Alejando Mayorkas y las formas en que pudiera ayudarnos

Fracasos y prospectos, o la  imposibilidad de gobernar, según ERIC

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

                                                      para las dos, desde el fondo del alma.

Inevitablemente, como cualquier otra subjetividad, me pregunto: ¿por qué mi percepción del mundo público difiere tan drásticamente de la reflejada en esta encuesta? Esa diferencia está determinada, en qué proporciones: ¿por una mayor formación, lucidez y resistencia crítica, ¿cómo podrían pensar algunos amigos y simpatizantes? o ¿por mi filiación condición de privilegiado y beneficiado del sistema, y aun del gobierno, como alegan los adversarios? A semejanza de la mayoría de encuestados, participo en redes digitales, no creo en la clase política que se refleja mayormente en el Congreso, los partidos y la nomenclatura, y no consumo noticias y opiniones en muchos medios tradicionales que aburre filtrar línea. A diferencia de este conjunto, soy hombre, de la tercera edad, LIBRE y no abrevo en Facebook e Instagram, en que peligra la trampa de la propaganda negra.

Me consta  que el narco está todavía aquí y tiene injerencia, pero me queda claro que no está gobernando como antes.  Hay problemas y conflictos, por supuesto. Pero el mayor predictor estadístico de conflicto es la conflictividad anterior y Honduras tenía niveles de conflictividad críticos, desde fines del siglo anterior, provocados por problemas estructurales que pocos vecinos han superado. Podríamos terminar por serlo, claro que sí, pero no somos un país fallido; sino uno necesitado de esa dignificación, que LIBRE llama refundación. Pienso que el Partido va a ganar una nueva oportunidad, aunque soy más crítico que los encuestadores de ERIC. Y me siento obligado a estudiar las encuestas porque la oposición, aprovechará su negatividad para llevar agua a su molino de la desestabilización, y porque pueden ser un punto de apoyo para apalancar el esfuerzo y corregir el rumbo.

Todas las encuestas de opinión tienen que lidiar con el problema metodológico del sesgo en su muestra, y en sus diseños conceptuales, su forma de determinar a los encuestados, de lo que se quiere medir, los encuestadores y del instrumento de medición. Por supuesto, que, si se mide percepción, se tiene que tomar en cuenta la enajenación del público, criticar  con objetividad la forma en que se forman y deforman las percepciones, el desacierto y hasta el absurdo de opiniones descontextualizadas y de las exigencias imposibles de satisfacer.

Dicho esto, la Encuesta de ERIC es sin duda una las más confiables y tiene todo el respeto de los estudiosos, aunque al igual mide percepciones y las filtra o condensa, cayendo inevitablemente en extrañas paradojas y contradicciones. Y al final del día, las percepciones públicas de la realidad, alienadas o lúcidas cuentan, y terminan por ser determinantes, si no las asimilas y sabes lidiar con ellas.  Entendidas  las manipulaciones, tienes que llegar a la raíz, y calibrar más allá de la comunicación fracasada, que la mala calificación supone un genuino descontento duro, que hace a la gente aún más vulnerable al sesgo.  Y filtrada, la comprensión de ese malestar reflejado en estos guarismos tiene que servirnos para la autocrítica y para corregir el rumbo. 

Si lo pones en contexto, hay y esta encuesta mide aspectos positivos para el gobierno. Aun cuando la calificación colectiva del desempeño de 4.2 para el segundo año de gestión de su gobierno, que ERIC interpreta como imagen desgastada de la gobernante, aquí mismo la desaprobación dura contra Xiomara Libre sigue siendo el mismo 42% (de los partidos tradicionales) que votó en su contra el día que la elegimos presidenta.  Pero la encuesta también publica indicadores, y eso más bien parece sorprendente que, pese al gran desencanto con la gestión pública, hasta un 56.6% de la población encuestada aprueba, aunque sea un poco a la gobernante. Es decir, su figura personal ha sobrevivido a la turbulencia y aun a la debacle del gobierno.  Por contraste, con la aprobación personal de la Presidencia del Perú, cuya popularidad ha tenido otro desplome, o la de la Presidenta de Bolivia, que ayer llegó a 5% de aprobación, Xiomara flota sobre la impopularidad del gobierno, como creo que aún el Partido sobrevive, a los tropiezos de su primer gobierno. (Y por cierto también la imagen de la candidata). Hay datos que alegran porque frente a las elecciones de 2021 hace pocos años, ERIC decía que LIBRE tenía solo 2% de votantes, y ahora asegura que ha subido a 18%. ¿Será gracias a Xiomara y una nueva confianza del electorado?

Igualmente, real es el descontento profundo de la población, que, con todo y esas distorsiones, contradicciones y paradojas, miden las estadísticas graficadas de la encuesta. Y no es que reclame que no hemos cambiado todo –la gente sabe que eso no se podía y no tenemos una vara mágica ni la fuerza política (los votos en el congreso y la comprensión del público)- para prevalecer con nuestras reformas. Incluso entiende que por esa razón no se pudieron concretar las reformas electorales y fiscales, y comparten la frustración del Partido. Reclaman con justicia, otras cosas.

