Por: Luis Miguel Santibáñez Suárez/Latinoamérica21
El pasado 9 de febrero Ecuador celebró la primera vuelta de las elecciones generales en un contexto marcado por una creciente ola de violencia y una profunda polarización política. Al frente de la Misión de Observación Electoral de Transparencia Electoral, supervisamos este proceso electoral y ofrecimos una visión objetiva de los acontecimientos que lo rodearon.
Ecuador ha enfrentado serios desafíos en seguridad. La expansión del narcotráfico y el crimen organizado ha elevado los índices de violencia, lo que ha situado al país en una posición delicada en términos de seguridad ciudadana. Esta situación ha generado incertidumbre y desconfianza entre la población, cosa que ha afectado al clima electoral.
La polarización política se ha intensificado, con dos figuras principales emergiendo en el escenario electoral: el presidente en funciones, Daniel Noboa, y la exlegisladora de izquierda Luisa González. Estos dos candidatos representan visiones opuestas para el futuro del país, lo que exacerba las divisiones existentes y refleja la fragmentación del electorado ecuatoriano.
Ecuador, ubicado en la región noroccidental de América del Sur, posee una posición geoestratégica de gran relevancia. Su acceso al océano Pacífico lo convierte en un punto clave para el comercio internacional y las rutas marítimas. Además, su proximidad al Canal de Panamá y su pertenencia a la cuenca del Pacífico le otorgan un papel destacado en las dinámicas comerciales y geopolíticas de la región.
Históricamente, Ecuador ha mantenido una política exterior orientada hacia la defensa de su soberanía y la promoción de la integración regional. Es miembro fundador de organizaciones como las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos, y participa activamente en iniciativas que buscan fortalecer la cooperación y el desarrollo en América Latina.
En el contexto actual, la posición geopolítica de Ecuador adquiere una dimensión adicional debido a las tensiones globales y regionales. La competencia entre potencias como Estados Unidos y China por la influencia en América Latina coloca a Ecuador en una situación en la que sus decisiones políticas y económicas pueden tener repercusiones más allá de sus fronteras.
En términos comerciales, Ecuador ha diversificado sus relaciones internacionales. Según datos del Banco Central del país, durante el período 2016-2023 las exportaciones acumuladas de enero a noviembre de Ecuador a China han sido, en promedio, de USD 2.844 millones. Por su parte, en 2023 el comercio no petrolero entre Estados Unidos y Ecuador dejó un saldo favorable de 1.474 millones de dólares.
Además de Estados Unidos y China, otros socios comerciales destacados de Ecuador incluyen la Unión Europea, Rusia y Colombia, con quienes mantiene intercambios comerciales significativos en diversas áreas.
La reelección de Donald Trump en 2024 ha redefinido las relaciones de Estados Unidos con América Latina. La administración Trump ha adoptado políticas más confrontativas, enfocándose en temas como la migración, el comercio y la seguridad. Estas políticas han generado tensiones con varios países de la región, incluyendo a Ecuador.
Uno de los aspectos más destacados ha sido la imposición de aranceles y medidas comerciales restrictivas a naciones que, según la administración Trump, no cooperan en temas migratorios o de seguridad. Aunque Ecuador no se ha visto directamente afectado por medidas similares, la posibilidad de enfrentar sanciones comerciales ha influido en las decisiones gubernamentales y en el debate político interno.
Además, la creciente influencia de China en América Latina ha sido motivo de preocupación para la administración Trump. China ha incrementado sus inversiones en la región, y se ha convertido así en un socio comercial clave para varios países. Ecuador, en su búsqueda de diversificar las relaciones económicas, ha fortalecido sus lazos con China, lo que podría generar fricciones con Estados Unidos en el marco de la política exterior de Trump.
A pesar de las tensiones y desafíos mencionados, la jornada electoral del 9 de febrero transcurrió sin incidentes mayores. La participación fue notable, con más del 83% de los votantes acudiendo a las urnas, lo que refleja el compromiso cívico de la población en momentos críticos para la nación. Es importante destacar que en Ecuador el voto es obligatorio, lo que contribuye a una alta tasa de participación electoral.
Aunque nuestra misión no se desplegó al interior del país, observamos que el Consejo Nacional Electoral (CNE) desempeñó eficazmente su labor, proporcionando información oportuna y veraz, lo que fortaleció la confianza en el proceso electoral.
Los resultados preliminares indicaron un empate técnico entre Daniel Noboa y Luisa González con aproximadamente el 44% de los votos. Esta estrecha diferencia confirmó la necesidad de una segunda vuelta, programada para el próximo 13 de abril.
Es relevante destacar que, aunque Noboa lideró ligeramente en los primeros conteos, González superó las expectativas, especialmente en regiones donde el correísmo había tenido menor influencia en elecciones anteriores. Este desempeño subraya una posible reconfiguración del mapa político ecuatoriano.
Daniel Noboa ha buscado estrechar lazos con la administración de Donald Trump. Asistió a la investidura de Trump en enero de 2025 y ha manifestado su intención de fortalecer las relaciones bilaterales entre Ecuador y Estados Unidos. Además, ha adoptado políticas comerciales similares a las de Trump, como la imposición de aranceles del 27% a importaciones mexicanas, buscando impulsar la manufactura local y alinearse con las estrategias comerciales estadounidenses.
Por su lado, Luisa González es considerada la heredera política del expresidente Rafael Correa. Durante su carrera política ha ocupado diversos cargos en su administración y ha mantenido una estrecha relación con él. Aunque esta asociación le ha brindado una base sólida de apoyo, también ha sido objeto de críticas debido a los casos de corrupción asociados al gobierno de Correa. González ha defendido la gestión de su mentor, calificando las acusaciones como persecución política, y ha prometido continuar con las políticas de la Revolución Ciudadana en caso de ser electa.
La segunda vuelta se perfila como un desafío significativo para ambos candidatos. Noboa deberá defender su gestión en un contexto de críticas por su enfoque de mano dura en seguridad y acusaciones de autoritarismo. Por su parte, González enfrentará el reto de ampliar su base electoral más allá del correísmo, buscando alianzas con otros sectores políticos y sociales.
La posición del movimiento indígena, representado por Pachakutik y su líder, Leonidas Iza, será determinante. Su apoyo podría inclinar la balanza en favor de uno u otro candidato, convirtiéndolos en actores clave en la definición del próximo gobierno. Tanto Noboa como González necesitarán forjar alianzas y acuerdos políticos con diversas fuerzas políticas.
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