Por: Josué Sevilla
La cultura política hondureña siempre careció de una posición crítica al momento de ejercer el sufragio y elegir sus autoridades. La ética, el honor, los valores, y la visión prospectiva de un proyecto colectivo nacionalista, estuvieron ausentes, salvo algunas excepciones de nuestra historia política hondureña.
Esta reflexión se centrará en cuestionar el proceder obtuso, de los políticos y politiqueros hondureños y el posible escenario de fraude electoral, que la derecha tiene preparado para noviembre del 2021. Las piezas del ajedrez político de la derecha están puestas sobre el tablero. Repasemos de manera retrospectiva la historia política nacional desde este presente humillante y oprobioso.
La democracia liberal que se practicó después de la independencia adoptó un sistema excluyente desde sus inicios, y al margen de las clases subalternas, y los grupos étnicos hondureños, siempre concibieron el Estado como un botín familiar o de facciones oligarcas alrededor de un caudillo político. Absolvemos, por supuesto, de esta dinámica algunos personajes como el olvidado Dionisio de Herrera, Joaquín Rivera, Francisco Morazán y José Trinidad Cabañas.
Este proceder se convirtió en una extensión cultural de nuestros políticos durante el siglo XIX como lo demuestran algunos trabajos que nos aportan al tema: Marvin Barahona en El Estado fragmentado (1839-1876), y los estudios sobre el siglo XIX, de la historiadora Ethel García Buchard. Recalco que aún no surgen los partidos tradicionales. La lucha por el poder en el siglo XIX enfrentó a los bandos liberales y conservadores. Sin embargo, estudios actuales comienzan a cuestionar estos argumentos historiográficos.
Durante la primera mitad del siglo XX, el caudillismo evolucionó en el clientelismo de los partidos históricos tradicionales, quienes, a su vez, se arrodillaron –cuando tomaron el poder– ante el capital de las transnacionales bananeras. Los Yankis agroindustriales pronto se convirtieron en los nuevos amos de las mejores tierras y recursos naturales de nuestra nación. Nuestras élites, no fueron capaces de generar una acumulación de capital cuando tomaron el camino como Estado independiente. Esto conllevó a que nuestras élites fueran dependientes del imperialismo Yanki, tomando una postura de intermediarios.
Con la llegada del capital norteamericano se explayaron los fenómenos clásicos del capitalismo: explotación, ferrocarriles, urbanización, migraciones regionalismos, corrupción, nuevas oligarquías, intermediarios, el trabajo asalariado, políticos vendidos, etc. Señalo que ya existen los partidos históricos en la primera mitad del siglo XX. Es decir, el Partido Liberal (1891) y el Partido Nacional (1921-23). Fue en esta etapa que nuestros políticos aprendieron a hacer sus mañoseadas, y cultivaron su carácter servil, como bien lo representó La Carta Rolston escrita en la década de 1920, y publicada en la década de 1950 por los jóvenes intelectuales aglutinados en el Partido Democrático Revolucionario Hondureño (PDRH) y los comunistas, a través del órgano oficial Vanguardia Revolucionaria.
El PDRH (1946-54), intelectuales de la época y los comunistas, organizaron de forma clandestina un movimiento de oposición contra la dictadura de Tiburcio Carías Andino, que culminó con la integración de un movimiento popular que tuvo su mejor expresión en la huelga bananera de 1954. Lo que caracterizó este movimiento democrático y popular fue la unidad, el trabajo organizativo con las masas, y la denuncia contra los distintos regímenes cachurecos que continuaron la dictadura de Carías Andino: Juan Manuel Gálvez (1949-54) y Julio Lozano (1954-56). Por esos años el Partido Nacional (PN) se hizo experto en fraudes electorales en los procesos de 1954 y 1956.
En la década de 1960, el PN, hizo un cogobierno con la dictadura militar de Oswaldo López Arellano (OLA), donde prosiguieron su acostumbrada política de fraudes en los procesos electorales de 1965 y 1968. En la primera elección se legalizó el dictador OLA, y en la segunda, los cachurecos ganaron la mayor parte de las alcaldías. Por esos años, los nacionalistas crearon una fuerza paramilitar conocida como la mancha brava. Esa agrupación oscura recientemente fue convocada en el Consejo Electoral Nacional (CNE) por David Chávez y Antonio Rivera Callejas para intimidar a las fuerzas convocadas a un sorteo. ¿Este será el ambiente cavernario de las elecciones en noviembre del 2021?
El historiador Darío Euraque, precisa que en la década de 1960 y 1970, OLA salvó de muerte política a los nacionalistas. Opino que, en la actualidad, JOH, les devolvió el favor a las Fuerzas Armadas de recuperar los espacios perdidos en la década de 1990, y la primera década del siglo XXI. Los militares salieron de sus batallones, como brazo armado de los grupos dominantes perpetrando el Golpe de Estado del 2009 contra el proceso de apertura democrática que provocó Manuel Zelaya Rosales. Del 2009 a la actualidad, vivimos un proceso de remilitarización de la sociedad hondureña.
Los nacionalistas tomaron el poder en las elecciones antipopulares del 2009, volviendo a ejecutar un fraude electoral, aprovechándose de la división del Partido Liberal, el cual fue asaltado por el ala más conservadora. A la cabeza de este movimiento estuvo Roberto Micheletti Bain, en el año 2009. Este fraude electoral se repitió en 2013, y 2017, consignando la tradición de los cachurecos y porque no, de su contraparte que no se exime de ser corrupta y fraudulenta. Al final, estos dos partidos son gotas de un mismo pantano, como lo manifestó en su tiempo, Longino Becerra.
Entre 2009-21, hemos tenido momentos importantes en la lucha por la democratización de nuestro país, pero varias decisiones equivocadas han incurrido en las derrotas irreversibles, frente al ajedrez político de la derecha. Algunas plataformas importantes y expresiones de lucha popular fueron la conformación del Frente Nacional de Resistencia Popular (2009), el movimiento de las antorchas (2015-16), las manifestaciones contra la reelección de JOH (2017) y la Plataforma en Defensa de Salud y Educación (2019) así como la lucha del Movimiento Estudiantil, estudiado por este servidor en otro espacio. El último chispazo popular es la Convergencia Nacional.
Sin embargo, todas estas expresiones carecieron del requisito indisoluble de la unidad, disciplina, tenacidad y una agenda con propuestas tangibles y con prospectiva. Los movimientos sociales y esta amalgama de expresiones que surgieron después del Golpe de Estado del 2009 carecieron de coherencia y pronto viejos sectarismos provocaron la dispersión de la oposición contra la dictadura cachureca del siglo XXI, iniciada por Porfirio Lobo Sosa y continuada por Juan Orlando Hernández. La estrategia de la derecha durante estos 12 años consistió en desgastar las manifestaciones del pueblo, que, sin organización y marcado por la espontaneidad, ha salido a las calles, pero carente de una posición compacta.
En el otro extremo, los grupos económicos, religiosos, la embajada de EUA y las élites políticas, se beneficiaron de esta etapa de terror, neoliberalizando la sociedad hondureña en todas sus esferas, en estos 12 años de narcodictadura. Destruyeron las empresas estatales y se inventaron las alianzas público-privadas; quebraron el IHSS, colapsando la salud y la educación estatal; destrozaron las conquistas laborales de los trabajadores y la lista sigue.
LIBRE, el partido político que surgió después del Golpe de Estado del 2009, nunca le apostó a la organización de sus estructuras a nivel nacional y me parece que ya no puede seguir sacrificando sus bases con el voluntarismo. El pueblo hondureño ganó las elecciones a los nacionalistas en 2013 y 2017, pero LIBRE, no se preparó para defenderlas en ambas ocasiones. Existe tanta gente preparada alrededor de LIBRE, pero se mantiene un grupo selecto, casi impenetrable que no acepta la crítica y ve como ataques cualquier intento de acercamiento.
Los nacionalistas con sus proyectos populistas y con sus bases a las que tienen disciplinadas para la batalla electoral, se sienten confiados. La oposición política durante todo este tiempo estuvo dispersa sin poder concretar un consenso, pero quizás a meses se pueda unificar y enfrentarse al ajedrez político desigual, que aspira a un jaque mate contra el pueblo hondureño.
Mi reflexión final para la ciudadanía es la siguiente: usted debe saber que la cultura política de nuestros políticos es servil, antipopular y entreguista. Estos vendepatrias, fueron los que entregaron nuestros recursos a las transnacionales Yankis, a principios del siglo XX, igual que los cachurecos con las ZEDE a principios del siglo XXI. Jamás estas inversiones extranjeras con proyección hacia afuera provocaron un desarrollo integral en nuestro país. Segundo, no podemos seguir un proceso de oposición política si las fuerzas están dispersas. Es muy tarde, dirán algunos para buscar la unidad, pero se debe intentar. Tercero, una oposición sin agenda a corto, mediano y largo plazo camina con pies de barro a la derrota. En el país, existieron propuestas de nación por parte de los partidos revolucionarios y expresiones antiimperialistas progresistas, que podemos rememorar y traerlos al presente. Debemos de unirnos y recomponer las fuerzas por una Honduras, que provoque un socialismo democrático relacional, parafraseando a la Dra. Irma Becerra. Urgimos de una Honduras incluyente, pluricultural, y multiétnica. La Honduras para todos.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas