Por: Leticia Salomón
No me refiero a la famosa novela que Gabriel García Márquez publicó en 1961, “El Coronel no tiene quien le escriba”, aunque sí me inspiró el título, y menos al enorme papel que han jugado los “intelectuales orgánicos” de los que tanto se ocupó el italiano Antonio Gramsci (1891-1937), que se han dedicado desde siempre a escribir, confrontar y sostener con su voz y su pluma la defensa del discurso tradicional, anquilosado y cínico de una derecha deslucida que sigue ahí, agazapada, debilitada, pero no desaparecida, tratando de envolver incautos con su discurso de defensa de la democracia y del sistema occidental y cristiano, en el mejor estilo del contexto de guerra fría que caracterizó al mundo hasta su declive en 1989 con la caída del muro de Berlín.
Esta vez me refiero a la forma ingenua, simplona y desubicada en que algunos diputados de la flamante oposición parlamentaria, en la que aparecen codo con codo con el desprestigiado Partido Nacional (PN), el Partido Liberal (PL), con tradición de complicidad y subordinación total al PN en los doce años en que ejercieron el poder, argumentando un cínico pacto de gobernabilidad política con que se repartieron y alternaron la conducción de instituciones clave cuyos titulares se eligen en el Congreso, y el Partido Salvador de Honduras (PSH) que rápidamente dio el giro a la derecha en el mejor estilo de su máximo conductor y los colocó en el mismo bando de los responsables del país deteriorado, desintegrado, pisoteado y fallido que tenemos en la actualidad, y que tanto cuestionaron en el pasado.
Ahora resulta que diputadas y diputados que llegaron al Congreso Nacional con un historial impecable de luchadores por las buenas causas y los intereses generales del país, ahora aparecen alineados con el discurso conservador y manipulador del PN, expresando como ellos el viejo terror que les provoca la sola presencia de Manuel Zelaya: “¡Ya viene la Constituyente!” grita desaforada una aspirante a política disfrazada de sociedad civil; “¡Buscan desestabilizar el país para romper el orden constitucional e imponer una Asamblea Nacional Constituyente desde el Congreso!” proclama una diputada del PSH; “¡Quieren llevar a Honduras a una posible Venezuela, Cuba y Nicaragua!” grita iracunda una diputada del PN; “¡La democracia está en riesgo!” sostiene el PL.
La situación va más allá con la vergonzosa reprimenda que el Consejo Central Ejecutivo (CCE) del PL les dio a los diputados de ese partido que votaron por la aprobación de la adhesión de Honduras a la Corporación Andina de Fomento (CAF) y los obligó a que se retractaran públicamente aduciendo “que encontraron elementos que requieren un análisis más profundo”, luego de haber votado a favor de la adhesión y que la misma quedara aprobada por 66 votos en sesión del 16 de mayo pasado. Lo más sorprendente del caso es que en lugar de condenar la imposición del presidente del CCEPL, al obligar a sus diputados a que se retractaran, se enredaron todos ellos en el cuestionamiento a la firma aprobatoria de la presidenta y su publicación en el Diario Oficial La Gaceta sin la ratificación formal del acta, con lo que saltaron con tal furia intensificando el “nosotros” de la oposición conservadora gritando desaforados: “¡Hay que desconocer cualquier préstamo que llegue!”: un diputado del PSH; “¡Vamos a mandar una carta al CAF advirtiendo que no se aprobarán los préstamos!”: otra diputada del PSH; “¡No ha cumplido los requerimientos legales!”: un exaltado diputado del PL; “¡Advertiremos al CAF que tendrán serias consecuencias en el futuro!”: el CCEPL; “¡Nos uniremos las fuerzas de oposición para analizar las acciones a seguir!”: una diputada del PN; “¡El dinero que pagarán por ingresar al CAF se lo hubieran trasladado a las alcaldías!”: un frenético diputado del PL al unísono con otro del PN que con mayor cinismo declaró: “¡Ese dinero se hubiera usado para comprar medicinas!”.
Es indudable que en el Congreso Nacional, al igual que a nivel nacional, se evidencia una crispación que no presagia nada bueno para el país; ahí se realizan trampas y zancadillas que alteran lo aprobado porque no les satisface y luego se ofenden porque les responden de la misma manera; de ahí salen voces exaltadas gritando consignas pobres, desgastadas y superadas en países más civilizados, disfrazadas de defensa de la democracia, que obliga a un análisis más profundo, multidisciplinario, distante de las pasiones políticas y de la artificial confrontación ideológica, que deberían conducirnos a las verdaderas razones que llevan a personas honorables y prestigiadas a sucumbir al discurso conservador y retardatario, y a asumirlo como propio, y a otros, de menor prestigio y honorabilidad, a aparecer como enemigos acérrimos y enfermizos del partido de gobierno, de su máximo líder o de la misma presidenta de la república. La primera pregunta que salta es: ¿de dónde sale ese odio enfermizo? ¿De un puesto público que les negaron o del cual los sacaron? ¿De una negociación de la que fueron excluidos? ¿De una negativa a resolverles problemas de dinero ligados a intereses familiares? ¿de un revés a los intereses de banqueros o empresarios que ellos representan en el Congreso? Esto lleva a preguntarnos con más insistencia: ¿Qué quieren esos opositores para bajarle el tono a la confrontación desenfrenada, reflexionar un poco en lo que acontece y recuperar su identidad como centro político, distante de la derecha que salpica con su podredumbre y distantes del centro-izquierda al que confunden con comunismo, y mantener la independencia para apoyar lo bueno y cuestionar lo malo sabiendo con certeza que navegan en un mar de tiburones que se mueven con naturalidad en un ambiente que para ellos es desconocido?
En este contexto alterado y crispado, también le toca hacer lo suyo al partido de gobierno y propiciar acercamientos que neutralicen la crispación, reduzcan la desconfianza y fomenten los apoyos legislativos que son fundamentales para una gestión gubernamental eficiente y sostenible, pese a lo difícil que es gobernar con un Congreso en contra y percibir que el Partido Nacional, desgastado por la corrupción y los vínculos con el narcotráfico, ha logrado atraer a sus viejos socios del PL y a los nuevos diputados del PSH que ya se parecen tanto que no alcanzan a diferenciarse en sus posturas y en su discurso. Para aprobar, reformar o eliminar leyes o iniciativas en el Congreso se necesita mayoría simple que requiere 65 votos que no tiene el partido de gobierno, lo que obliga a atraer a los diputados del PSH, cuando recuperen la cordura, y a algunos del PL que no se sometan a la imposición de su cuestionado líder. Todos ellos deben asumir que ya no son dos partidos los que prevalecen en el Congreso, sino cuatro, y ahí es donde se pone a prueba la habilidad política para negociar, concertar acuerdos y tomar las mejores decisiones para el país, lo que incluye la apertura al mundo para conseguir préstamos en mejores condiciones que otros bancos internacionales y que los bancos nacionales que están detrás de toda esta oposición a la adhesión de Honduras al CAF.
Mientras tanto, hay que dejar que la derecha siga escribiendo el discurso conservador y confrontativo que la caracteriza y que continúe proclamando sus argumentos exaltados para encubrir la vergüenza y la ignominia que arrastran, pero los que no son de derecha, aunque lo parezcan, deben recuperar un discurso fresco, auténticamente democrático, plural, tolerante y respetuoso de las diferencias, recordando que más allá de los que ven a la derecha o a la izquierda, todos deben ver si con sus posiciones van hacia adelante o hacia atrás. La historia se encargará de recordárselos.
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