El auge del capitalismo autoritario

Por: Sebastián Godínez Rivera

En el libro La crisis del capitalismo democrático, Martin Wolf analiza cómo el orden liberal que
se estableció con el triunfo de Estados Unidos sobre la Unión Soviética, basado en la democracia
y el libre mercado, hoy se ha fracturado. Si bien no se trata del “fin de la historia”, como afirmó
en su momento Francis Fukuyama, sí se estableció un modelo de producción ligado a un régimen
específico, es decir: el capitalismo y la democracia.

Si bien en la actualidad las constantes crisis y la creciente desigualdad se han traducido en un
aumento del malestar con la democracia, no ha pasado lo mismo con el capitalismo. Mientras
que el mundo se ha llenado de autócratas iliberales que amenazan la democracia, el modo de
producción capitalista permanece intacto.

En un mundo en crisis y con tantos líderes iliberales, el autoritarismo se ha vuelto una constante.
Tanto Donald Trump en Estados Unidos como Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El
Salvador o Daniel Noboa del Ecuador han sido catalogados como líderes autoritarios surgidos de
la reacción del mercado. Con este panorama, podría decirse que el mundo está viviendo el auge
del capitalismo autoritario.

La seducción por el autoritarismo crece, según estudios como V-DEM. Por su parte, los datos del
Latinobarómetro y el Eurobarómetro muestran que la gente está dispuesta a someterse a un
régimen autoritario siempre y cuando brinde seguridad, estabilidad económica, empleo y
bienestar individual.

Desde la crisis de 2008-2009 el libre mercado ha ido afectando a las democracias occidentales.
Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania vieron un estancamiento en sus economías, lo
que impactó en el pluralismo. El establishment intentó subsanar las desigualdades sin éxito, pero
surgieron voces que movilizaron los sentimientos de malestar, que encontraron resonancia en la
ciudadanía. La aparición de partidos antisistema o líderes carismáticos fue bien recibida por
muchos ciudadanos que buscaban algo nuevo sin importarles que el cambio afectara a la
democracia

Mientras Occidente se estancaba, otras naciones mantenían su crecimiento y China, Singapur y
la India se erigieron como bastiones del auge capitalista. Muchas naciones sin democracia –como
la conocemos–, con límites a los derechos humanos y sin posibilidad de cuestionar el statu quo
se vieron beneficiadas por la bonanza económica, lo cual llamó la atención en muchas partes del
mundo. Mientras la democracia que prometía igualdad y progreso decepcionaba a las mayorías,
el autoritarismo parecía un camino viable.

La tercera ola de la democratización, de acuerdo con Samuel Huntington, no logró la
germinación del pluralismo y tampoco creó economías competitivas. En América Latina, el
ascenso de outsiders ha sido una constante. Tras casi quince años de gobiernos progresistas, la
derecha se fortaleció como resultado del ascenso de Donald Trump en Estados Unidos.

Esto impulsó a personajes radicales como Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador,
Javier Milei en Argentina o Daniel Noboa en Ecuador. Todos estos líderes juegan dentro de las
reglas del capitalismo y, asociados con las élites económicas y con el deseo de reactivar las
economías de sus naciones, han mermado la democracia. De hecho, ciertos analistas consideran
que sus victorias representan una reacción agresiva del mercado.

Lo cierto es que los proyectos de reducción de la burocracia y la simplificación administrativa de
Milei y Noboa no entusiasman a la población. La denuncia de la crisis económica por parte del
peronismo en Argentina y el miedo hacia Rafael Correa y su Revolución Ciudadana en Ecuador
fueron armas para capitalizar los votos. Mientras que la inversión en criptomonedas del
bukelismo no es una preocupación para los salvadoreños, su mano dura contra las pandillas ha
disparado su popularidad.

En este contexto, la reciente aprobación en el Congreso de El Salvador de la reelección
indefinida coloca a Bukele en la antesala de una autocracia cerrada. En Ecuador, Noboa pugna
por un régimen híbrido y el populismo punitivo, mientras que en Brasil el bolsonarismo muestra
músculo y cuestiona el papel de los jueces y el gobierno de Lula Da Silva.
En definitiva, el mundo se ha reconfigurado con el autoritarismo de ciertos líderes carismáticos,
lo cual está dando lugar a una nueva era: el capitalismo autoritario.

Sebastián Godínez Rivera es cientista político. Graduado en la Universidad Nacional Autônoma
de México (UNAM). Diplomado en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién.

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