Combate a la inflación, debates teóricos y prácticos (parte 2)

Por: Martín Barahona

En los debates previos quedó planteado que la estabilidad de precios o baja inflación es uno de los objetivos puros de la política económica. A su vez, que la estabilidad de precios tiene que ir en armonía con los demás objetivos como lo son una tasa alta de crecimiento del PIB y las demás condiciones del buen crecimiento[1]; además, de la búsqueda del pleno empleo, equilibrio en la balanza de pagos y apropiada distribución del ingreso. Falta mencionar, seguramente lo más importante en el análisis y economía practica: estos objetivos puros de la política económica complementados con políticas sectoriales y la conjunción con el sector privado, los sectores sociales y la cooperación internacional, deben desembocar en la finalidad esencial de la economía que es el Desarrollo. Es decir, la mejora verificable del nivel de bienestar de la población. Con esa irremplazable aspiración, retomamos el debate sobre el combate a la inflación. Un debate fuera del contexto de la economía holística, resulta estéril para la sociedad y, al mismo tiempo vano para las instituciones involucradas.

TERCER  DEBATE

Finalizado el primer trimestre de 2023, la inflación cedió un poco medida en términos de variación mensual, pero se mantuvo alta en términos interanuales.

 De tal manera que, según el reporte oficial la inflación mensual en marzo fue de 0.24 fue la más baja desde 2021 en ese mes especifico. Desde otro ángulo, en relación al mes de marzo del año anterior (2022) la variación interanual, fue mayor (9.05). Bien podría decirse que ese mes de marzo fue el más “caro” en los últimos 10 años. En todo caso, resultó alentador que la escalada de precios se detuvo un poco dando un pequeño respiro al deterioro del poder adquisitivo en los meses previos. A guisa de ejemplo, en ese mes, los huevos dejaron de implicar mayor esfuerzo en su adquisición. Los combustibles, los cítricos y algunos otros bienes, dejaron de subir, pero, desafortunadamente se “congelaron” todavía en niveles elevados. En tal sentido, sigue siendo muy notoria la ausencia -en las fases de menores precios internacionales del petróleo-   de un mecanismo que induzca a retornar a los precios a sus niveles originales cuando, su ascenso se justificó o se derivó de un alza en el precio internacional de los derivados del petróleo; en otras palabras, que los precios deberían oscilar de acuerdo a las leyes básicas del mercado tanto hacia arriba como hacia abajo. Sigue faltando también, una verificación técnica a profundidad de la fórmula para determinar el precio de los combustibles en el mercado interno. Viéndolo en términos de inflación mensual, los precios evolucionaron en incrementos menores de 0.5% o, incluso en niveles inferiores. En el segundo trimestre (abril-junio) se mantuvo la leve tendencia declinante en la variación de precios. No obstante, las tasas de variación interanual se mantuvieron altas (mayores al 9%) hasta abril de 2023. Esto último, aunado a incrementos de los precios internacionales del barril de petróleo crudo, con precios al menos de 90 dólares.; luego en mayo, junio y julio las variaciones interanuales se quedaron en menos del   5%. Sin embargo, en los meses de agosto y septiembre retomaron cierta senda de crecimiento con manifestaciones de aumento especialmente en los precios de bienes alimenticios como los huevos y otros, reportando un dato oficial de 6.13% de inflación interanual de septiembre a septiembre, que siempre indica puede considerarse como inflación mayor.

En el balance internacional, la inflación continuó impactando a la gran mayoría de países, ciertamente en diferentes grados, constatando a su vez los extremos en los que la situación se les fue de las manos a algunos gobiernos y por el contrario, otras naciones en las que se ha logrado verdaderos proceso de “desinflación” teniendo un buen nivel de estabilidad sin efectos colaterales en el nivel de producción y de ocupación de la fuerza de trabajo.

En la región de América Central los que más problemas inflacionarios están enfrentando son Honduras, Panamá y República Dominicana. Mientras tanto, en los demás países del istmo se aprecian señales más claras de reducción inflacionaria (a excepción de Nicaragua). En el promedio mundial se mantiene situación de alerta, por diferentes razones. No obstante, la referencia de la inflación en el plano internacional, debe ser para profundizar en la búsqueda de medidas efectivas en lugar de conformarse o usar pretextos del tipo “como es una situación mundial, no se puede hacer nada para detener la inflación”. En esos casos, las poblaciones y ciudadanía en general, tiene derecho a reclamar y a responder con dichos populares: “Mal de muchos, consuelo de…”. En países como Honduras, el gobierno debe buscar al menos dos líneas de acción. Primero, que, si la inflación es “importada”, identificar y concretar medidas para que se importe menos, lo que implica necesariamente programas y mecanismos de apoyo a la producción local. Segundo: Tomar acciones “adelantándose” a los shocks o turbulencias originadas en el mercado y economía mundial. Un ejemplo en el primer caso, sería racionalizar y disminuir la importación de derivados del petróleo.

Entonces, si hay crisis internacional y los mercados internacionales del petróleo hacen elevar significativamente su precio, un país importador neto como Honduras debe importar menos especialmente en los rubros que permitan “sustituir” fuentes energéticas; caso concreto, disminuir significativamente la importación de bunker y diesel para generar energía eléctrica y, sustituirla totalmente por fuentes renovables, muy abundantes en el país. Eso reduciría la inflación “importada” (de paso, atenuaríamos las implicaciones fiscales ligadas a la situación de la principal empresa pública, la ENEE, que sigue comprando energía cara que luego, no alcanza a pagar). En el resto de consumidores de derivados del petróleo (vehículos), que no son “sustituibles” al menos en el corto plazo, lo que procede son medidas de ahorro de los particulares, dándose el ejemplo desde las dependencias gubernamentales[2]. En el segundo campo de acciones, las autoridades pueden “adelantarse” a los shocks externos, administrando los precios internos del petróleo ya sea sacrificando –verdaderamente- los gravámenes impositivos al petróleo, como el caso de El Salvador, (ajustando los gastos públicos a la disminución de ingresos tributarios logrando de paso, inyectar directamente algo de la tan necesaria y mencionada justicia tributaria). El estímulo a la producción de bienes (particularmente de alimentos) resultará en   mayor oferta que promovería la estabilización de precios y crearía empleos. Con estos dos campos de acción anti-inflación, no se garantiza que los precios no sigan aumentando, pero su crecimiento sería moderado. Solamente en ese caso, es aceptable el argumento de autoridades de que “… han logrado controlar la inflación y que, pudo haber sido mucho mayor el aumento”. Las autoridades del Banco central hondureño insisten en que la inflación pudo haber sido mucho mayor a la registrada si no hubiesen tomado medida de política económica para combatir la inflación, pero la población no logra constatar esas intervenciones.

En el plano de la economía real, lo más efectivo para combatir la inflación es aumentar la producción. Con mayor oferta de bienes y de servicios esenciales se logrará mayor estabilidad de precios. La actual presidenta de la Republica ha expresado este tipo de conceptos, faltando quizá que algunos de sus funcionarios lo vinculen más directamente a la ejecución presupuestaria interna y a los mecanismos de cooperación externa. La iniciativa del presidente mexicano AMLO lanzada en marzo y plasmada en abril de 2023 denominada Alianza de Países de América Latina y el Caribe contra la Inflación (APALCI) mediante una reunión virtual, [3] fue bien recibida, aunque aún no se tradujo en acciones concretas.

CUARTO  DEBATE

Al hablar de inflación, tipo de cambio y precios en general, siempre es indispensable pensar en la interrelación existente entre el sector real de la economía y su contraparte monetaria. Ya mencionamos en la parte 1 de este ensayo que definitivamente la inflación no es un fenómeno mayoritariamente monetario. Lo que tampoco quiere decir que no haya que cuidar los agregados monetarios de forma prudente; sigue siendo cierto que un aumento abrupto en la cantidad de dinero con la misma o similar cantidad de bienes, seguramente resultará en aumento de la inflación.

De nuevo, es necesario incrementar la producción de bienes, y que luego tiene que ser transada o intercambiada utilizando los mecanismos del dinero que precisamente consigna el valor de cambio en la unidad monetaria nacional con sus equivalentes en monedas extranjeras como dólar estadounidense, el Euro, y el resto de la canasta de monedas de los demás países con los que nos asociamos comercialmente.

No se trata de “ahogar” los precios artificialmente ni tampoco que no se ajusten en algún porcentaje que racionalmente estimule a los productores y que pueda ser sobrellevado por la capacidad de compra de los consumidores. Todas estas palabras para decir: que los precios pueden aumentar, pero de una forma muy pausada que sea aceptable para los vendedores y compradores.

Bien, pero alguien podrá decir: “la inflación es básicamente un fenómeno monetario, por lo tanto, no interesa la economía real”. En realidad, es una vieja discusión entre los teóricos y prácticos de la ciencia económica. La evidencia empírica nos dice que la inflación se puede deber a trastornos tanto en la economía real (producción; empleo; empresas; fabricas; inversión en bienes de capital; y todos los activos físicos y tangibles) como en la economía monetaria (masa monetaria; títulos valores como bonos, hipotecas; la cantidad de divisas; y cualquier otro valor intangible). No obstante, entre economía real y monetaria, pesa más la primera. Lo monetario se refiere a la designación de precios de las mercancías, pero, es claro que la cantidad de dinero tiene que corresponder con la cantidad de bienes y su deseado aumento. Es obvio, que la cantidad de dinero en circulación tiene que guardar una proporción con la cantidad de bienes; si se aumenta caprichosamente la emisión de dinero sin aumentar proporcionalmente la cantidad de bienes, habrá más demanda, pero sin duda los precios aumentarán lo que se considera como creación de dinero “inorgánico” (en Honduras pasó históricamente eso, pero, es de reconocer que ha habido una actitud más prudente en los últimos años). Volviendo entonces, la economía real y la monetaria (o, financiera) tienen que ser complementarias generando los financiamientos de las actividades económicas que produzcan y generen empleo-ingreso; de nuevo, hay que combatir la especulación y generar certidumbre y buenas expectativas para los negocios y el mayor bienestar posible para los consumidores. En otras palabras, el dinero no vale nada en sí mismo, sigue sirviendo básicamente para facilitar las transacciones. No obstante, cuando la emisión monetaria o los precios del propio dinero o capital (tipo de cambio y tasa de interés) no son administrados apropiadamente (por ejemplo, la avaricia que se traduce en especulación), se van a tener impactos negativos de lo monetario sobre la economía real. De nuevo, toda esta perorata típica de estos complicados seres que somos los economistas, para decir que: en países como Honduras la inflación no proviene de cuestiones monetarias. Por lo tanto, no es razonable pensar que la inflación se va a combatir y detener con políticas monetarias. En ese sentido, coincido con la postura de las actuales autoridades bancarias de no aumentar la tasa de política monetaria TPM. En lo que no coincido (y disculpas, por hablar en primera persona) es en afirmar que ya se aplicaron medidas monetarias que han logrado que la inflación no fuese todavía más alta que la que ya ha estado presente en el crecimiento de los precios de casi todos los bienes. Sostengo que, hasta ahora, no ha existido en enfoque de medidas que toquen las raíces del problema inflacionario.

Podríamos decir hasta ahora, las autoridades han hecho muy poco en lo relativo al precio de los combustibles. La mayoría de la población no confía en los subsidios o absorción de alzas en los precios de los combustibles. Los precios no volvieron a bajar y se han mantenido superiores a los 100 lempiras por galón en los principales combustibles (superior, regular y diesel). Luego, esos altos precios han servido de argumento para subir el precio de casi todo y allí precisamente está uno de los orígenes de la inflación en Honduras. Luego, se agrega la inflación que realmente no depende del precio de los energéticos y de los alimentos, que técnicamente, se denomina la inflación “subyacente”.

