Por: Efraín Bu Figueroa
Las personas cambian por tres razones: aprendió demasiado, sufrió suficiente o se cansó de lo mismo.
El transfuguismo en política no es nuevo. La historia política hondureña está llena de ilustraciones, las que fueron profusas en las décadas iniciales de los partidos políticos tradicionales. Ha llamado la atención, que el transfuguismo partidario parece haberse convertido en una práctica rutinaria en la última década dentro de la clase política actual, reflejando con ello la pérdida de convicciones; políticos saltando de un partido a otro luego y regresando como hijos pródigos, mostrando arrepentimientos, mea culpa e historias idílicas de su retorno.
Ello es una muestra, en lo que la política vernácula ha caído y refleja la carencia de liderazgos por convicción, que en tiempos no muy lejanos fueron admirables y respetables.
Ese transfuguismo que hoy estamos observando tiene como fuerza motivadora el oportunismo, enfermedad de políticos frustrados y sin principios. De ahí que no extraña que Nasralla, un personaje sin ideología, convencido de su popularidad que proviene de la farándula, mas no de propuestas políticas reales y confiables, haya hecho sin escrúpulos una alianza con el Partido Libre, de orientación izquierdista, en el año 2017, encabezando la candidatura de ese partido y nuevamente el año 2021 con una alianza endeble que lo postuló como designado presidencial, cediéndosele además la Presidencia del Congreso Nacional y algunas Secretarias de Estado.
Hoy este político hedonista, afirma que siempre fue liberal y destaca conexiones familiares con antiguos lideres liberales, como si ello fuera un mérito o fuere un soporte ideológico para justificar una candidatura por un partido al que acaba de afiliarse, además, mandando al olvido al PSH, – del cual fue su creador – y con ello a todos sus seguidores, demostrando que no los aprecia.
Es obvio que Nasralla fue incapaz de organizar a su partido PSH en el ámbito nacional y por ello, busca utilizar la estructura política del partido Liberal organizada desde hace décadas en los departamentos y regiones. Aquí está el oportunismo y no hay tales que ahora “de novo” sustenta la ideología liberal.
Está por verse electoramente como el pueblo liberal responde a este comportamiento oportunista del conocido narrador de deportes.
Por otro lado, el mea culpa prodigo del Sr. Calix, tiene una connotación un tanto distinta, se cansó de la lucha interna dentro de Libre. Producto de una díscola maniobra autoritaria, Calix vio truncada sus aspiraciones a la presidencia del Congreso Nacional, lo que generó una fisura interna en la bancada de ese partido que en los meses venideros se fue profundizando.
Calix, que en el pasado ha demostrado ser un hábil denunciante y escarnecedor de la narcodictadura nacionalista, esta vez, no ha podido manejar la inteligencia emocional y debatir de manera dialéctica y desapasionada las diferencias internas dentro de Libre, como lo haría un astuto político realista.
En el pasado hubo controversias internas muy duras, por ejemplo, en el Partido Liberal entre Modesto Rodas y Villeda Morales, y de aquel con Jorge Bueso Arias y aunque hubo consecuencias electorales negativas, no significaron cismas irreversibles dentro de esa organización.
Calix se ha dedicado todos estos meses, a atacar visceralmente a la autoridad del partido y últimamente al gobierno de Libre, lo que generó reacciones contradictorias, al menos públicamente, entre el Tribunal de Honor de ese Partido y la Coordinación de este, así como animadversión de figuras de la militancia y bases partidarias.
Esto alejó mucho más a Calix de un debate de más altura y ha creído, que su inmediatismo candidatural para las próximas elecciones es más expedito dentro del Partido Liberal; hoy emite narrativas de su amor eterno al liberalismo, heraldo de la democracia y de la anticorrupción; rompe rotundamente con el ideario político estatutario del Partido Libre del cual fue uno de sus fundadores; partido que no surgió de la manga de ningún político, sino de la lucha del pueblo hondureño en las calles de Honduras, defendiendo la democracia y constitucionalidad después de la sangriento golpe de Estado, inducido y apoyado por un sector del Partido Liberal contra el gobierno liberal democrático y progresista de Manuel Zelaya Rosales.
Anticipamos una lucha política encarnizada entre estos dos tránsfugas partidistas, si es que no aparecen lideres de peso en la contienda interna del PL. Algunos perciben este transfuguismo como un renacer de la institución, la que, en los últimos doce años se convirtió en “furgón de cola” de la narcodictadura de JOH, lanzando al desván del olvido, los principios y valores del liberalismo social.