La fortuna de los milmillonarios ha crecido a un ritmo de 2700 millones de dólares diarios, desde 2020, desde que inició la pandemia hasta finales de 2022.
El 1 % más rico acumuló casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial en los últimos dos años.
En Latinoamérica, desde 2020, la riqueza de los milmillonarios ha crecido un 21%. Han emergido treinta milmillonarios en este tiempo, cuya fortuna en conjunto ha crecido a un escandaloso ritmo de 68 millones de dólares por día.
Tegucigalpa.- El 1 % mmás rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), revela hoy un nuevo informe de Oxfam. Esto es casi el doble de lo que recibe el 99 % restante de la humanidad. La bonanza de este 1% se ha intensificado frente a lo que pasó durante la última década, cuando el 1 % más rico capturó alrededor del 50 % de la nueva riqueza.
“La ley del más rico” se publica el día en que comienzan las reuniones del Foro Económico Mundial en Davos. Las élites se están reuniendo en la estación de esquí suiza en un contexto en el que la riqueza y la pobreza extremas en el mundo se han incrementado simultáneamente por primera vez en 25 años.
«Latinoamérica ha sido la región más golpeada por la pandemia en el mundo. Y a pesar de ello, sus ultraricos se han embolsado ganancias estratosféricas durante la crisis, en gran medida como resultado de los planes de estímulo inyectados con fondos públicos y su voraz aprovechamiento de las condiciones de mercado. Décadas de privilegios fiscales para los más ricos han sido elementos clave en el aumento de las desigualdades”, afirma Gloria García Parra, directora regional en Oxfam para América Latina y el Caribe.
La riqueza de los milmillonarios ha aumentado a un ritmo desconcertante. Por cada dólar de nueva riqueza global que percibe una persona perteneciente al 90 % más pobre de la humanidad, un milmillonario se embolsa 1,7 millones de dólares.
La fortuna de los milmillonarios ha crecido a un ritmo de 2700 millones de dólares diarios, desde 2020, desde que inició la pandemia hasta finales de 2022.
América Latina no es la excepción: durante la pandemia, la riqueza de los 91 milmillonarios de la región ha crecido un 21%, cinco veces más rápido que el PIB de la región durante el mismo período.
De estos 91 milmillonarios, 17 viven en países en los que no deben pagar ningún impuesto sobre herencias, donaciones o sucesiones: esto significa que pasarán más de 158.000 millones de dólares totalmente libres de impuestos a la próxima generación. Por otro lado, los salarios reales han perdido un 10% de valor (de 2020 a 2022) y 201 millones de personas (32,1% de la población total) viven ya en la pobreza. De ellos, 82 millones (13,1%) se encuentran en situación de pobreza extrema. A finales de 2022, la inseguridad alimentaria pasó a impactar a cuatro de cada diez personas (40%).
El crecimiento extraordinario en sectores como el de la energía y la alimentación ha disparado el patrimonio de los más ricos. Según las estimaciones de Oxfam, 95 empresas internacionales de energía y alimentación han aumentado en 256% sus beneficios en el 2022. Generaron unos beneficios extraordinarios por un total de 306.000 millones, y destinaron 257.000 millones (el 84 %) a remunerar a sus ya muy ricos accionistas.
En América Latina y el Caribe, la alimentación, la salud, las finanzas y la minería han sido los principales sectores en que operan los nuevos milmillonarios de la región. Desde el inicio de la pandemia, la fortuna de tres de ellos ha crecido más del doble y para otros catorce, se ha incrementado en más del 50%.
En la región latinoamericana, cerca del 50% de la población pertenece al sector informal. Sin redes de protección social y frente a un escenario de crisis que perfila bajo crecimiento, alta inflación, presión de deuda pública y una recaudación fiscal insuficiente, esta combinación letal puede dar lugar a movimientos de descontento social profundo. Una bomba de tiempo en un territorio que vive bajo la constante amenaza de democracias frágiles. A esto se le suma que las medidas de austeridad de los gobiernos reducen el gasto en servicios públicos garantes de derechos, y no en el servicio a la deuda que generalmente está en manos de ricos acreedores.