Más allá de subjetividades y perversidades, las opiniones negativas en la encuesta evidencian que no logramos satisfacer a parte de nuestra propia  base y, para nada, inspirar en general la esperanza de que conducimos el país exitosamente a un cambio para bien.  Desaprovechamos el poder ejecutivo para catalizar reformas administrativas del estado en el servicio civil y educación, en salud y seguridad. Necesitábamos articular una visión convincente de la ruta. Fallamos y la gente lo resiente. Pese a los cambios, varios ministerios fundamentales (salud, economía, seguridad) siguen siendo disfuncionales. 

Hubo oportunidades perdidas que ya solo se podrán llorar. En gran parte porque no superamos las contradicciones mezquinas, tensados entre la inercia, el oportunismo y los extremismos, que solo dan perplejidad, faltos de coherencia y practicidad, absortos en la autosatisfacción, entretenidos en la retórica y el delirio de la mediocridad. Nada ya puede enmendar la plana por completo. No logramos reconectar a los hondureños entre ellos y con un país, restaurar la fábrica deshilachada, hilvanar los jirones, inspirar arraigo y fe. Y hay descarrilamientos y pantomimas lamentables. Está claro que, aunque esas propuestas fueron diseñadas para apelar a su inocencia, aun sin profundos conocimientos teóricos y técnicos, la población mayoritaria e intuitivamente rechaza ocurrencias e improvisaciones como el estado de emergencia y una cárcel en islas del Cisne. El gobierno no supo comunicarse y más bien indujo una peligrosa suspicacia con respecto a su transparencia. Haberlo intentado no basta, no fue suficiente. Algo se puede enderezar aún. Sabio es el que rectifica.

Las cifras macroeconómicas muestran tasas de inflación más bajas y un crecimiento más vigoroso que en la región, pero bajo la circunstancia, no superaron un desánimo profundo. Aún nos queda año y medio de esta gestión. Debemos impulsar el empleo, de emergencia. No a través del empleo por hora y los fideicomisos podridos, como quiere la reacción, chantajeando. Sino por medio de la inversión en infraestructura. Y el empleo permanente mediante un pacto con el capital dispuesto, asegurándole, contra vientos y mafias, la energía y aún mayor seguridad. 

Resta el reto futuro. No debería haber sido, pero fue imposible mostrar las fallas fatales del sistema y por lo mismo, el imperativo de abrir un camino nuevo, porque la vieja trocha no conducía a ningún lado. Falta construir un modelo de desarrollo con crecimiento compartido que es impostergable, para todos, no solo para los más necesitados, sino incluso para los languidecientes beneficiarios hoy de una magra plusvalía. Para tener resultados, hay que ser más exigentes, recurrir a los que más saben en vez de los más cercanos, o los que más aplauden. Será preciso ser muy firmes. Elevar la visión de cambio y futuro. Hay que aprovechar y fomentar la asociatividad de nuestras cooperativas. Enseñar a la población que los medios de producción hoy son los nuevos conocimientos y la conciencia del cambio necesario, entusiasmar a los obreros y a los campesinos, para que se capaciten y se reorganicen, ilustrar a los cuadros del partido, reclutar a los maestros para consagrarse a la causa de la refundación educativa (lenguas y culturas, computación y ciencia); enganchar  a los más lúcidos empresarios para un proceso inteligente de adaptación, porque hay un nuevo mundo que lo exige, para las nuevas tecnologías y la economía verde, azul, naranja.

LIBRE, no padece de contradicciones estructurales internas, solo asaltos y acosos oportunistas. No es cierto que sea como pareciera decir la encuesta del ERIC, un partido más pequeño que el partido Nacional, ni necesita -siendo nuevo y uno de cuatro- que su membresía sea una mayoría absoluta. En la historia y el mundo democrático, prevalecen los partidos mejor organizados y movilizados, eso sí, en alianza. LIBRE tiene que marcar sus límites y abrir sus puertas. Ser partido verdadero, con bases coherentes, disciplinadas, moderno, entender su responsabilidad en el estado, para que pueda gobernar eficientemente, para que dé resultados. Reafirmar su disposición a democratizar la política más allá de las elecciones, transparentar al estado contra las intransigencias de ambos signos. Caminar por una ruta consensuada y estable, entendiendo que su refundación más que una meta es un proceso, que requiere una estrategia. Un entendimiento y la armonía con todo aquello que está afuera al margen, pero que no se opone insidiosa  y radicalmente a su proyecto, tendiendo puentes, multiplicando los diálogos y procurando pactos. LIBRE tiene que viabilizar el gobierno y conectar a la gente para sortear la conflictividad. Aunque no sea más que porque no hay otra esperanza; en la trinchera contraria, todo es ópera bufa, y no habiendo más si fracasa el proyecto por completo, sí que fracasará el país y las  consecuencias serían impredecibles. ¡Si se puede gobernar! Para hacernos entender que navegamos o naufragamos juntos, urge un liderazgo fuerte pero sensato, dispuesto a tomar riesgos necesarios y capaz de prever tropiezos. 

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