Por: Moisés Ulloa
La estrategia de educación realizada por este gobierno está aplazada. Otro fracaso evidente y triste entre las muchas cosas que nos ha regalado la incapacidad administrativa gubernamental y la sed por el poder de Juan Orlando Hernández y su compañía. Independientemente que ahora pretenda maquillar la situación con el lanzamiento de un nuevo plan educativo, sabemos que en el fondo se trata de un intento más por confundir a los incautos y cubrir una hemorragia mayor, aplicando una simple “curita”.
Lo elemental, lo primordial, el derecho más absoluto después de la vida y la libertad, debe ser el desarrollo humano; condición que únicamente puede ser alcanzada con la capacidad de brindar espacios de crecimiento intelectual, de emprender en lo moral y de innovar en lo laboral. Todo esto, se traduce, en una palabra: educación.
Esta educación va más allá de lo que podemos aprender en libros, en aulas de clases. La mejor educación se refleja en la conciencia social de cada uno de nosotros, como seres individuales y en la colectividad, para ser agentes de cambio positivo capaces de transformar, crear y mantener un mundo superior para todos. La mejor educación es la que nos enseña a pensar y a decidir, a establecer la ruta que conlleva nuestro propio destino. Una educación llena de intelectualidad, pero carente de moral y ética es también fallida.
Lamentablemente nuestras bases de país están corroídas, en un desequilibrio que hace mucho tiempo ejecutó una crítica ruptura en el presente y el futuro de las generaciones. Nuestra sociedad ha perdido la esencia del núcleo de familia, las instituciones religiosas han perseguido otro fin, las escuelas en abandono, los profesores sin incentivos y el concepto de comunidad completamente desaparecido. Sin embargo, el peor reflejo de la caducidad social en que vivimos es que los niños y jóvenes de nuestra patria han perdido el deseo de trascender, han cortado de raíz la capacidad de soñar, han volado de tajo las esperanzas y han hundido el deseo por superarse.
Ante no contar con la familia, con las escuelas, con la comunidad, con las iglesias, estos espacios de identificación y desarrollo han sido suplantados por la calle, por las maras, por la emigración y en vez de recibir un diploma, se recibe el título de la vagancia, de la delincuencia, de la bestia. El futuro prometedor que le brinda el estado a nuestra juventud es oscuro: huir del país, delinquir o morir.
Ante la realidad de tener generaciones tras generación sin educación, se imposibilita tener resultados en los campos ansiados de generación de empleo y de seguridad. El círculo vicioso se convierte entonces en un remolino enorme. No invertir en educación integral es el principio de todos los males que hoy nos aquejan.
Sin embargo, conociendo el problema ¿por qué no se hace un plan estratégico de educación integral e inclusiva? Sencillamente porque los resultados se visualizan a largo plazo y nuestros gobernantes, especialmente aquellos que se reeligen ilegalmente, prefieren la inmediatez de lo que no es trascendental, lo que es mediático. Más interesante construir pozos, que escuelas; más interesante las fotos de los delincuentes en chachas que de niños recibiendo diplomas; más interesante la creación de una nueva fuerza de tarea militar, que invertir directamente en las comunidades con espacios dedicados a las ciencias, al deporte, a las artes; más interesante comprar el voto con bolsas solidarias que dar una educación que nos permita tener la capacidad de elegir.
Por lo tanto, hemos llegado al principio que la estrategia que favorece a los políticos del momento es la de crear necesidad, no de resolver el problema evidente. Esto profundiza la crisis, acentúa las diferencias y abre más la brecha enorme de la oportunidad y de la igualdad.
Hoy, nuestra educación fomenta el clasismo porque no permite que aquellos que tienen menos, puedan llegar a tener el derecho de educarse. La educación en nuestro país es discriminatoria y sustentada para mantener la pobreza. Nos dieron el espejismo de los 200 días de clase y nos quedamos allí, nunca le dimos la vuelta a la página, en tal forma de exigir recibir 200 días de clases de calidad. Tampoco exigimos que la norma educativa trascendiera las aulas y poner tiempo de trabajo organizado en las comunidades, de tal manera que el tiempo de ocio en los niños y jóvenes fuera mínimo. Olvidamos la necesidad de crear ciudadanos correctos y fomentar el liderazgo.
Nuestra limitante educativa no se trata de la capacidad humana que tienen el hondureño ¡si en este país se necesita talento para sobrevivir diariamente! El hondureño es capaz de alcanzar la excelencia y de superar a cualquiera, quien quiera que sea y sin importar de donde venga, si tan solo se le brindara la oportunidad.
Pero acá en IGNORANDIA, lo que hemos ideado es un ambiente educativo que como línea de ensamblaje ha producido ciudadanos pasivos que tengan como resultados “el síndrome del avestruz”, agachar la cabeza ante la rendición de los eventos. “Es que acá nada cambia”, “es que nada va pasar”, “es que no nos van a dejar”. Tenemos la aptitud innata, pero nos han robado la actitud social necesaria para realizar cambios valientes que nuestro momento exige.
Nota relacionada Educación de Honduras varada por reducción de presupuesto
Recientemente me hicieron la pregunta que me dió una puñalada en el alma: un muchacho que está en un semáforo vendiendo desinfectantes aromáticos y que, con la rutina de mis pasos por ese sector, cuando no le compro por lo menos platicamos unos segundos me dijo: “¿óigame y por qué acá siempre ganan los malos?” …Aún hoy, no tengo la respuesta, pero si tengo la sospecha.
Si hemos fracasado en educar a los niños y jóvenes de la patria bajo el principio que les permita su desarrollo humano, su autonomía personal y que esta se traduzca en ser y hacer la diferencia, hemos enterrado a nuestra Honduras en la ignorancia eterna en donde se fecundan las dictaduras.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
Un comentario
EXCELENTE COMENTARIO! LA EDUCACIÓN EN HONDURAS SE HA DISIPADO EN LOS 200 DÍAS, QUE REPRESENTAN LA PRESENCIA DEL MAESTRO EN EL AULA, NO EN EDUCACIÓN DE CALIDAD, REPRESENTAN LA REPRESIÓN INSTITUCIONAL A LOS GRANDES INTERESES Y NECESIDADES DEL MAESTRO, REPRESENTAN LA VIOLACIÓN A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, REPRESENTAN EL SELLO DE LA FORMA DE GOBIERNO QUE EXISTE EN EL PAÍS, LA EDUCACIÓN TIENE CARÁCTER LIBERADOR NO ESCLAVIZANTE.