Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
La democracia sin duda es cosa buena, como -a propósito de otra- decía mi difunta suegra: ¿acaso habría tanta gente haciendo tanta barrabasada por ella, si no lo fuera? Y todos dicen que son, incluso se llaman democráticos, ¡tantos países y mil instituciones y partidos políticos, que luego resultan ser perfectamente peligrosos, reaccionarios, incluso tóxicos! Buena cosa es cuando incluye a toda la gente y no se limita una eventual decisión electoral (que pasa por muchas trampas), sino que además garantiza los derechos fundamentales y oportunidades de desarrollo. Como dice el Presidente de Corea Yoon y viene de repetirlo en La Cumbre por la Democracia,[1]esa democracia real despierta la creatividad y el entusiasmo productivo de la gente, lo cual conduce a la prosperidad colectiva y de las naciones, y profundiza su libertad. Porque en vez de referirse a una entelequia abstracta como otros, el Sr. Yoon habló de una democracia orgánica, histórica, evolutiva, que se mejora y puede ampliarse y profundizar, como ha ocurrido en los últimos 50 años en Corea. Que ahora mismo migra a la época digital, en la cual deberá adaptarse a nuevas tecnologías, las cuales (todas, desde que se inventó el hacha), son de doble filo, abren una oportunidad y suponen un reto, y aun peligro. Muchos líderes mundiales, primeros ministros y jefes de estado coinciden, sin recordar todos que, para dar respuestas, la democracia necesita respeto, estabilidad y cooperación.
Pero el tema de la Tercera Cumbre fue en efecto el de las amenazas de la Inteligencia Artificial, del Deep fake y la tecnología digital que acecha a la democracia, aunque a la vez la puede potenciar, la cual concluyeron: hay que regular, porque ya es imprescindible y, como agregó el Presidente coreano, hay que ponerla en manos de todos. ¡Otros lo replicaron: Inclusión! Y sotto voce, se habló de ¡gobierno mundial! Para ese fin.
Un problema es que antes de incluir la más avanzada tecnología, la democracia originaria con que hay que crecer, necesita una semilla de aquello a lo que aspira: libertad, igualdad y solidaridad. En nuestros países, antes hay que incluir a los que están excluidos del pan. Otro problema es que, aunque compartan un núcleo semántico duro, hay diversas formas de democracia, adaptadas a distintas culturas y circunstancias, no solo la del Atlántico Norte, que presume de única y universal. Aun allá, hay unas más controladas, como la de los EUA, bicameral, con colegio electoral, y otras más plenas, participativas y abiertas, como la sueca o la suiza, también más discretas.
En diversas geografías, en el Sur Global particularmente, las democracias tienen hoy retos y congojas más graves y urgentes que la digital. Urgencias que aquí no se mencionan: como los sistemas políticos perversos que se impostan de democracias, pero que en la práctica estorban, cooptan o subvierten los valores democráticos, e imposibilitan las relaciones horizontales asi como la interferencia de gobiernos extranjeros y colonialistas del Norte, la gran concentración de la riqueza, la extrema desigualdad social que engendra elites insensibles a los problemas de las mayorías, que se desbordan porque no hay cauce, el crimen organizado que trafica estupefacientes para la demanda enajenada del Norte, que nos regala la manzana del Libre Comercio, pero mientras aceptemos el proteccionismo fitosanitario y ambientalista. Sistemas que no tienen interés en abrirse, y menos en construir capacidades críticas, porque se benefician del control, de la ignorancia y la ingenuidad, o incluso las necesitan, y reproducen. El signo ideológico no es el problema, sino ¿la gran hipocresía? Como explicaba hace casi sesenta años Barrington Moore Jr. [3], el desarrollo de la democracia exige una construcción social que, a su vez, precisa algunas condiciones: de proporcionalidad social, un reparto mínimamente equitativo de recursos y, aun cuando haya diferencias, una identidad, que es inteligibilidad de lo diverso y confianza mutua, reglas políticas justas para acceso al poder, responsabilidad de todos e igualdad ante la ley.
Cierto que las dictaduras por lógica sistémica se ovillan y centralizan hasta implosionar, inevitablemente, si no se recomponen, y la democracia tiene, al explayarse en oportunidades para todos, mayor solución de continuidad y estabilidad. Pero aquí no se está hablando del desarrollo y justicia social que precisan nuestras democracias, no se menciona o compromete la cooperación solidaria, no se quiere recordar que aun para iniciar una gesta democrática, nuestros pueblos han tenido que luchar sangrientas batallas y guerras de muchos años contra militares armados y alentados por países que se dicen libres y democráticos.
No puede pueden presentarse como modélicas, las democracias de los países poderosos afligidos por problemas de integración social, que mantienen condiciones antidemocráticas frente a sus propias minorías, y contra los migrantes que son productos de la desigualdad internacional. No se puede exigir democracia y estado de derecho interno a los países, sin un piso de democracia global y sujeción general a la ley internacional.
