Insultos contra Xiomara Castro: cuando el machismo y la injerencia se encuentran


Feministas advierten que estos insultos combinan machismo, injerencismo y desprecio a la soberanía hondureña, y advierten que el mensaje hacia las nuevas generaciones de mujeres es claro: el poder sigue siendo castigado cuando tiene rostro femenino.

Tegucigalpa, Honduras. – La presidenta de Honduras, Xiomara Castro, cierra su mandato en medio de una escalada de violencia política y de género que ya desbordó las fronteras nacionales, poniendo en evidencia el odio y el desprecio que aún suscita el liderazgo de una mujer en la cúspide del poder. En la recta final de su gobierno, el irrespeto hacia su investidura trascendió del ámbito interno al escenario internacional, donde el cabildero y asesor político estadounidense Roger Stone la calificó de “perra marxista” tras un homenaje póstumo al cantautor hondureño Mario de Mezapa, un insulto abiertamente misógino que la deshumaniza y busca degradarla precisamente por ser mujer.​

Cristina Alvarado, del Movimiento de Mujeres por la Paz Visitación Padilla, considera que los insultos de Stone contra la mandataria hondureña no son simples críticas políticas, sino la expresión de una violencia política y de género que combina machismo, injerencismo y desprecio hacia la soberanía hondureña.

De acuerdo con Cristina Alvarado, estos ataques revelan tanto el irrespeto hacia las mujeres en el poder como la normalización de la intervención estadounidense en los asuntos internos del país. Foto: Criterio.hn

Alvarado califica los insultos de Stone —entre ellos la frase “jódete, perra marxista”— como una agresión directa no solo contra la presidenta, sino contra todas las mujeres hondureñas que ven cómo una figura internacional utiliza lenguaje misógino para desacreditar a una mandataria electa. Desde su perspectiva, estos hechos encajan claramente en violencia política, violencia de género y violencia simbólica, porque no se limita a cuestionar decisiones de gobierno, sino que ataca la dignidad de una mujer por ser mujer y por ejercer poder.

La feminista señala que tanto Roger Stone como Donald Trump se han caracterizado por ser ofensivos con las mujeres y por encarnar una derecha ultraconservadora que, desde el nacionalismo y el imperialismo, descalifica a lideresas latinoamericanas con insultos sexistas. A su criterio, se trata de hombres que “creen que pueden irrespetar a las mujeres porque tienen el poder hegemónico de Estados Unidos”, y que extienden ese irrespeto a la soberanía y la autonomía de los pueblos para decidir su destino político.

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MACHISMO, ODIO Y VULNERABILIDAD PARA LAS MUJERES

En la misma línea, Wendy Cruz, coordinadora de la Vía Campesina en Honduras, considera “inauditos” los insultos dirigidos Castro y los describe como la “máxima expresión del machismo y del odio cuando una mujer llega al poder”. Subraya que resulta especialmente grave que estos ataques provengan de personas con altos cargos o influencia política que no muestran ningún respeto por la investidura de una jefa de Estado, lo que coloca a todas las mujeres en mayor vulnerabilidad en el espacio público.​

Para la lideresa campesina, Wendy Cruz, guardar silencio ante este tipo de agresiones envía un mensaje equivocado y debilita la protección de las mujeres que participan en política. Foto: Jorge Burgos/Criterio.hn

Para Cruz, estos hechos muestran que a muchos hombres “les molesta” que las mujeres ocupen puestos de toma de decisión, como si quisieran negarles el derecho a gestionar y conducir un país.

En ese sentido, Advierte que existe una auténtica “cacería de brujas” contra las mujeres en cargos de alta responsabilidad, y recuerda que la presidenta ha sido objeto de ataques constantes durante todo su periodo de gobierno precisamente por ocupar ese lugar de poder.​

INJERENCISMO Y NORMALIZACIÓN DE LO “ANORMAL”

Cristina Alvarado vincula los insultos de Stone con una larga historia de injerencia estadounidense en Honduras y en la región, desde la época en que se hablaba de “país bananero” hasta la instalación de bases militares y las presiones sobre procesos electorales. Señala que Visitación Padilla ha mantenido históricamente una postura de rechazo al intervencionismo norteamericano y alerta que hoy se ha “normalizado lo anormal”: se tolera que actores externos opinen, presionen e incluso amenacen sobre el rumbo político del país.​

Ambas activistas coinciden en que resulta indignante que se insulte de esa manera a la presidenta de la República, una figura que debería estar protegida por el derecho internacional y por las normas básicas de respeto diplomático. Para Alvarado, la sociedad hondureña debería sentirse ofendida no solo por el ataque a Castro, sino por el trato despectivo hacia Honduras, nuevamente puesta en el lugar de “patio trasero” de Estados Unidos.​​

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IMPACTO EN LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES

Tanto Alvarado como Cruz advierten que estos discursos de odio tienen consecuencias directas sobre la participación y la representatividad de las mujeres en la política hondureña.

Señalan que a las mujeres se les exige y juzga con parámetros que no se aplican a los hombres, y que el hecho de que una mujer haya presidido el país durante cuatro años, en vez de ser motivo de celebración democrática, ha sido respondido con burlas, insultos y campañas de desprecio.​​

Cruz remarca que la normalización social de estos ataques refuerza la misoginia y consolida la idea que agredir verbalmente a una mujer en el poder es parte “normal” de la política.

Alvarado, por su parte, agrega que este clima hostil deja en el imaginario colectivo el mensaje que ni siquiera la máxima investidura protege a una mujer del odio y la humillación, lo que desanima a futuras generaciones a disputar espacios de poder.​​

Frente a este escenario, Wendy Cruz llama a las sociedades —y en particular a la hondureña— a hacer un alto y rechazar estos insultos, vengan de voces nacionales o extranjeras. Insiste en que las mujeres tienen derecho, como ciudadanas, a ejercer mandatos públicos otorgados por el voto popular sin ser sometidas a campañas de odio, y que aceptar esos ataques implica renunciar a principios básicos de igualdad y democracia.​

Ambas coinciden en que también debe existir una respuesta institucional clara. Cruz plantea que el Estado hondureño y su institucionalidad deberían emitir una nota oficial de rechazo frente a estas agresiones contra la mandataria, tanto por respeto a la investidura como por el hecho de tratarse de una mujer elegida por el pueblo.

Alvarado, por su parte, llama a cuestionar si realmente la democracia liberal existente representa los intereses de las mujeres y de la ciudadanía en general, y a aprovechar este momento para repensar la forma de hacer política, alejándola del insulto y acercándola a los derechos, las ideas y la dignidad de quienes deciden gobernar.

  • Amante de la lectura y la naturaleza, una mujer con la convicción firme que todos podemos hacer cambios significativos en la sociedad, por eso mi objetivo es exponer las injusticias que adolece la ciudadanía.
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