En estas discusiones o debates sobre la inflación se mezclan verdades con mentiras. Algunos alegatos contaminados por el afán de atacar o de defender la gestión gubernamental. Ambas actitudes sesgadas son muy perjudiciales en la búsqueda de soluciones reales a los problemas en aras del bien común.  Por ejemplo, no es cierto que la inflación del año pasado 2022 (9.8) haya sido la más alta en los últimos años. En realidad, ya hemos tenido inflaciones superiores al 20% en los últimos años del siglo pasado y, a principios del actual. Lo que sucede también es que esos datos de inflación son los oficiales y estamos sabidos también, que las cifras oficiales tienen un margen de confianza con limitaciones a pesar del sustento metodológico. Tema pendiente de discusión.

El otro punto equivocado, es creer que, en Honduras, para reducir la inflación hay que concentrarse en las políticas monetarias. Un pequeño grupo de economistas, asumen que elevando la TPM tasa de política monetaria dictada por el BCH se logrará reducir el “consumismo” tal y como lo hicieron en EEUU y en la UE. Sin embargo, si en Honduras se aumentara la TPM (que ahorita está en 3.0%) lo que ocurriría es que los bancos privados aprovecharían para subir –todavía mas- las tasas de interés y, habría menos Inversión con lo cual, sería todavía mucho más difícil que las empresas accesarán a capital de trabajo y en consecuencia, sería un mayor daño para la economía en términos de empleo y de crecimiento de la producción.  En el fondo, el problema en Honduras no es reducir la demanda para que se mantengan estables los precios, el punto es producir más e inducir mayor competencia en los mercados; con mayor oferta de alimentos y de otros bienes de consumo habría menos escasez y por lo tanto, menos presión para que sigan subiendo demasiado los precios. Simultáneamente, sigue siendo problema que aun con una TPM baja, no se haya logrado reducir suficientemente las tasas de interés activas en el sistema bancario de Honduras. Ello sugiere, buscar reformas del sistema financiero que garanticen mayor canalización de recursos para la dinamización de la economía.

A manera de epílogo: desafortunadamente, aunque las cifras oficiales del IPC digan algo diferente a la realidad; siguen subiendo los precios y generando incertidumbre y deterioro. Es cierto, que no se puede “tapar el Sol con un dedo”; ni siquiera con ambas manos. Así mismo, cuando la inmensa Luna (pero, 400 veces más pequeña que el Sol) logra “tapar” al Sol, resultará entonces, un eclipse que jamás pasará desapercibido para la gente. Con la notable diferencia dentro de la analogía, que los eclipses posiblemente los vemos cada 6 meses o, cada 6 décadas; en cambio, la inflación –si se continúa haciendo lo mismo o, se hace muy poco- la seguiremos viendo y viviendo, todos los días.


[1] https://criterio.hn/las-caracteristicas-del-buen-crecimiento-economico/

[2] No debemos olvidar que en Honduras, aún tenemos pendiente la tarea de contar con proyectos  de transporte colectivo que no dependan de los derivados del petróleo.

[3] https://www.infobae.com/mexico/2023/04/05/amlo-propuso-reunion-en-cancun-con-lideres-latinoamericanos-para-frenar-la-inflacion/

  • Martín Orlando Barahona
    Economista graduado de la UNAH, obtuvo Maestría en Economía y Política Internacional en el Centro de Investigación y Docencia Económica CIDE en México. Catedrático en varias universidades a nivel de Pre-Grado y Maestría durante 35 años. Expresidente del Colegio Hondureño de Economistas CHE y fue sub director del Instituto Hondureño de Seguridad Social 2000-2001.

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