Por: Leticia Salomón
El proceso de elección de los magistrados que integrarán la nueva Corte Suprema de Justicia (CSJ) se ha convertido en un medidor del nivel de cultura política, del contexto de polarización política y social, del nivel de anquilosamiento del discurso político y de las telarañas de la guerra fría, finalizada hace más de treinta años pero siempre presentes con intención manipuladora en el discurso ideológicamente conservador y políticamente de derecha, real o disfrazada, impregnándolo de folclore, ignorancia y cinismo.
Todo lo anterior le quita validez a muchos políticos, analistas y comunicadores que terminan absorbidos por esa dinámica y terminan por repetir el viejo cuento infantil que sentencia: “¡Viene el lobo, viene el lobo!”; inclusive, vuelven a utilizar sin ningún pudor antiguas argumentaciones, que sirvieron y esperan que sigan sirviendo, para asustar a unos y congraciarse con otros, utilizando siempre el recurso de la defensa de la democracia y de otros valores que se encuentran en peligro según sus mentes limitadas, enfermizas y calenturientas.
Me parece muy apropiado revisar la referencia a lo que ellos denominan “modelo bolivariano, castro-chavista y madurista” en torno al cual coinciden los líderes más cuestionados del partido Nacional y el propio presidente del partido Salvador de Honduras (PSH) cuyo posicionamiento se ha desplazado peligrosamente hacia la derecha más conservadora y corrupta, alejándose del centro político e ideológico donde parece tener un mejor futuro, contaminando con sus excesos discursivos a su propia bancada legislativa que también presenta comportamientos erráticos que evidencian falta de brújula y muchas dificultades para insertarse en ese mundo complejo, peligroso y a veces perverso del juego político partidario en el Congreso Nacional, espacio natural de la confrontación, negociación y alianzas.
Siguiendo el razonamiento anterior, podemos observar la uniformidad discursiva de diversos actores que proclaman su independencia, pureza y ausencia de contaminación ideológica, repitiendo lo mismo con palabras iguales o similares. Veamos: El señor Salvador Nasralla hace referencia a las fuerzas del mal impulsoras del modelo citado indicando que: “a) ya no usan la fuerza para mantenerse en el poder; b) modifican la Constitución a su favor: c) destruyen las instituciones; d) utilizan el piso jurídico para convertir lo legal en ilegal y lo ilegal en legal”, terminando su discurso advirtiendo: “Escucha América Latina, no seas ignorante, el comunismo es miseria”.
Según este señor, esos señalamientos van dirigidos a los seguidores del modelo (bolivariano, castro-chavista y madurista) y, en el caso de Honduras, al partido Libertad y Refundación (Libre) al que ha satanizado como el partido del mal. No obstante, al analizar detenidamente cada característica que señala, vemos con claridad tajante que lo que señala con tanta virulencia es aplicable al líder corrupto y vinculado al narcotráfico que convirtió al país en un estado fallido que colinda con un narco estado, en alianza estrecha con el partido Nacional (PN) que lo mantuvo directa e indirectamente en el poder durante doce años, lo que me hizo recordar la letra de aquella canción: “Se equivocó la paloma, se equivocaba, por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era agua… creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana, se equivocaba…”.
También observamos la estrepitosa caída del indicador de cultura política democrática cuando escuchamos a los contaminados líderes del partido Nacional gritando desaforados, desesperados y cínicos con ropaje de guerra fría “¡Vamos a defender la libertad!” (Fernando Anduray); y al mismo jefe de la banca del PN en el Congreso Nacional, Tomás Zambrano, afirmar sin el menor pudor: “Vamos a identificar a quince hombres y mujeres que defiendan los siguientes temas clave: a) la integridad de la democracia; b) la vida: que no legalicen el aborto; c) la familia: que no legalicen el matrimonio del mismo sexo; además: a) que no permitan una Constituyente; y b) que no acompañen una agenda socialista”. La posición ultraconservadora del partido Nacional, de acuerdo con los que parecen ser sus líderes actuales, se olvidan que los temas de derechos humanos están consagrados en la Constitución de la república al establecer que nadie puede ser excluido por sus preferencias políticas, ideológicas, religiosas, sexuales y de cualquier índole; además de que la misma Constitución garantiza el pluralismo ideológico, lo que significa la inclusión de todo el espectro político desde la extrema derecha, derecha, centro derecha, centro, centro izquierda, izquierda y extrema izquierda, con tal de que hayan sido electos democráticamente. De la nueva Corte se espera la aplicación precisa y correcta de la ley más allá del posicionamiento ideológico de quienes los proponen o avalan con su voto, y esto es así en torno a todos los temas que lleguen a la CSJ como última instancia del sistema de justicia.
Lo más sorprendente de este contexto polarizado es la posición del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), que parece desligarse de la imagen, bien ganada, de luchador contra la corrupción, para convertirse en una especie de aval y vocero de las fuerzas políticas de oposición, más allá de su contaminación con casos que ese mismo Consejo denunció, como se deduce de uno de sus desafortunados comunicados: “El oficialismo está a punto de cometer artimañas; el oficialismo busca apropiarse de la CSJ; el partido de gobierno podría declarar el rompimiento del orden constitucional; pretenden elegir una Corte a su medida; pretenden salirse con la suya; si perdemos la Corte, perdemos el país”, aseveración que aparece mediatizada en el último comunicado que señala: “Si nos vuelven a quitar la Corte, perderemos de nuevo el país en las garras de la impunidad y la corrupción” e intenta neutralizar su posicionamiento polarizado y peligrosamente subjetivo señalando que “no se pueden desconocer los atropellos de la actual CSJ, que a lo largo de su período se ha convertido en instrumento de distorsión de la independencia judicial, en complicidad con la impunidad y la corrupción…”.
Podemos concluir que el proceso de elección de la nueva CSJ ha sacado a la luz el gran déficit de cultura política democrática, el desconocimiento de la dinámica partidaria dentro y fuera del CN, el intento manipulador de la polarización, la recurrencia a los fantasmas ideológicos para capitalizar a los ingenuos y el discurso confrontativo, agresivo y chocante, para precisar algunos elementos importantes para comprender de mejor manera lo que está ocurriendo en esta coyuntura:
1. No se trata únicamente de cambiar una CSJ por otra, se trata de restaurar el estado de derecho, recuperar la legitimidad del sistema de justicia, avanzar en su reforma profunda y desmontar la prácticas nefastas y generalizadas de politización partidaria de la justicia y judicialización de la política.
2. Se trata de cambiar una CSJ que estuvo al servicio de intereses partidarios y profundamente manipulada por el presidente de la república al punto de violar la propia Constitución de la república con sus decisiones, encubriendo los más graves casos de corrupción y narcotráfico, situación que no debe volver a ocurrir por el bien de nuestro país.
3. Se trata de descubrir la complejidad de intereses que se mueven alrededor de esta elección: personales, familiares, partidarios, empresariales, fácticos, corruptos, narcotraficantes; en suma, es una lucha entre quienes quieren avanzar y quienes quieren seguir manteniendo las prácticas del pasado que anularon la independencia de este poder del Estado y lo pusieron al servicio de intereses ajenos al bien común.
4. La elección de la nueva CSJ se produce en el ámbito del CN que es un espacio de confluencia de todos los intereses planteados y que se traduce en negociaciones, acuerdos y consensos entre las fuerzas políticas ahí representadas. Si la ley dice que el la Junta Nominadora enviará una lista de 45 candidatos, el CN puede escoger a los últimos 15 o a los primeros, de acuerdo a criterios partidarios de escogencia de los propios y de apoyo o veto a los de otros, lo que supone acuerdos sobre el número asignado y consensuado a cada partido; apoyo o veto a la lista de los otros y coincidencia en quien dirigirá la CSJ.
5. Después de los partidos proponentes de cada magistrado y de todos los que votarán a favor de ellos, la responsabilidad de que la nueva CSJ sea realmente nueva recae sobre la condición humana, profesional, ética e independiente de cada uno de los elegidos, lo que sugiere un seguimiento meticuloso de su desempeño en torno a temas clave del país como: fortalecimiento del Estado de derecho (seguridad jurídica, seguridad ciudadana); combate a la corrupción; combate al narcotráfico; garantía de los derechos humanos y defensa del ambiente, entre otros.
6. Ningún partido, viejo o nuevo, debe atribuirse el derecho a presentarse como inmaculado y libre de contaminación para proponer nóminas de candidatos; la proliferación de propuestas es un indicador de disposición a la negociación de apoyos a cambio de algo y eso es normal en estos procesos con tal de que no se promueva el mercado de compra -venta de votos como era usual en el gobierno anterior y costumbre tradicional del partido Nacional cuando estaba en el poder.
7. La composición del CN en la actualidad es un claro mensaje a todos los partidos ahí representados: ninguno puede por si solo imponerse sobre los demás y menos para la obtención de la mayoría calificada de 86 votos, ni LIBRE (que tiene 50) ni la oposición (que suma 78); ni los partidos tradicionales (PN con 43 y PL con 22: 65); ni Libre con PSH (Libre con 50 y PSH con 10: 60). Y esto, aunque a muchos no les guste, es sano para la democracia. Y mucho menos si se presentan divididos a las negociaciones.
8. Seguramente habrá acuerdo para la elección de la CSJ, esperando que se aplaque el clima de crispación política, el discurso confrontativo, la actitud polarizante y el recurso a los viejos fantasmas que deben permanecer en el pasado para bien de nuestro país. Y ojalá que no se repita con la próxima elección de las máximas autoridades del Ministerio Público.
9. Todos los dirigentes políticos, diputados y “dueños de partido”, que todos los tienen, deben recetarse un buen baño de cultura política democrática y demostrar valores democráticos como el pluralismo, la tolerancia y el respeto a los que son y piensan diferente, y bajarle a ese tono confrontativo de peleoneros de barrio (“que provocan discordia y discusión e incitan al alboroto”) en lugar de utilizar argumentos sólidos para hacer prevalecer sus posiciones. Y esto es válido también para los medios de comunicación. El país necesita tranquilizarse, reducir las tensiones disminuir las preocupaciones y colocar en el centro de la atención las prioridades sociales y económicas desplazando a las prioridades políticas e ideológicas.
10. El país necesita con urgencia el prisma de la objetividad para analizar el caos que parece caracterizar el momento político. No se trata de estar a favor o en contra, o de ser “anti todo” lo que venga de las máximas autoridades de los tres poderes del Estado; se trata de dar seguimiento, evaluar, señalar lo bueno, cuestionar lo malo, proponer soluciones para no seguir siendo parte del problema, recordando que esto se hace con debate y no con dardos o machetazos, sean estos reales o discursivos.
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