Escrito por David Gagne/InSightCrime
Un reciente estudio académico sostiene que las instituciones del Estado contribuyen directamente a los niveles de violencia en Latinoamérica en un grado mucho mayor de lo que sugieren los estudios contemporáneos, lo que podría proporcionar nuevas perspectivas sobre la mejor manera de reducir los homicidios en la región.
El autor del estudio, José Miguel Cruz, comienza por señalar que “la mayoría de los análisis que buscan explicar los altos niveles de violencia en Latinoamérica y el Caribe se han centrado en los factores económicos, las variables culturales y las guerras contra las drogas”.

Pero Cruz, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Internacional de Florida, dice que la variable olvidada en la explicación de lo que hace de Latinoamérica la región más violenta del mundo ha estado oculta a plena vista: el Estado.
La mayoría de los especialistas consideran que los gobiernos de la región facilitan la violencia mediante instituciones estatales débiles o corruptas. Cruz, sin embargo, sostiene que el Estado es en realidad “un actor fundamental de la violencia criminal actual”.
Para defender esta tesis, Cruz enumera múltiples ejemplos de agentes estatales que perpetúan la violencia en la región, como el secuestro de 43 estudiantes en 2014 por la policía mexicana, o la gran cantidad de personas muertas a manos de las fuerzas de seguridad en países como Brasil y Venezuela.
Cruz divide la violencia generada por el Estado en tres categorías:
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El uso legítimo de la fuerza durante las operaciones contra el crimen, aunque, durante los estados de emergencia, la definición de “legítimo” a menudo se extiende más allá de los límites normales.
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Las actividades explícitamente ilegales que a menudo se consideran como violaciones a los derechos humanos, como la tortura o las ejecuciones extrajudiciales.
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Comportamientos criminales encubiertos en los que los agentes del Estado utilizan su posición de poder para cometer y encubrir actos de violencia.





