Parte 11
Por: Engels López
La idea de Golpe Blando Electoral (GOBLE), que planteo en este análisis no es contra LIBRE (virtual perdedor de las elecciones generales), sino, contra el frágil sistema democrático hondureño que desde la llamada transición democrática fue secuestrado por el bipartidismo, los militares, la oligarquía entreguista y en la historia reciente, por el narcotráfico y el crimen organizado.
La injerencia imperialista, cognitiva y colonialista de Trump, el indulto a Juan Orlando Hernández y el virtual triunfo electoral del Partido Nacional (con grandes evidencias de irregularidades), enciende las alarmas en la sociedad y pone en perspectiva una idea clave: el regreso al poder de la ultraderecha representada en el Partido Nacional (inspirada en los postulados conservadores de Trump y en los principios libertarios de Milei), no solo pone en riesgo la soberanía nacional, pone en riesgo la existencia misma de la sociedad hondureña, en un marco global donde las derechas avanzan radicalizando políticas anti derechos, remilitarizando la sociedad, despojando territorios habitados por comunidades originarias y privatizando los bienes comunes naturales y públicos que el neoliberalismo clásico no pudo copar, ante la resistencia obrera y popular.
El pasado domingo 30 de noviembre se llevaron a cabo las elecciones generales, para elegir los representantes a nivel presidencial, legislativo y municipal. A las 10:30 pm en medio de una incertidumbre visceral, el Consejo Nacional Electoral (CNE), dio los resultados preliminares en los cuales los candidatos del bipartidismo tradicional y la derecha pujaban por el primer lugar, mientras que Rixi Moncada, la candidata de LIBRE, quedaba relejada en un sorprendente tercer lugar. En diversas encuestas que se desarrollaron previo a las elecciones y en el día de las elecciones, Rixi era la favorita para quedarse con la banda presidencial.
En el momento que se escribe este artículo, Tito Asfura del Partido Nacional se posiciona como virtual ganador con el 40.21%, Salvador Nasrrala del Partido Liberal con el 39.48% y Rixi Moncada con el 19.30%. Lo anterior acontece en un marco de señalamiento de manipulación de los resultados electorales y desconfianza generaliza hacia el accionar del CNE.
Sin embargo, desde los partidos políticos ha prevalecido la sensatez, en esperar el recuento total de las actas y tener mayor certeza sobre los resultados electorales. Aunque, por otro lado, hay un elemento central de la coyuntura: la tensión entre el fraude electoral y el golpe electoral. El primero ha sido vaticinado por Salvador Nasrralla del Partido Liberal y el Segundo por Rixi Moncada, del Partido LIBRE.
En el análisis de coyuntura anterior exponía la forma en la cual se ha venido hilvanado el golpe electoral y la forma en que el bipartidismo y la derecha, con el respaldo de la Embajada de EE. UU., desde la llegada de LIBRE al poder en el 2022, han impulsado una serie de ataques para desestabilizar el gobierno de la presidenta Xiomara Castro. Con los resultados electorales actuales, la derecha intenta consumar el golpe electoral e instaurar un nuevo régimen político de derecha extrema, en un marco global y latinoamericano donde la derecha avanza de manera vertiginosa
¿Como llegamos hasta este punto de ruptura? Propongo el concepto de Golpe Blando Electoral (GOBLE) para comprender lo que está pasando en Honduras. Comprendo por Golpe Blando Electoral un proceso histórico promovido por la reconfiguración de la derecha a escala global y la adaptación de sus planteamientos a nivel nacional, en un amplio marco de injerencia imperial y conspiración mediática con la finalidad de imponer el nuevo modelo político de las derechas: el neoliberalismo autoritario con base militar, punitivista, xenófobo, fundamentalista, antifeminista, negacionista, clasista y racista.
En ese marco el (GOBLE) fue puesto en escena a través de un plan desestabilizador que se implementó en cinco direcciones. Primero, la filtración de los audios de la consejera del CNE Cossette López, representante del Partido Nacional, que en conversaciones con el presidente del jefe de la bancada de dicho partido, conspiraron de manera abierta contra el proceso electoral. Este hecho género en gran medida las bases sobre las cuales se montó el golpe electoral y fue denunciado ante el Ministerio Público por Marlon Ochoa, consejero representante de LIBRE ante el CNE.
El sistema de justicia (secuestrado por el bipartidismo en sus mandos intermedios y sin capacidad de respuesta estratégica), a pesar de las denuncias no actuó en tiempo y forma. El no haber actuado de manera inmediata, le permitió al bipartidismo afianzar su narrativa golpista y legitimar el golpe electoral.
