Por: Efraín Bu Figueroa
Para muchos la separación de la alianza LIBRE-PSH fue una “crónica de una ruptura anunciada”. Dicha alianza electoral, fue coyuntural, entre una fuerza supuestamente de centroderecha y una izquierda variopinta, con algunas connotaciones personales que aumentaban su inestabilidad.
El objetivo electoral de esta alianza fue sacar al Partido Nacional, esto es, a Juan Hernández del poder. En aquellos días preelectorales era incierto el triunfo de alguna de las fuerzas opositoras, o al menos un triunfo contundente que no dejara dudas para declarar un triunfador. Ello fue la fuerza motriz para concretar esa extraña alianza entre pensamientos y conductas políticas disimiles.
Por lo que hoy estamos viendo, en la mesa de negociación no se colocó el interés general de la nación como prioridad en el corto y largo plazo; aunque sabemos, no se dejó de dialogar alrededor de ciertos objetivos comunes, como la lucha contra la corrupción, pues esta fue, por más de una década, uno de los grandes impulsores en el mensaje político de la oposición de aquel momento.
No obstante, la alianza cayó en el inmediatismo. No concertaron un sólido y contundente Plan de Gobierno que involucrara verdaderas y audaces transformaciones estructurales, en las que ambos partidos convergieran para implementarlas de manera inmediata, una vez iniciado el nuevo gobierno.
La repartición de responsabilidades fue a la usanza tradicional, donde no pesaron los valores partidarios compartidos, vinculados a los objetivos comunes identificados, los que obviamente no existieron, con relación al rumbo que debía tomar el País.
De ahí, pues, que la alianza nace con una gran debilidad, dejando vacíos, para que germinaran las dudas y suspicacias, que se fueron convirtiendo cada día en combustible incinerador de la relación entre sus principales protagonistas, que optaron por la mutua diatriba pública que por el diálogo civilizado para fortalecer la unidad.
Se impuso la locuacidad mediática, las emociones, y el desbocamiento; características alejadas de la madurez y cultura política propia de verdaderos estadistas.
Dicha ruptura ocurrió mucha más temprano que tarde y vendrá a complicar futuras decisiones de trascendencia nacional en el Congreso, como por ejemplo la elección de la Corte Suprema de Justicia y el Ministerio Publico, pues ya no se contará con la fuerza inicial de los congresistas aliados, que, aunque no son suficientes, si proporcionan una fuerte base para negociar con mayor holgura y flexibilidad.
Sin embargo, tal panorama es superable, se requerirá voluntad patriótica, mayor profundidad y amplitud entre los partidos políticos en el Congreso Nacional para alcanzar consensos en la elección de magistrados y el nuevo fiscal general.
En medio del desmoronamiento de la alianza triunfadora, el Partido Nacional se mueve en su estrategia de inundar el listado de auto propuestos con sus cuadros profesionales incondicionales, incluidos varios de los actuales magistrados, lo que evidencia que dicho partido, está fortaleciendo su escenario negociador. Sin duda, que la nueva Corte, estará profundamente sesgada hacia los partidos con mayor poder electoral o bien podrían surgir sorpresas inesperadas, fuera del marco de las aspiraciones del pueblo hondureño.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas