Injerencia de Trump y engranaje de poder buscan decidir sobre Honduras desde fuera

Analistas advierten que el llamado de Donald Trump a votar por Nasry “Tito” Asfura inaugura un nuevo modelo de injerencia directa y activa estructuras ligadas a Juan Orlando Hernández y a los lobbistas de las ZEDE

Tegucigalpa, Honduras. – A tan solo cuatro días de las elecciones generales en Honduras, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pidió públicamente a los hondureños votar por el candidato nacionalista Nasry “Tito” Asfura, a quien presenta como su aliado para “combatir a los narcocomunistas”. La postura encendió alertas sobre la soberanía hondureña y fue calificada por analistas como una injerencia directa y descarada que normaliza el tutelaje externo sobre la voluntad popular.​

Para Víctor Fernández, abogado y exfiscal, que el presidente de otra nación tome partido abierto por un candidato en Honduras no es un gesto aislado sino la consolidación de “un nuevo modelo de injerencia directa” en procesos electorales ajenos. A su juicio, esta postura supera la injerencia solapada que históricamente se ha denunciado a través de embajadas y presiones diplomáticas, y la convierte en un acto público de influencia sobre el voto hondureño.​

El abogado y exfiscal Víctor Fernández advierte que el llamado de Donald Trump a votar por Nasry “Tito” Asfura inaugura un modelo “descarado” de injerencia que pone en juego la autodeterminación del pueblo hondureño. Foto: Jorge Burgos/Criterio.hn

Fernández sostiene que esta injerencia “descarada” no debe normalizarse, sino indignar y provocar una revisión profunda de la relación entre ambos Estados. El abogado subraya que el Estado de Honduras tiene la obligación de asumir una posición clara en defensa de la autodeterminación del pueblo hondureño y del principio de soberanía.​

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“TRUMP NO TUITEA SOLO”​

El respaldo público de Donald Trump a “Tito” Asfura reactivó las viejas conexiones entre el Partido Nacional y el trumpismo, pero, de acuerdo con la abogada Reina Rivera, el apoyo público de Trump a “Tito” Asfura no puede entenderse como un gesto espontáneo del mandatario estadounidense, sino como el resultado de estructuras nacionalistas cercanas al trumpismo que permanecen activas desde el gobierno de Juan Orlando Hernández –sentenciado en Nueva York por delitos relacionados al narcotráfico—.

A criterio de Reina Rivera, solo dos actores tendrían la capacidad de mover esos hilos: el propio Hernández, incluso desde la cárcel, y los lobbistas vinculados a las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), interesados en resucitar sus proyectos sobre la soberanía hondureña, o una combinación de ambos.​

Rivera considera que el respaldo llega tarde y se cruza con otros episodios que erosionan la credibilidad de Washington, como las promesas incumplidas hacia el gobierno de Javier Milei en Argentina, donde la expectativa de un rescate financiero terminó en frustración y mayor crisis económica.

En ese contexto, estima que los mensajes de Trump y de otros funcionarios estadounidenses pueden provocar rechazo entre migrantes y sectores críticos al trumpismo, limitando el impacto real del apoyo sobre el voto a favor de Asfura.

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APOYO DE TRUMP A ASFURA ES COHERENTE, PERO ESTÉRIL EN LAS URNAS

Para Gabriela Blen, integrante de la Articulación Ciudadana por la Justicia y la Transparencia, el respaldo de Trump reaviva las alianzas entre el expresidente Hernández, las élites ultraconservadoras hondureñas y el trumpismo, pero difícilmente alterará de forma decisiva la correlación de fuerzas. Advierte que el voto duro del Partido Nacional sigue firme, mientras Salvador Nasralla se aleja del electorado joven al abrazar un discurso conservador que no logra disputarle esa base al nacionalismo.

Blen afirma que no sorprenden las declaraciones del presidente estadounidense, porque en el pasado mantuvo una relación estrecha con Hernández y con las élites ultraconservadoras agrupadas en el Partido Nacional. En su lectura, Trump ve en el nacionalismo hondureño a un aliado natural de su propio proyecto radical de derecha, sostenido por redes empresariales y religiosas.

Para Gabriela Blen analiza el respaldo de Donald Trump a Nasry Asfura responde a viejas alianzas ultraconservadoras.

Sobre Nasralla, recuerda su trayectoria zigzagueante entre distintos partidos y alianzas y sostiene que Trump no confía en él porque lo percibe como un político que acomoda su discurso: antes restaba miedo a la izquierda y hoy se presenta como defensor de los “valores tradicionales” para alinearse con la agenda ultraconservadora.

La activista subraya que el señalamiento de Trump a Rixi Moncada como representante del “narcocomunismo” encaja con una narrativa que vincula a Nicolás Maduro y al crimen organizado con la cúpula de Libre, de modo que el respaldo a Asfura resulta “natural” dentro de la lógica ideológica del mandatario. Sin embargo, insiste en que ese espaldarazo no tiene la fuerza suficiente para alterar el mapa electoral: cada partido conserva un voto duro definido y el nacionalismo, en particular, mantiene una militancia leal y fuertemente arraigada en el interior del país.

Blen considera que la gran perdedora en este escenario es la juventud, que se siente sin opciones mientras observa el desgaste de Libre por corrupción y promesas incumplidas, y la renuncia de Nasralla a un discurso renovador para seducir a un conservadurismo que difícilmente le pertenecerá. En ese sentido, anticipa que el gran beneficiado puede terminar siendo el Partido Nacional, no por el apoyo de Trump en sí mismo, sino por la combinación de abstención, voto nulo y desencanto generalizado que favorece a quien tiene la estructura más sólida y el voto duro más disciplinado.

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GEOPOLÍTICA Y CONTROL SOBRE LA REGIÓN

El respaldo de Trump a Asfura se da en un contexto de disputa geopolítica con potencias como Rusia y China, en el que Washington busca reafirmar su influencia en Centroamérica. El discurso del presidente estadounidense apela a la narrativa de “frenar el comunismo” y “combatir a los narcocomunistas”, asociando a los candidatos rivales con proyectos cercanos a gobiernos como el de Nicolás Maduro.

Fernández vincula este episodio con el afán de control global de Estados Unidos, que se traduce en mecanismos políticos y económicos, y, cuando estos fallan, en formas de presión más agresivas sobre países que disienten. Desde su perspectiva, lo ocurrido en Honduras se inscribe en una larga historia de tutelaje sobre América Latina, ahora con un tono más frontal y explícito.

Por eso insiste en que el Estado hondureño debe rechazar de forma oficial la injerencia y reafirmar la capacidad del país para decidir sus autoridades sin tutelaje extranjero, y llama a la ciudadanía a expresar ese rechazo en las urnas y en otros espacios de organización social.

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