Juicio Contra Latinoamérica

Por: Edmundo Orellana

La justicia estadounidense no es imparcial en esos juicios contra narcos. En estos juicios el banquillo de los acusados está reservado para latinoamericanos. Es Latinoamérica a la que se juzga en esas cortes federales.

Y es que resulta inexplicable que, siendo Estados Unidos el mercado más importante de la droga en este continente, ningún gringo aparezca como testigo en el juicio del Chapo y de los otros narcos. ¿Cómo explicarse que no hayan negociado ni conocido a ningún gringo de los que recibían la droga que enviaban a Estados Unidos?

Si el Chapo se convirtió en un multimillonario, con poder sobre la vida y los bienes de millones de personas, desde México hasta Colombia, fue porque había quienes dentro de Estados Unidos compraban la droga que él exportaba. Estos enriquecieron al Chapo y a muchos otros capos de la droga. Los magnates gringos que compran la droga, convirtiendo en multimillonarios a los capos latinos, la colocan en el mercado estadounidense a un valor infinitamente superior al de la compra, obteniendo ganancias multimillonarias, que no se esconden en colchones ni en paredes falsas, sino que entran en el mercado financiero gringo y, por esa vía, circulan por las arterias del sistema financiero internacional.

Cuánto de las ganancias que los narcos gringos obtienen de la compra de esa droga latina, contribuye a la estabilidad financiera mundial, es una pregunta que no se puede responder porque son cantidades impronunciables. Y si adicionamos lo que genera el crimen organizado en el mundo (mafia rusa, china, judía, etc.), habrá que preguntarse cuánto de la economía mundial depende de esta fuente de recursos financieros.

Los multimillonarios no pueden obviar negociar con recursos de la economía del crimen, colocados legítimamente en el mercado. Fortunas famosas, como la que acumuló el patriarca de la familia Kennedy, se dice que provienen del crimen organizado. Y en esos ambientes se comparten negocios y placeres. Cuando Sinatra, el incomparable, adicto a esos ambientes, las figuras del crimen organizado eran aterradoras, y, sin embargo, por su medio, alternaban con los círculos inmediatos del Presidente de los Estados Unidos. Ahora tienen otra apariencia legitimada con títulos académicos y apoyados en corporaciones cuyas acciones se cotizan en las bolsas de valores del mundo. Ya no necesitan de Sinatras, pues son respetados señores en el mercado mundial que, por sus propios méritos, alternan directamente con estadistas en todo el planeta y participan, directa o indirectamente, en reuniones en las que se decide el destino del mundo.

Escudriñar en ese mundo del crimen, en las cortes federales, llevaría a los fiscales y jueces gringos a dimensiones en las que no existe frontera entre lo legal y lo ilegal, pulsando fibras sensitivas del sistema financiero gringo, con el peligro de provocar colapsos de alcance mundial.

Atacar a los capos latinos es un fuerte golpe al crimen organizado, por supuesto, pero no al negocio de lavado de activos, en el que participan los que pueden mimetizar el dinero sucio en el mercado. No todos están en posición de convertir dinero sucio en dinero lícito. Solo los muy hábiles y los que están cerca del Poder Político están en esa posición y a éstos no les conviene que el negocio de la droga desaparezca. Por eso, misteriosamente, pese a la captura de esos capos, los circuitos de distribución de la droga continúan su dinamismo sin interrupción, proveyendo a los capos, de los países como Estados Unidos, lo que necesitan para mantener sus glamorosas vidas y la economía continua sigue siendo insuflada con renovados recursos financieros.

El dinero proveniente del crimen organizado es parte de la economía mundial, ciertamente. De ahí que en ese mundo de los negocios internacionales lo que priva es una doble moral. La que exhiben al público y la que hacen valer en la oscuridad de sus trincheras ejecutivas. Simulan apegarse a la ética y a la ley, pero operan inescrupulosamente y sin reconocer límites. Sus víctimas no son personas, como en el caso de los narcos, sino mercados y países.

Hurgar en ese mundo está prohibido. Códigos, patrones y conductas son respetados por autoridades y capos, por gobiernos y corporaciones, en una relación inextinguible de mutuo provecho. Sin embargo, para los latinos esta relación puede convertirse en una trampa, como el caso de Noriega y del Chapo, por el prejuicio de que son despreciables y criminales, y, en consecuencia, desechables, exacerbado, hoy, por la retórica Trumpiana

Por eso, resulta muy cómodo y útil que en esas cortes federales la justicia abandone su imparcialidad, evitando condenar por igual, porque son igualmente criminales, a los capos latinos que exportan la droga a Estados Unidos y a los capos gringos que la importan de Latinoamérica.

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