Sin duda, los países del Norte Global, tienen en sus manos, las condiciones para promover la democracia, pero no con pura retórica, autocomplaciente, según la cual debemos seguir su pauta, porque solo asi aprenderemos a gobernarnos, al tiempo que ellos enfrentan amenazas demagógicas y juegan a guerras insensatas y a las provocaciones alrededor del globo; ni se puede fomentar nuestra democracia soslayando las contradicciones abismales, imponiendo la agenda del diálogo. Es posible –negarlo sería especular- que un día, las potencias lideren un proceso democratizador verdadero, superen sus contradicciones nacionalistas, coincidan en una propuesta incluyente para corregir asimetrías y construir un orden mundial que sea más que una imposición vergonzante. ¿Por qué iba a ser imposible? Propongan, por ejemplo, a repatriar sus ganancias de capital y gradualmente lo invertido, pero se dispongan a reinvertir la parte de la ganancia de sus inversiones en el Sur, que corresponde a la plusvalía del trabajo y el beneficio de las condiciones locales, el aprovechamiento de los recursos y ventajas estratégicas. Esto generaría un gradual emparejamiento de las condiciones, un acercamiento de las rentas y salarios, y, a la larga, una verdadera democracia global. Sería en realidad lo racional. Que se despojen de adiciones para posibilitar la paz, en vez de empeñarse en guerras para asegurar suministros estratégicos, aun depredando las condiciones de sobrevivencia del otro, mediante el extractivismo salvaje y el aprovechamiento de la sucia auto-explotación del Sur Global.
Pero la tarea de construcción del orden global legítimo solo puede emprenderse después de reconocerse en el espejo. Eso no es lo que está pasando. No se trata aquí ni siquiera de auto examinarse. Se quiere ignorar el problema de fondo, para asustarse con la cocora de la Inteligencia Artificial que, en todo caso, solo amplifica el terrible poder de la vieja propaganda que se tecnifico para la Segunda Guerra Mundial (la primera entre democracias), refinándose en los medios masivos de comunicación durante la Primera Guerra Fría (1950-1990), y hoy se digitaliza. Con lo cual se pretende que el problema son los otros, es que ¿los otros son los mentirosos, los autoritarios? ¿Los que subvierten a nuestros militares? ¿Qué los incitan a golpes de estado? ¿Los que arman operaciones encubiertas, desestabilizadoras? ¿Son China o Irán? Se puede poner en duda la legitimidad de las elecciones en muchos países, en Rusia también. Y por supuesto la eficacia del sistema en otros.
Pero no puede hablarse de gobierno mundial para enfrentar los muchos retos comunes, excluyendo a un tercio del mundo y claramente no puede haber una cumbre de la democracia mundial en un sistema internacional concentrador y excluyente, en que priman la mala distribución del trabajo, la conservación de rígidas estructuras verticales y la prepotencia de los centros nodales del poder mundial: que exime a los ricos de contribuir, e impone, en cambio, a los países pobres, la apertura de sus mercados, al dumping de sus excedentes subsidiados, los obliga a aceptar monopolios, a ceder acceso a todos los recursos, sin contemplaciones por la resiliencia ambiental y a permitir la explotación abusiva de la mano de obra, que no quieren que se sindicalice.
Y últimamente, en el “neocolonialismo democrático”, exige la cesión de la soberanía (con las llamadas zedes). Mientras, por otra parte, ejercen chantajes para obstaculizar la apertura de relaciones diplomáticas con otros, y nos compelen a actuar en contra de nuestros propios intereses nacionales, para sumarnos a bloqueos, fundamentados en simplismos y teorías conspiratorias. Porque esos países pobres entonces no podrán pasa la primera prueba de la democracia que es responder a las necesidades de sus pueblos. No tiene sentido. ¿Cómo vamos a negociar la gran contradicción, si no ponemos las verdades duras sobre la mesa? Ojalá que nunca se quiera alinearnos en guerras que amenazan con ser las últimas del género, en aras de la defensa de la democracia.
Seúl, 20 de Marzo de 2024.
[1] Evento que por tercera vez impulsa EUA con sus aliados, esta vez con otros anfitriones regionales arbitrariamente seleccionados, porque incluyó a muchos regímenes africanos y a ningún árabe, para desplegar el discurso democrático casi como causa belli. Mal, porque en todo caso, hay que orientar las democracias hacia la paz, el diálogo para la negociación de diferencias, la convivencia y la autodeterminación de las naciones y sus sistemas propios.
[3] Barrington Moore Jr., Social Origines of Dictatorship and Democracy, Lord and Peasant in the making of the modern world, 1966 expone la manera en que las relaciones sociales tuvieron que cambiar incluso violentamente, mediante revoluciones (violentas), para asomar en Occidente una primera modernidad vacilante y conflictiva.
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Rodolfo Pastor Fasquelle, Doctorado en Historia y analista político, escritor y exministro de Cultura y Turismo, Graduado en Tulane Estados Unidos y el Colegio de México Ver todas las entradas