Por: Gustavo Zelaya Herrera
Según la visión oficial, muy arraigada en la conciencia popular, septiembre es importante en la historia hondureña: es el mes del bicentenario de la independencia de Centroamérica; 200 años que dejan sabores gratos y amargos para el momento presente. El régimen de Juan Orlando Hernández pretende montar una “celebración” con nuevo billete incluido, según ese sujeto: “Este billete no es un billete más, porque demuestra que respetamos el medio ambiente, que tenemos una economía fuerte y robusta, y que los niños son pilares en el tema de la educación” [1]; es cuando se registran niveles alarmantes de quiebra de medianas y pequeñas empresas; según el director de postgrados de la UNAH un “reciente estudio del Banco Mundial cataloga a Honduras como una catástrofe de desigualdad educativa, la cual evidencia la grave crisis que vive el país en materia de educación” [2]. Por su parte, el director de investigación y evaluación de la Universidad Pedagógica Nacional sostiene que “vamos a tener una presión social fuerte por matricularse…por la dificultad por matricular al estudiante en un formato principalmente virtual…gran parte de la población hondureña tiene problemas para tener acceso a las plataformas virtuales y a la conectividad. Estudiar en 2021, además de las matrículas y los útiles, generara un impacto en la economía de los padres” [3].
Mientras tanto, la UNICEF opina que “el 44 por ciento de los niños y niñas de entre 3 y 17 años está fuera del sistema escolar… los grupos con mayor nivel de exclusión de la cobertura educativa son aquellos que viven en la zona rural (48,7 por ciento), los que tienen entre 3 y 5 años (65 por ciento), y los adolescentes de entre 12 y 14 años (55,1 por ciento) y de 15 a 17 años (74,6 por ciento). La principal causa de inasistencia al tercer ciclo de la educación básica es la falta de recursos económicos (46 por ciento). El 4 por ciento dejó la escuela para ir a trabajar y el 28 por ciento no quiere seguir estudiando ya que no percibe que la educación le abra las puertas al mundo laboral ” [4].
No es ningún secreto decir que las condiciones físicas de las escuelas impiden su apertura, es el momento cuando los niveles de contagio y muerte provocados por la pandemia aumentan exponencialmente, cuestión que al gobernante no parece inquietarle tanto. Un año de trágica experiencia sanitaria no hace cambiar prácticas perversas como ser la disminución de los test de detección, la acostumbrada manipulación de la estadística oficial, la propaganda política sobre la vacuna, el cierre de los triajes, el incumplimiento de los contratos con el personal sanitario y el fingido interés por el dolor que padecen miles de familias que lloran la muerte de sus allegados. Frente a la tragedia autorizan la apertura parcial del sistema escolar, de los estadios de futbol e inauguran modernas instalaciones policiales. Por otro lado, la impunidad sigue imperando y los casos de corrupción son silenciados. Esto es parte fundamental del bicentenario.
El septiembre del régimen también se llena de distracciones, ya no sólo es futbol y religión, sino que asoma un elemento esencial en la cultura nacional como ser el proceso electoral y vulgares pugilatos entre políticos fanáticos; la principal argucia que sirve para que creamos que el desempleo, la degradación de los derechos fundamentales, la enfermedad, el crimen organizado, la inequidad, los femicidios, las masacres, son apenas elementos superficiales que no pueden triunfar sobre su democracia ni sobre la armoniosa convivencia social. Así, cualquier elemento que potencia la crisis existente no es importante, de tal modo que todo se disuelve y deja de existir como efecto de las elecciones y de la “celebración” del bicentenario. Incluso, políticos que parecen de avanzada, ignorando la realidad, muestran gran entusiasmo porque en noviembre la pandilla en el poder va a terminar con sus fechorías. Ojala así fuera.
Aunque septiembre tiene mucho más; a pesar de la “celebración” y las palabras propias de velada escolar; la amenaza de realizar los patrióticos, esos que “engalanaban ramilletes de bellas palillonas animadas por la música de las bandas volverán a ser realidad” [5]: además, dice orgulloso el director del Instituto Central: “somos el único instituto invitado para ir a interpretar la Chicha del Central en el Estadio Nacional el día 15 de septiembre” [6]; a pesar de tantos lugares comunes, amables sonrisas y deslumbrantes fotografías, tanto políticos como militares se guardan de mencionar que es el mes en que se asesinó a Francisco Morazán, crimen efectuado por los grupos reaccionarios ahora representados por los que ponen coronas en las estatuas de los próceres independentistas. Son 179 años del asesinato del último presidente de la fracasada República Federal.
De la misma forma que los ilustrados de aquel momento, Morazán pensó la independencia como ruptura radical con los privilegios y con la estructura colonial. Esencial en sus aspiraciones fue la necesaria exigencia ética para mostrar las desigualdades de su época, la crisis moral de los grupos oligárquicos y las dificultades políticas que le pondrían sello particular al desenvolvimiento social de la región. Ese talante ético le hizo respetar la dignidad humana, rechazar las injusticias, mostrarse intransigente e intolerante frente a la reacción conservadora y ser consciente de su compromiso por la integración centroamericana.
En su Testamento dijo: “Declaro que no he merecido la muerte, porque no he cometido más falta que dar libertad a Costa Rica y procurar la paz de la República. De consiguiente, mi muerte es un asesinato, tanto más agravante, cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no he hecho más que cumplir con las órdenes de la Asamblea, en consecuencia con mis deseos de organizar la República…Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país, aunque con el justo deseo de procurarle su bien; y este sentimiento se aumenta porque cuando había rectificado mis opiniones en política, en la carrera de la revolución, y creía hacerle el bien que me había prometido para subsanar de este modo aquellas faltas, se me quita vida injustamente” [7] .
En este documento se descubre la evidencia de la crisis. Esto debería obligar a los que gobiernan y a los que aspiran al poder a ver la necesidad de repensar la política, no como actividad para lucro personal, sino para construir nuevos contenidos con las comunidades, desde las comunidades, para hacer posible convivencia, respeto, solidaridad y edificar mejores condiciones de vida.
El 16 de julio de 1841, Morazán repetidamente sostuvo la idea de patria entendida como Centro América, sin las limitaciones provinciales de las viejas autoridades coloniales convenientemente convertidas en independentistas. En su denuncia a los colonialistas esbozados los tildó como usurpadores de la patria, textualmente dijo: “Vosotros habéis gozado muchos años de los bienes de esa patria que buscáis en vano. ¿Encontraréis en la República de Centro América algunas señales de ella? No, aunque le dais hoy este nombre, más extranjeros sois por vuestros propios hechos en el pueblo que os vio nacer”[8]. Estableció la existencia de dos patrias [9] , y la habitada por los patriotas es la que acogerá el sistema democrático apoyado en “la profesión de los derechos del pueblo, -la ley de la libertad de imprenta- la que suprimió las comunidades religiosas, la que creará la academia de ciencias… los códigos de pruebas, de procedimientos y de juicios”[10] . Es la patria de Morazán, la que se extiende por todo el istmo hasta enlazar con la Gran Colombia de Bolívar.
Siempre hay intentos de reivindicar a Morazán, incluso lo divinizan; algunas personas lo harán para enaltecer su propuesta humanista y emancipadora; pero los herederos de los que asesinaron a Morazán, los miembros de las oligarquías que mal gobiernan y que encabezan la “celebración” del bicentenario siempre estarán colocándolo en estatuas, edificios, parques y en pinturas de mala calidad que lo representan de forma severa y distante, lleno de condecoraciones y uniforme militar, con la intención de ocultar el aspecto avanzado de sus ideas.
[1] Twitter. @JuanOrlandoH 31 de agosto.
[2] Diario La Prensa Honduras, 23 de diciembre de 2010, declaraciones de Armando Euceda, Director de Postgrados de la UNAH,
[3] Diario Tiempo Honduras, 22 de enero de 2021, declaraciones de Russbel Hernández, Director del Instituto de Investigación y Evaluación Educativa de la UPNFM.
[4] https://www.unicef.org/honduras/que-hacemos/educaci%C3%B3n-de-calidad.
[5] Diario El Heraldo, Tegucigalpa, 01.09.2021.
[6] Ídem.
[7] Morazán, Francisco (1992): Memorias. Manifiesto de David. Testamento; Departamento de Publicaciones y Artes Gráficas de la Secretaria de Cultura, Honduras, p.99-101.
[8] Ídem. P.75.
[9] Ib. Manifiesto de David, pp.79 a 95.
[10] Ibi. P. 86.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas