Los Reyes Desnudos

 Cómo china escogió su gato

Por: Roger Marín Neda

           Entre líneas.

No importa si un gato es negro o blanco, si no si caza ratones, sentenció Deng Xiaoping, el líder de la transformación china. Es decir, si la economía capitalista sacaría a China  de la pobreza, ¿qué importaba si tal sistema era anticomunista?  

Quedaban otras preguntas: ¿cómo implantar la economía capitalista sin abandonar los ideales políticos y sociales del sistema comunista?  ¿Podrían convivir en paz ambos gatos, con ideologías tan excluyentes? 

Se ha dicho que, pragmático, Deng escogió la economía privada, sabido de graves peligros. ¿Cómo convencer a los conservadores del Partido, que eran mayoría sectaria? ¿Por qué la URSS, también comunista, era potencia industrial, agrícola, espacial y militar, y sin embargo sufría dificultades económicas insostenibles? ¿cómo reaccionaría el pueble chino? ¿cómo organizar una economía de empresa privada, nunca intentada en China?

Era difícil comprender por qué China y la URSS, comunistas, pero con economías muy distintas, tenían sin embargo similares problemas económicos.

Había algo en común. Las dos economías eran planificadas, administradas y controladas por los partidos comunistas. Lograr las metas fijadas por las cúpulas era signo de sumisión a la línea política, amor la ideología y lealtad al partido, por parte de las empresas y funcionarios. De manera que todo el proceso económico era una causa partidaria. Las verdaderas juntas directivas de las empresas eran las comisiones incondicionales nombradas por los partidos.

O sea que no había un contacto real   de la política económica y los planes del Partido con los mercados, las competencias, los costos de producción, la selección de productos y servicios, la asignación de precios. La economía era sometida por la ideología, expresada en abstracciones y teorías etéreas, inaplicables a la operación concreta del mercado, de la producción y de los actos económicos. Había una radical desconexión entre la ideología, el Partido, sus intereses políticos, y las realidades cotidianas, terrestres, de una economía cuya producción y mercado eran asumidos por los gobiernos, en beneficio de intereses, rivalidades y componendas políticas.

Deng decidió que trazar el rumbo y las metas de largo plazo sería responsabilidad política del Partido, pero que organizar, estructurar, dirigir y administrar la economía eran tareas   propias de la inversión privada, sin interferencias políticas ni límites de beneficios para los inversionistas. Esta libertad promovería empresas privadas chinas, y provocaría la avidez de la inversión extranjera.  ¿Es realista políticamente esta separación rigurosa de partido, gobierno e ideología, por un lado, y gestión privada de la economía, por el otro?

 Con estos temas en mente, y, casi seguro, con otros más, complejos y peligrosos, Deng inició la reforma, profunda y trascendental, integral y disciplinada, juiciosa y cautelosa, orientado por asesores académicos y empresarios de EUA.

El caso chino nos muestra así un camino, después de 200 años de nuestra inmovilidad intermitente. Un objetivo primario sería conectar el país con la economía global, colocarlo en otra dimensión, porque tenemos condiciones y posibilidades para desarrollar proyectos afines a la Ruta de la Seda, facilitados por nuestra posición geográfica; algunos fueron considerados en el pasado, pero desatendidos por los gobiernos tradicionalistas del país.

No nos han faltado oportunidades, que atrajeron interés de gobiernos y de empresas internacionales. Nos ha detenido, como a China antes de su reforma, la mentalidad conservadora e inmovilista de una cultura aldeana y su visión municipal, que provocan inseguridad en nosotros mismos.

Tegucigalpa, 07 de junio, 2023.

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