Por: Kenneth Rogoff
DAVOS – El Foro Económico Mundial de este año en Davos rebosó de ideas creativas sobre cómo salvar el planeta, reducir la desigualdad y enfrentar necesidades de seguridad urgentes. Pero en general, el gran corolario del evento fue lo deprimidos que están los europeos por su economía y, sobre todo, por Donald Trump.
La inquietud europea no es infundada: hay tres grandes modos en que Trump plantea una amenaza existencial a Europa. En primer lugar, insiste en que asuma toda la responsabilidad de su propia defensa, exigencia que a muchos dirigentes políticos les cuesta comprender. En su discurso de Davos, que se transmitió desde Washington, Trump volvió a pedir que los gobiernos europeos aumenten el gasto en defensa al 5% del PIB. A muchos países de la Unión Europea (entre ellos Italia) ya les resulta difícil alcanzar el objetivo del 2% al que se comprometieron durante la presidencia de Barack Obama, de modo que es evidente por qué la exigencia de Trump causa tanta preocupación.
En segundo lugar, Trump parece decidido a cumplir sus amenazas de imponer aranceles indiscriminados, lo que asestará un duro golpe a los exportadores europeos, enfrentados a la competencia creciente de China. Aunque la retórica de Trump parece dejar margen para que se negocien aranceles más bajos con países individuales, su historial en lo referido a cumplir promesas de campaña sugiere lo contrario. Ya anuló las políticas de apertura de fronteras y DEI (diversidad, equidad e inclusión) del expresidente Joe Biden, y es probable que lo siguiente sea imponer unos «hermosos» aranceles, a pesar de la amplia oposición de los economistas.
El impacto de los aranceles propuestos por Trump sería particularmente grave en Alemania, la mayor economía de Europa. Tras dos años consecutivos de recesión, el modelo alemán de crecimiento exportador se muestra vacilante. Si Trump impone altos aranceles a los bienes alemanes, es probable que sobrevenga un tercer año de recesión.
La recomendación de manual sería que Europa ponga la otra mejilla, porque lo habitual es que los aranceles perjudiquen más al país que los impone. Pero ¿quién se lo explica a los votantes? Dentro de la UE, una respuesta pasiva puede verse como signo de debilidad, de modo que la tentación de plantar cara a los hostigamientos de Trump y tomar represalias puede resultar irresistible.
Nadie sabe cómo terminará una confrontación semejante. Trump considera el superávit comercial crónico de Europa con Estados Unidos como una clara prueba de competencia desleal y no va a dar marcha atrás. No importa que en opinión de la mayoría de los economistas, el superávit se deba en gran medida a que los europeos prefieren invertir en activos estadounidenses, que siempre han rendido mejor que los activos europeos (y todo indica que seguirán haciéndolo).
En tercer lugar, el plan de Trump para reforzar el suministro energético de Estados Unidos deja al movimiento verde europeo en una posición difícil. La energía en la UE cuesta varias veces más que en Estados Unidos, lo que se debe en gran parte a la guerra entre Rusia y Ucrania y al costo de la veloz transición ecológica del bloque. El encarecimiento de la energía resta cada vez más competitividad a las industrias de la UE, sobre todo en sectores emergentes críticos como la inteligencia artificial.
¿Qué puede hacer Europa? Para empezar, las autoridades deben mantener el foco y no dejar que las políticas caóticas de Trump las distraigan de sus prioridades principales, entre las que se destaca la necesidad de encontrar formas de abaratar la energía. En este sentido, las tecnologías nucleares de pequeña escala son un avance prometedor.
Además, el negacionismo climático de Trump y su agenda de explotación gaspetrolera son un reto importante para la UE, que ya corre riesgo de caer en la irrelevancia geopolítica. Más allá de que la adopción de las energías limpias es admirable, lo que haga Europa por sí sola tendrá un impacto limitado en el calentamiento global, sobre todo si se tiene en cuenta que China y la India todavía generan con carbón un 60% de su electricidad. Para convencer a otros países de imitarla, Europa tiene que demostrar que puede ser a un mismo tiempo ecológica y competitiva; si no lo hace, se convertirá en un ejemplo admonitorio.
Ante las amenazas de Trump y la creciente competencia china, los gobiernos europeos deberían moderar su entusiasmo regulatorio. Como dice el dicho, «Estados Unidos innova, China replica y Europa regula».
La ministra británica de hacienda Rachel Reeves considera con razón que la desregulación puede mejorar las perspectivas de crecimiento del Reino Unido. Pero al RU le costará restablecer el crecimiento si los estados miembros de la UE (en particular Francia) no abandonan las quejas mezquinas y ofrecen al RU un acuerdo comercial al estilo de Noruega. Sería un beneficio para ambas partes: Europa necesita el sector financiero británico, y las empresas británicas necesitan acceso a los mercados europeos.
Pero incluso tomando estas medidas, a Europa no le será fácil hacer frente a Trump. Para tener una chance de salir airosos, los países de la UE deben reconocer que las raíces de su malestar actual son mucho más profundas. Independientemente de la reelección de Trump, los gobiernos europeos deben abordar las causas subyacentes del estancamiento económico.
Europa se merece todos los elogios por sus medidas de respuesta al cambio climático y contra los abusos del sector tecnológico. Puede que con el tiempo, Estados Unidos y China reconozcan el valor de las políticas progresistas de la UE y sigan su ejemplo. Pero hasta que no se convenzan, Europa será la que tenga que adaptarse. Si no lo hace, la Comisión Europea puede terminar como el Departamento de Bomberos de Los Ángeles: tratando de apagar incendios cuando el daño ya está hecho.
Kenneth Rogoff, ex economista principal del Fondo Monetario Internacional, es profesor de Economía y Políticas Públicas en Harvard, ganador del Premio 2011 del Deutsche Bank en Economía Financiera, coautor (con Carmen M. Reinhart) de This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly (Princeton University Press, 2011) y autor de Our Dollar, Your Problem (que será publicado por Yale University Press en 2025).
-
Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas