismos ofrecen, no cabe duda de que se dieron gusto trasteando actas. Según el CNE, tenían que revisarse más de 5000 de ellas con cerca del millón de sufragios, equivalentes a la tercera parte del total.
La verdad histórica, hay que reconocerlo, es que casi siempre ha habido fraude, con la única diferencia de que en esta oportunidad el mismo provino, primero, del bipartidismo contra Libre, y después, como en los viejos tiempos, de uno contra el otro. Que es lo que el ingeniero Nasralla no acaba de entender, pensó que la cosa era solo contra su antiguo aliado, lo que explica su ingenua incredulidad y la descontrolada irascibilidad con que ve tambalearse su ansiado anhelo de convertirse en presidente.
Libre debe asumir el resultado final con la entereza digna del cambio que representa, pero, sobre todo, con tino y habilidad política. Y, en todo caso, está obligado a enmendar los errores que indudablemente cometió, sin olvidar, desde luego, la enorme cruzada de descrédito contra su gobierno que la derecha desencadenó prácticamente desde sus inicios. Y más exactamente, desde que se emitió la ley especial de la energía eléctrica el 16 de mayo del 2022 que frustró su privatización iniciada por el expresidente Hernández y disgustó a los empresarios de la energía que tenían planeado quedarse con ella.
La campaña infundió en el imaginario colectivo una suerte de odio hacia Libre que logró poco menos que satanizarlo. Como es conocido, en esto reside el gran poder de los medios de comunicación, que mediante técnicas psicológicas de repetición incesante pueden insertar en los grupos sociales pensamientos y sentimientos de carácter político, comercial o cultural, con tal fijeza, que sus integrantes los absorben y procesan igual que si fueran suyos, aun cuando sean contrarios a su idiosincrasia e intereses. Así les es posible inducir a los pobres a que, paradójicamente, voten por candidatos y partidos de la ultraderecha.
He observado a lo largo de estos días a diversos presentadores de televisión y a dirigentes políticos, mayormente del Partido Liberal, solazarse grandemente con lo ocurrido a Libre, obviando que, pese a todo, podrían aproximarse a los 700 mil votos que obtuvo en las primarias, esto es, un voto duro bastante mayor, por ejemplo, que el del mismo Partido Liberal, que en las elecciones del 2021 no pasó de los 336 mil sufragios, menos de la mitad, y no hay forma de que Nasralla le brinde este tipo de voto, no al menos en una cantidad de alguna trascendencia.
Toca al partido, por tanto -siendo, además, imprescindible para preservar su unidad-, emprender una bien organizada labor de autocrítica que repase exhaustivamente las decisiones torales que ha tomado desde su fundación. Se trata de revisarlas, no necesariamente para rectificarlas, sino para someterlas a una profunda valoración, con mente abierta y sin limitación alguna, con el objetivo de precisar, por un lado, si fueron acertadas y necesarias o no, y por el otro, los efectos y consecuencias que acarrearon. Si no hay plena disposición para este esfuerzo, no valdrá la pena ni siquiera intentarlo.
Para empezar, debe tomarse en cuenta que el pueblo hondureño, como la casi totalidad del mundo, ha sido básicamente conservador. No obstante, al revés de los movimientos de izquierda que le antecedieron, Libre no nació pequeño porque en la coyuntura de su parto confluyó una buena parte del Partido Liberal con el movimiento de resistencia al golpe de Estado del 2009. Y en relativamente poco tiempo alcanzó el poder porque supo capitalizar el repudio nacional que generó el régimen de JOH, sin desconocer el respaldo que a última hora le proporcionó el ingeniero Nasralla. El descenso de su caudal electoral que podría haber sufrido en estos comicios se debería, en gran medida, a que, además de un sector del voto independiente difícil de cuantificar, un significativo número de los liberales que se habían sumado a Libre, en esta ocasión, a guisa de castigo, votó de nuevo por su antiguo partido, quedando la interrogante de si su retorno será permanente o se mantendrá como una masa de electores fluctuante que en los siguientes procesos se podrá inclinar por cualquiera de ellos. Y es que entre los dos partidos siguen existiendo los vasos comunicantes que se crearon desde que uno surgió del otro. Lo que, igualmente, complica determinar la magnitud real del aporte electoral que el ingeniero Nasralla ha llevado al Partido Liberal.
