Las propuestas de Petro y Márquez para transformar Colombia

¿Debería quedarme o debería irme?

Por: Jonathan Menkos Zeissig*

@icefi @jmenkos

 

Recientemente Save the Children publicó el innovador estudio ¿Debería quedarme o debería irme?, un trabajo que persigue, desde la voz de 122 niñas, niños y adolescentes de El Salvador, Guatemala y Honduras, entender los elementos que ellos toman en cuenta al momento de decidir si se van o se quedan viviendo en sus países de origen.  Según el informe, en 2021, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos informó casi 115 000 encuentros con menores no acompañados en la frontera entre Estados Unidos y México, procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador. Esto supone 1.7 veces más que en 2019.

Como advierte esta investigación, la sociedad en estos tres países comprende muy bien las causas que fuerzan la migración en la actualidad: la reunificación familiar, la falta de oportunidades y la desigualdad, la pobreza y la exclusión, la debilidad de las instituciones públicas evidenciada en la baja cobertura y calidad de los bienes y servicios públicos, los efectos devastadores del cambio climático y la violencia. Aunque son muchas las personas —incluidos niños y niñas sin la compañía de un adulto— que diariamente salen en busca de una vida mejor, hay millones de individuos en las mismas circunstancias que deciden permanecer en sus comunidades. ¿Cuáles son las motivaciones para quedarse y sobrevivir en condiciones tan adversas?

El estudio ofrece diversas conclusiones, destacándose cuatro. Primero, el 43% de los niños, niñas y adolescentes entrevistados tenían la intención de quedarse en su comunidad, y no pensaban migrar a menos que fuera necesario. Fenómenos tales como los vínculos familiares sólidos, fuertes nexos comunitarios y la seguridad en su entorno, así como la confianza en que puedan alcanzar sus metas en el lugar de origen, les alienta a quedarse. El triple de niños, niñas y adolescentes que caracterizaron sus zonas como seguras expresó su intención de quedarse en ellas, en comparación con quienes veían sus zonas como inseguras.

Sin embargo, también se reconoce a «los atrapados», especialmente las niñas y quienes viven en zonas muy pobres sin los medios para irse, aunque lo quisieran. En el caso de las niñas y adolescentes mujeres, pesa sobre ellas una mayor intención familiar por desalentar su migración, no solo porque no quieren perder su apoyo en el hogar, sino también porque temen por su seguridad, notorios sesgos de género. Otro grupo atrapado lo constituyen quienes no pueden salir de su comunidad por temor a represalias de las pandillas que ejercer el poder ante la inexistencia de las instituciones del Estado.

Por otro lado, solo uno de cada cuatro entrevistados se planteaba migrar en el futuro. Los que se acercan más a la edad adulta tienen un mayor interés por migrar. Asimismo, muchos expresaron su deseo de migrar para obtener mejores oportunidades laborales o educativas.  Conviene señalar que la intención de migrar no siempre significa hacerlo internacionalmente: algunas niñas, niños y adolescentes se refirieron a mudarse a la “capital” o desde zonas rurales hacia una ciudad cercana.

Segundo, la migración exitosa de familiares puede jugar un rol importante en la reducción de la migración infantil. Algunos niños, niñas y adolescentes afirmaron que las familias implementaron la migración de algunos de sus miembros como una táctica deliberada para permitir que otros se quedaran, al traducirse la migración en aportes para mejorar el bienestar de quienes se quedaron. Sin embargo, algunas niñas, niños y adolescentes revelaron ansiedad emocional por la separación de sus familiares, especialmente cuando estos son sus padres o madres. En estos casos, los entrevistados sí desean migrar con el fin de reunirse con ellos.

Tercero, la necesidad de migrar como respuesta a la pobreza y la falta de oportunidades de trabajo para alcanzar aspiraciones educativas, especialmente entre quienes residen en el área rural. En contraste, en el ámbito urbano, donde hay más acceso a educación y empleo, es la violencia y la actividad delictiva los factores impulsores de la migración. Muchos de los niños, niñas y adolescentes que viven en zonas urbanas marginalizadas por la violencia y que no pueden irse tienen solo dos alternativas para ganarse la vida: unirse a la pandilla para beneficiarse económicamente de actividades ilegales o tratar de aprender habilidades prácticas y autoemplearse o encontrar un trabajo, superando la discriminación por el lugar en el que residen.

Cuarto, los niños, niñas y adolescentes entrevistados consideran la migración como una necesidad más que un deseo, y muchos tendrán en cuenta las probabilidades de éxito como parte de su toma de decisiones. Los entrevistados no ignoran los peligros de la migración, sino que los sopesan frente a la posibilidad de mejorar su bienestar y encontrar oportunidades que no existen a nivel local. Dentro de las inseguridades, se reconoce cómo la pandemia de covid-19 ha exacerbado las presiones para migrar al traducirse en menos oportunidades de empleo y más pobreza.

Las revelaciones de los niños, niñas y adolescentes entrevistados para este estudio podrían y deberían ser la base para un estudio más representativo sobre la percepción, las preocupaciones y los sueños de este grupo etario, con el fin de diseñar y ejecutar acciones estatales de política pública que disminuyan la necesidad de migrar.

 Para empezar, los Estados de El Salvador, Guatemala y Honduras, pueden comenzar por ponerse al día en sus responsabilidades y poner en marcha acciones para conseguir la cobertura universal de educación, capacitación y salud, junto a programas de asistencia social que eliminen la pobreza extrema monetaria y edifiquen contextos de cohesión y gobernabilidad social. Sumar al esfuerzo público el impulso del empleo masivo (construcción de caminos rurales, sistemas de riego, de agua y saneamiento ambiental, programas de cuidado de bosques y ríos, entre otros) al que puedan acceder las personas adultas sin educación formal podrían cambiar la situación de millones de familias que hoy sobreviven en la pobreza y barajan la posibilidad de migrar. Estas medidas, en conjunto con el cierre de espacios para la violencia y sus manifestaciones en la economía ilegal tendrían un efecto positivo y rápido sobre todo el territorio.  

Técnicamente es posible movilizar los recursos que requieren acciones de esta envergadura, pero el mayor reto estriba en la voluntad política de quienes gobiernan y de las élites económicas y políticas que parecen estar cómodas con el subdesarrollo y la angustia de las mayorías.

*Es director del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), especialista en desarrollo con enfoque de derechos humanos y en política fiscal. Estudió Economía en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Posee un máster en gobierno y políticas públicas en América Latina conferido por la Universidad Pompeu Fabra/IDEC de Barcelona.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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