Con lloriqueos ante la CIDH creen que van defenestrar al dictador

Por: Jaime A Flores

Ataviada de negro y en una cómoda silla de una franquicia hotelera, una joven mujer considera que asistir a una “mesa de trabajo” con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es una “trinchera de lucha”, y que con leer un párrafo mal estructurado y sin sustento teórico el opresor “sistema hegemónico patriarcal”, como por arte de magia, implosionará en mil pedazos.

Así como esta joven mujer -más perdida que Adán en el día de la madre- así llegaron los otros sectores dizque representantes de la sociedad civil, a “lloriquear” ante los burócratas de la Organización de los Estados Unidos (OEA), a quienes ¡qué les puede importar esta pobre Honduras, hundida en el estercolero de la corrupción y la criminalidad!

 La CIDH ya ha estado en el país y sus recomendaciones no son más que cartas a Santa Claus, nadie les hace caso y la dictadura se las pasa por el arco del triunfo, de lo contrario, por lo menos no asesinarían a los que tienen medidas cautelares.

A está joven mujer, a quien por su edad se le perdona su ingenuidad, no así al resto de representantes de organizaciones civiles a quienes no se les debe perdonar ni su estupidez, ni su ignorancia emblemática, supuestamente por el nivel de influencia y por la confianza depositada en ellos por los sectores que dicen representar.

Tengo la certeza de que del 90% de los asistentes a las diversas mesas convocadas por la CIDH, ninguno ha reflexionado sobre el papel de la Organización de Estados Americanos (OEA). El por qué fue fundada, el papel que jugó durante el golpe de Estado, pero sobre todo el de lacaya en defensa de los intereses imperiales.

Las y los que asistimos a estos eventos, no nos damos cuenta que le hacemos de tontos útiles y que sin querer legitimamos al dictador, quien invitó a los especímenes de la CIDH y de paso a Karla Cuevas, una mujer carente de prestigio, por lo menos dentro de las organizaciones humanitarias, lo cual deduzco por las conversaciones referentes a su persona y a su gestión como funcionaria del tirano.

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Las lágrimas de cocodrilo de las organizaciones de la sociedad civil ante la CIDH no van a cambiar a la dictadura, mucho menos al sistema, ahora a aguantarnos cuatro años más, para que nuevamente venga el paño de lágrimas al país.