He aquí algunas observaciones que quizás podrían contribuir a la evaluación de Libre. El nombre “refundación” debe ser dotado de un contenido lo más claro y didáctico posible, que sirva a la capacitación y a la divulgación de su plataforma programática y que evite ser confundido, como lo ha sido, con una mera asamblea constituyente. Por supuesto que comprende a esta, pero no se agota en ella ni mucho menos, de lo que la derecha se ha valido para tergiversarlo. El agregado de “socialismo democrático” era innecesario y, en la práctica, solo ha servido para alimentar la propaganda anticomunista de la derecha. En su estricta connotación ideológica, el socialismo implica la nacionalización de los medios de producción, lo que no está previsto en su plan de gobierno ni es viable en Honduras en ninguna fecha determinada. Su lucha, principalmente por la reducción de la desigualdad, la da en el terreno tributario, en el fortalecimiento de las empresas de servicio público, como la ENEE, y en los programas sociales que impulsa. Como dato curioso, sin embargo, el único candidato que basó abiertamente su propaganda en su furibundo anticomunismo, el abogado nacionalista, Antonio Rivera Callejas, no está saliendo electo.
El comportamiento de no pocos de los dirigentes y funcionarios de Libre se vio impregnado de sectarismo, el que, también en su sentido doctrinario, conlleva dogmatismo, exclusión y arrogancia. Los sectarios -decía Mario Sosa- no son marxistas, sino “marxólogos” que se saben de memoria un montón de frases de Marx y desprecian a los que perciben como moderados o no lo suficiente radicales. Un partido de izquierda debe hablar con sus ejecutorias, no con exaltadas declaraciones de principios abstractos o con discursos incendiarios que suelen ser contraproducentes y casi inevitablemente asociados al fanatismo.
Lo anterior, no quiere decir que Libre deba abandonar el conocimiento de la teoría marxista, por el contrario, su estudio sistemático constituye la más idónea herramienta para la correcta comprensión de la realidad social y evitar el sectarismo, pero como la concibió Marx, como “una guía para la acción” y no como un inflexible dogma.
La dirigencia del partido debe inculcar en su militancia el trato comedido con sus contrincantes, en especial, con las damas y diputados. Libre solo puede tener adversarios políticos, no enemigos personales. Debe, por tanto, hacer lo imposible por mantener una fluida y cordial comunicación con ellos, con los que forzosamente tendrá que negociar -de hecho, ya lo debería estar haciendo-, pues es de sobra sabido que no dialogan de buen grado los que antes se insultaron. El partido, aceptémoslo con hidalguía, ha recibido una invaluable lección de humildad.
En lo que a los conflictivos “Colectivos” respecta, estoy persuadido, salvo prueba en contrario, que dañaron al gobierno mucho más que lo beneficiaron, a menos que pudieran ser reestructurados y mejor dirigidos, lo cual no es nada fácil por la modalidad de disciplina, cuasi militar, que exigen. Y en cuanto a los actos de corrupción que incuestionablemente se dieron, está fuera de discusión que debieron haber sido perseguidos con mayor severidad. Pocas fallas son tan graves para un partido de izquierda como tolerar en sus filas esta lacra social que tanta condena en la derecha.
El partido debe ahondar en la forma en que conviene conjugar las relaciones internacionales con sus propuestas de transformación y aprender a lidiar con los Estados Unidos, máxime en este momento de auge mundial de la extrema derecha. La solidaridad con Cuba, Nicaragua y Venezuela, no puede estar por encima de los intereses nacionales, los que, querámoslo o no, son condicionados esencialmente por el entorno geopolítico. Para una nación pequeña y pobre como Honduras la abstención es la más conveniente conducta a seguir en los foros mundiales, excepto en casos muy especiales. Y ningún partido de izquierda se puede molestar por ello si es consecuente con su ideología. Recuerdo que Mel Zelaya nos solía comentar que Hugo Chávez le pedía que no lo invitara a Honduras para no causarle problemas con sus ideas políticas y su modo de ser. De otra parte, el equipo de publicidad del gobierno fue notoriamente deficiente, incapaz de dar a conocer los logros del gobierno con la cobertura que se requería o de combatir con eficacia la campaña de la derecha. Tampoco la escogencia de los funcionarios públicos fue la mejor y ponerlos a defender al gobierno fue mucho peor.
Queda más en el tintero, pero algo similar a lo planteado es lo único que, a mi parecer, puede ayudar a Libre a recobrar el poder en un cercano porvenir, y lo más importante, a conservarlo. Y si algo puede resumir lo que dejo apuntado, independientemente del postrer resultado en la escogencia de las autoridades de la Municipalidad del Distrito Central, es el ejemplo del alcalde Jorge Aldana, tanto en su forma personal de actuar como en su gestión edilicia, que ha salvado, dicho sin ambages, el honor del partido.
Finalmente, a los militantes y simpatizantes de Libre que este tropiezo pudiera conducir al pesimismo, solo puedo recordarles que la causa del cambio demanda una inquebrantable perseverancia y disposición para sobrellevar frustraciones y fracasos. Los que no reúnen estas condiciones, o las dejaron en el camino, deben buscar el sosiego en otra parte.






Un comentario
Me pregunto qué ocurrió con el Tribunal de Honor de LIBRE. ¿Por qué dejaron al libre albedrío a varios miembros de la administración que sacaron las uñas y terminaron desprestigiando al partido?