La riqueza extrema versus la pobreza y el hambre son las dos caras de una misma moneda. Pero las desigualdades no son un tema de azar, sino el resultado de decisiones políticas. Décadas de recortes y privilegios fiscales para los más ricos y sus grandes empresas han sido elementos clave en el aumento de las desigualdades. Por cada dólar recaudado en ingresos fiscales en el mundo, únicamente cuatro centavos proceden de gravar la riqueza. La mayor parte de los ingresos de las personas más ricas no se derivan de su trabajo, sino que son esencialmente rentas de capital sobre sus activos.
Durante los últimos 40 años, Gobiernos de África, Asia, Europa y las Américas han ido reduciendo los tipos impositivos sobre las rentas más altas, mientras se han elevado los impuestos al consumo sobre bienes y servicios, es decir, impuestos que recaen desproporcionadamente sobre quienes tienen menos y que amplían las brechas de género, de raza y otras desigualdades. Entre 2007 y 2019, la recaudación tributaria en América Latina y el Caribe creció apenas en un 7%, y ha sido a costa de elevar un 11% la contribución fiscal que recae sobre las familias a través de los impuestos al consumo y el trabajo, mientras la recaudación por rentas corporativas y riqueza ha caído en 5%. Ningún país de la región grava las rentas del capital por encima de las rentas del trabajo en la actualidad.
“Cuando hablamos de desigualdades, quienes más las sufren son mujeres y personas racializadas que tienen menos acceso a la cobertura de servicios públicos. Gravar a los super ricos nos acerca a mayor inversión pública y a sociedades más justas, que nos incluyen a todas y todos” afirma García Parra.
Según un nuevo análisis desarrollado por Fight Inequality Alliance, el Institute for Policy Studies, Oxfam y Patriotic Millionaires, un impuesto al patrimonio con escala progresiva de hasta el 5 % a las fortunas multimillonarias y milmillonarias generaría 1,7 billones de dólares de ingresos anualmente a nivel global.
Con este importe podría lograrse que 2000 millones de personas salgan de la pobreza, así como financiar íntegramente la respuesta a los llamamientos humanitarios existentes, aplicar un plan de diez años para acabar con el hambre en el mundo, apoyar a los países más pobres para hacer frente a los impactos climáticos y garantizar servicios universales de salud y protección social para la población de los países de renta baja y media-baja.
En América Latina y el Caribe podrían recaudarse aproximadamente 50 mil millones de dólares aplicando un impuesto a la riqueza de este tipo. Esto, por ejemplo, sería suficiente para incrementar la inversión pública en salud de toda la región en un 36% durante un año o para financiar otras políticas sociales y ambientales, como educación pública, seguridad alimentaria y nutricional y sistemas públicos de cuidados, así como para ayudar a financiar las transiciones justas.
Oxfam propone una batería de medidas que pone a disposición de los Gobiernos, encaminadas a gravar la riqueza extrema para reducir las desigualdades y avanzar hacia un mundo que sostenga la vida, en donde los derechos de las personas y de la naturaleza sean garantizados.
-Es vital aplicar medidas tributarias de emergencia, temporales y excepcionales, como los impuestos a las sobre ganancias empresariales, que permitan generar recursos adicionales para ser reinvertidos en planes de contención y mitigación para quienes más lo necesitan.
-Aplicar impuestos al patrimonio en todos los países, para reducir sistemáticamente la riqueza extrema, la concentración del poder y las desigualdades.
-Elevar la tributación sobre las rentas del capital y ganancias financieras para equipararlas al menos a las rentas del trabajo en su nivel de tratamiento fiscal.
-Incrementar la tributación sobre la renta del 1% más rico, incluyendo tanto las rentas del trabajo como las del ahorro; aplicando, por ejemplo, un tipo impositivo cercano al 60%. En cambio, es vital eliminar cualquier exoneración que beneficie al 1% más rico.
-Promover un gran acuerdo fiscal latinoamericano con el objetivo de ampliar la cooperación y la coordinación de políticas tributarias entre los países de la región, con medidas para afrontar la evasión y los paraísos fiscales, así como impulsar la revisión de los beneficios tributarios ineficientes. Este acuerdo deberá servir de impulso a la construcción de un sistema fiscal global y regional más incluyente, sostenible y equitativo.
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