Coyuntura Electoral: refundación, iglesia y Estado

Parte 7

Por: Engels López

En el período del 4 al 17 de agosto del 2025, la coyuntura electoral giró alrededor de la movilización por la paz y la democracia convocada por la Iglesia Católica y la Iglesia Evangélica. Lo anterior acontece en un marco de país, que después del Golpe de Estado del 2009 han surgido nuevas subjetividades religiosas y como efecto colateral el campo religioso se encuentra fracturado culturalmente y atomizado políticamente, aunque las Iglesias como institución social siguen gozando de credibilidad y sus cúpulas mantienen estrechos vínculos políticos con el Bipartidismo.

En ese marco la refundación aparece como un proceso de transformación que promueve cambios estructurales e históricos en los diferentes campos de la sociedad hondureña, orientados a cerrar las brechas de desigualdad heredadas del viejo régimen colonial, liberal y neoliberal. La refundación busca potencializar el campo cultural, artístico y religioso, bajo el reconocimiento de las diversidades y pluralidades étnico-género-raciales-religiosas, con el objetivo de avanzar en la construcción estatal más allá del sentido de nación y Estado Laico, con raíces monoteístas como el hondureño. Lo multicultural y lo pluricultural son el horizonte cultural de la refundación del Estado.

Más allá que en Honduras el 48% de la población se identifique como protestante evangélico y el 34% como católico (existen países de la región con índices más altos), no existe un estudio profundo que dé cuenta de las orientaciones culturales, políticas y sociales de las prácticas religiosas que caracterizan a la feligresía hondureña. En ese sentido es difícil dimensionar de manera objetiva la estructura del campo religioso hondureño y su vínculo con el poder, el cambio y la transformación. Partiendo de las reflexiones de los clásicos de la Sociología, no es tarea fácil comprender la religión como fenómeno social que existe independientemente de las voluntades individuales, es decir, la religión es un hecho social externo al individuo y que ejerce una coerción sobre él.

Decía Max Weber, que la religión es una acción racional que persigue una serie de fines y propósitos y que por lo tanto es un factor desencadenante del cambio social. Emile Durkheim, exponía que la religión es un proceso que conducía a la conformación de cohesión social y comunidad. Mientras Marx, planteaba que la religión mantenía la desigualdad y perpetuaba la hegemonía de la clase dominante. Por su parte, Pierre Bourdieu definió el campo religioso como un espacio social de fuerza y competencia entre diferentes grupos e instituciones por influir en la producción y reproducción de creencias y prácticas religiosas.

En este sentido el campo religioso hondureño presenta las siguientes características, como punto de partida para comprender su influencia en la coyuntura actual. Por un lado, un campo religioso fracturado culturalmente. Decía Ulrick Beck que la crisis del estado liberal y de la modernidad capitalista había generado una ruptura en el seno de las principales institucionales sociales: escuela, familia y religión. En el caso hondureño estas instituciones, con el cambio cultural que introdujo el neoliberalismo, han tenido grandes problemas para generar cohesión y control social en la ciudadanía, generando nuevas subjetividades ciudadanas alrededor de la religión y la familia. La persistencia de las iglesias contra el aborto, el matrimonio igualitario, la educación sexual y reproductiva y su silencio ante las desigualdades estructurales de la sociedad, son las principales características que demuestran la fractura cultural en el campo religioso.

Por otro lado, un campo religioso políticamente atomizado. Expresa Luis Samandú, que no es posible comprender la dinámica de la iglesia en Centroamérica sin su vinculación con las luchas sociales y los centros políticos de poder. En el caso hondureño las iglesias, así como movilizan demandas de transformación (a niveles locales), sus principales liderazgos son allegados al Bipartidismo y a los grupos económicos tradicionales. Esta proximidad de las cúpulas religiosas (ocupando puestos claves en los gobiernos y en la administración pública), ha generado un proceso atomizador motivado por las fracturas culturales de la iglesia y por la irrupción de nuevas subjetivistas religiosas en la feligresía que contradicen la narrativa hegemónica de las cúpulas religiosas. Una nueva agencia religiosa se ha ido construyendo en el campo religioso hondureño.

Por último, un campo religioso con credibilidad y poder de agencia. Mas allá de las contradicciones internas del campo religioso, las Iglesias figuran entre las instituciones sociales con mayor credibilidad. En este punto el fenómeno religioso aparece como un dispositivo político que el Bipartidismo ve como un instrumento de reactivación política (ante su crisis hegemónica crónica) y como un mecanismo para contener el proyecto refundacional de Libre. Que el campo religioso tenga credibilidad, me lleva a pensar en lo que Eric Hobsbawm mencionó en una de sus últimas obras: la religión continúa proporcionado el único modelo aceptado en general para celebrar los grandes ritos de la vida humana. Como recuerda Hobsbawn, es necesario repensar en el siglo 21 la racionalidad de los Estados Laicos, los cuales en el siglo 20 se fundaron bajo una hostilidad hacia las racionalidades religiosas (en plural). En ese sentido, la Refundación del Estado propuesta por Libre debe resolver dicha tensión.

En ese marco de rupturas y continuidades alrededor del campo religioso, ¿Como comprender en la actual coyuntura electoral la movilización de las iglesias? Primero, la crisis hegemónica del Bipartidismo y el progresismo multicultural de LIBRE. Desde que LIBRE llegó al poder el Bipartidismo ha tratado de vincularlo con la violencia política, la intolerancia cultural y como promotor de valores que atentan contra la religiosidad hondureña. Sin embargo, la evidencia empírica indica lo contrario. El actual Gobierno no ha emprendido acciones que atenten contra el monoteísmo religioso, no ha reprimido y estigmatizado las diferentes expresiones públicas de las iglesias y en la medida de lo posible ha tomado acciones para resguardar el Estado laico. Una especie de multiculturalismo progresista impulsa Libre en su vínculo con la iglesia y la Sociedad, reconociendo derechos humanos (mujeres, juventudes, indígenas) y ampliando las éticas religiosas.

Segundo, las fracturas culturales de la iglesia y las rupturas en el campo político subalterno. La iglesia ha ido perdiendo influencia en el campo cultural y en el campo político en general, lamentaba el Papa Francisco. En Honduras las iglesias se han desvinculado de los problemas de la sociedad y de las demandas de transformación (con algunas excepciones a niveles locales), a la vez que aboga por la paz, niega los derechos de las mujeres y las disidencias sexuales, a la vez que aboga por democracia y desarrollo, muestra abiertamente su apoyo a las elites políticas y económicas tradicionales. El campo político subalterno después del golpe de Estado del 2009 se ha reconfigurado, nuevos movimientos sociales emergieron, nuevas demandas se han ido posicionando y han emergido nuevas subjetividades religiosas que abogan por la paz y convivencia social que se alegan de la visión clasista, racista y patriarcal de la iglesia tradicional.

Tercero, conflictividad social y polarización política. Las elecciones siguen siendo el principal espacio de disputa para la construcción compartida del futuro y para plantear soluciones a los grandes problemas del país. La lucha por la hegemonía cultural es el principal aliciente de las elecciones. La iglesia y los partidos políticos en momentos se fundan bajo una sola narrativa y en otros momentos, se distancian. Considero que en la actual coyuntura las iglesias no han jugado un rol en mediar las diferencias y pacificar la conflictividad social y la polarización política. En su defecto, su accionar se ha desplazado al extremo del bipartidismo conservador, al convocar a una movilización con un trasfondo fuertemente político e ideológico en un contexto global en el cual la iglesia toma partido con las nuevas derechas.

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