Segundo, las irregularidades en el sistema de Transmisión de Resultados Electorales (TREP) y el Biométrico. En Honduras se fue a elecciones con el TREP que utilizó el Partido Nacional para generar fraude electoral en el 2013 y en el 2017 y, un Biométrico, que es clave para garantizar que las personas no voten en diferentes ocasiones, no se usó en 2,859 juntas receptoras de votos, las cuales equivalen a más de 500 mil votos. Es decir, no se sabe con certeza la procedencia de esos 500 mil votos, aunque si se sabe su destino: 326 mil votos fueron para el Partido Nacional, 217 mil para el Partido Liberal y 47 mil para LIBRE. Una cantidad considerable para declarar ganador a un presidenciable. En ese sentido, sorprende que LIBRE, siendo consciente de lo anterior, haya decidido presentarse a un proceso electoral con mínimas garantías de transparencia, confianza y credibilidad.
Tercero, la compra de votos y de credenciales. El Bipartidismo recurrió a las prácticas tradicionales de compra de votos en las zonas rurales (ahí donde se esperaba que LIBRE ganara por la focalización de los programas gubernamentales con mucho éxito en la reducción de la pobreza), a través de prebendas económicas y entrega de víveres a las familias. La cultura patrimonial y asistencialista de la sociedad hondureña, fue un elemento clave para que la población se viera atraída por el bipartidismo, ante la falta de cultura cívica y democrática en una sociedad con los niveles educativos más bajos de Latinoamérica y un capital cultural precarizado en el sector llamado de clase media.
Cuarta, la injerencia imperial, colonialista y cognitiva de Donald Trump. En pleno silencio electoral, Trump hizo un llamado para votar por Tito Asfura (si la población no lo hacía, iban a ser víctima del delirio imperial) y solicitándole a la ciudadanía desmarcarse de Nasrralla (por ser enemigo de la libertad) y por Rixi (por ser comunista). Además, prometió indultar a Juan Orlando Hernández, expresidente acusado en EEUU por narcotráfico. Se ha dicho mucho sobre la injerencia imperial de Trump y poco se ha mencionado sobre la colonización cognitiva que Trump le imprimió al proceso electoral, bajo dos premisas: por un lado, la conspiración permanente contra el comunismo, sin evidencia y falta de constancia empírica y, por otro lado, la posverdad al momento de referirse a Honduras como un país en peligro si Rixi quedaba como presidenta, cuando diferentes indicadores económicos y sociales dicen lo contrario.
El Trumpismo como fenómeno político de la posverdad, apela a las emociones, resentimientos, confusiones y creencias personales con fuertes connotaciones conservadores y reaccionarias. En ese sentido la sociedad hondureña es un campo fértil y minado de oportunidades.
Quinto, los medios de comunicación y la manipulación mediática. Los medios corporativos en Honduras antes y después de las elecciones jugaron un papel clave en el montaje y desenlace del (GOBLE). Por un lado, la desinformación alrededor del proceso electoral llego a niveles inimaginables, generando desafección política hacia el proyecto de LIBRE y reforzando el proyecto del bipartidismo. Por otro lado, la polarización alrededor de narrativas de odio y discriminación profundizaron las viejas fronteras del golpe de estado: ellos o nosotros.
Por último, una vez que el CNE dio los resultados preliminares, empezaron sin pudor y ética a vaticinar la derrota de LIBRE y a posicionar el empate técnico entre Tito y Nasrralla. Esa guerra mediática estuvo acompañada por las dos principales técnicas del periodismo corporativo hondureño: la espiral del silencio (excluye opiniones de los adversarios) y la ajuga hipodérmica (moldear opinión y comportamiento de la gente).
En conclusión, el plan desestabilizador utilizó los diferentes dispositivos que el bipartidismo y la derecha históricamente han implementado para construir hegemonía y reproducir sus intereses de clases. Si bien es cierto, lo anterior es clave para comprender la coyuntura actual, sin embargo, hay otro elemento en la coyuntura que es importante problematizar: ¿a qué se debió la debacle electoral de LIBRE? Planteó aquí algunas ideas, que vengo trabajando en dos documentos más amplios titulados: Limites de la Refundación en Honduras (2022-2026) y 15 Tesis sobre la Refundación en Honduras.
La debacle electoral se debió a las contradicciones internas (de carácter estructurales) y contradicciones externas (de carácter históricas) que LIBRE no logró gestionar de manera democrática. Puntualizo en este análisis las contradicciones internas en los siguientes términos:
- Disputas entre el sector liberal y progresista: entre los liberales conservadores seguidores del Expresidente Zelaya y el sector que proviene de los movimientos sociales y colectivos de base.
- Personas sin talento estratégico frente a las instituciones públicas claves: sin vocación partidaria y sin conexión con las bases. En su mayoría allegados a la familia Zelaya. Este punto bloqueo todo esfuerzo de reformas y cambios estructurales en el país.
- Distanciamiento de los movimientos sociales y bases del partido: LIBRE gobernó en soledad, sin presión popular y sin respaldo de los movimientos sociales.
- Desconocimiento y criminalización de las disidencias intelectuales: las voces críticas del Partido fueron relejadas y marginadas de la administración pública, señalados sin pudor como la “izquierda rosa”.
- Ausencia de una ideología política partidaria en perspectiva revolucionaria: se reprodujo una visión política caudillista y populista determinada por la cúpula central y las cupulas periféricas del Partido.
- Falta de construcción de pensamiento académico y político refundacional: no se colectivizó la construcción de pensamiento refundacional desde abajo y se negó en muchas ocasiones el pensamiento académico como motor para la transformación social. En su momento se manejó que el actual rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), fue puesto por LIBRE, un rector con fuertes inclinaciones derechistas, conservadoras y autoritarias. No se definieron y operativizaron conceptos claves como: Refundación, Poder Popular y Socialismo Democrático.
- La persistencia de la ideología mapache como forma de anti woke refundacional: en diversas instituciones públicas laboraron durante el gobierno personas del Partido Nacional y los puestos estratégicos fueron entregados a personas sin experiencia política, profesional y académica. Se desprecio a los cuadros intelectuales, técnicos y profesionales de la base y los colectivos del Partido.
- Limitada renovación de liderazgo joven y cuadros políticamente disruptivos: la selección de los liderazgos siempre giró alrededor de las elites del Partido y no se les consultó a las bases a través de métodos asamblearios la selección de diputados y alcaldes.
- Excesivo pragmatismo partidario y su institucionalización: falta de táctica y estrategia política con mirada prospectiva, el Partido se dedicó a defender al gobierno y se olvidó de la lucha ideológica en el campo político, históricamente controlado por la derecha y el bipartidismo.
- Centralismo político y populismo autoritario: las decisiones importantes del Partido fueron tomadas entre las cupulas centrales y periféricas, bajos métodos antidemocráticos y caudillisticos. Esto dio paso a una especie de autocracia, que permitió tolerar casos de corrupción como el de SEDESOL y el encubrimiento de los actos de José Cardona e Issis Cuellar.
- Discurso mecánico y anclado al pasado glorioso del melismo y el chavismo. No se construyó un discurso hacia el futuro imaginado del socialismo democrático y se impusó un bucle que giró entre el melismo y chavismo, fuertemente cuestionados en la sociedad hondureña.
- El garrotero de la narcodictadura y el derrotero del golpe de Estado: el enemigo interno fue creado alrededor de una frontera amigo y enemigo, que polarizo y alejó a la ciudadanía del proyecto refundacional. Es decir, no existió una verdadera reforma ética y moral en la sociedad, en términos gramscianos.
Las contracciones anteriores es importantes ubicarles en un marco de tensiones más amplias que el Partido ha venido experimentando desde su fundación en el 2011. Primero, la ruptura con el sector refundacional del movimiento social y popular, que le apostaba a la creación de una Asamblea Nacional Constituyente originaria y desde abajo. Segundo, la Alianza con Salvador Nasrralla en el 2017, sin consulta y sin deliberación previa con las bases del Partido. Tercera, la lucha feminista contra lideres del Partido acusados de perpetuar diversos tipos de violencias de genero hacia las mujeres que militaban en el Partido. Cuarta, la ruptura entre los diputados electos para el Congreso Nacional en el período del 2022-2026, ante la imposición y sin consulta en ceder la Presidencia del Congreso Nacional a Luis Redondo, aliado de Salvador Nasrralla. Quinta, la falta de consenso a lo interno del Partido sobre la candidatura de Rixi Moncada. Y sexto, el fraude electoral en las elecciones internas denunciado por los diversos movimientos contra el Movimiento 28 de Junio, de corte liberal y próximo a la familia Zelaya.
La derrota electoral de LIBRE es necesario analizarla en sentido histórico y perspectiva estructural, en los esfuerzos por comprender sus retos y desafíos de cara al futuro próximo.
¡Hasta la próxima!





