Tomado de ABC-ciencia
Las alineaciones planetarias y su supuesta influencia en nuestras vidas no es algo que suela figurar entre las preferencias de los científicos. Muy al contrario, el tema suele quedarse en el terreno de la Astrología (a no confundir con la Astronomía), más propio de los horóscopos que de los artículos de investigación. Pero ahora resulta que esas alineaciones, después de todo, podrían ser más importantes de lo que se pensaba. Por lo menos en lo que respecta al Sol y a su actividad, de la que depende en gran medida la vida sobre la Tierra.
Sabemos que el Sol sigue un ciclo de 11 años, durante el que pasa alternativamente de su actividad máxima a la mínima, y ahora un estudio llevado a cabo por investigadores alemanes sugiere que ese ciclo podría depender de la alineación de Venus con la Tierra y Júpiter. Algo que, quizá no casualmente, también sucede cada 11 años.
A lo largo de cada ciclo, el Sol pasa por significativas variaciones en el número de manchas solares (de donde parten las tormentas solares y las eyecciones de masa coronal que afectan a nuestro planeta), así como en la cantidad total de energía que emite y en la propia estructura de su campo magnético. Desde que ese ciclo de actividad solar se descubrió en 1843, investigadores de todo el mundo han tratado de comprender, sin demasiado éxito, qué es exactamente lo que determina su naturaleza periódica.
En un artículo recién publicado en la revista Solar Physics, un equipo de científicos dirigido por Frank Stefany, del Helmholtz-Zentrum Dresden-Rossendorf, en Alemania, creen haber descubierto la causa. Y razonan que los ciclos solares podrían estar determinados, precisamente, por la alineación, cada 11 años, de Venus, la Tierra y Júpiter.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores recopilaron datos sobre los últimos mil años de actividad solar, incluídos los registros históricos de manchas solares y auroras, que normalmente suceden durante los periodos de alta actividad de nuestra estrella. Y hallaron que el ciclo solar parece haberse mantenido notablemente estable y consistente durante todo el último milenio.
Coincidencia sospechosa
Lo más revelador, sin embargo, es que la duración promedio de cada ciclo coincide sospechosamente bien con las alineaciones periódicas entre Venus, la Tierra y Júpiter, que son los tres planetas del Sistema Solar con más efectos gravitatorios sobre el Sol. Por eso, y de una forma similar a cómo la Luna determina las mareas en los océanos terrestres, la acción combinada de esos tres mundos podría estar afectando al comportamiento del plasma en el interior del Sol.
«Si los planetas están alineados -afirma Stefani- se produce una especie de marea primaveral que tira del Sol. Y llegamos así al punto que mucha gente considera extraño, incluso ridículo». Que no es otro que el hecho de que la gravedad combinada de los tres planetas hace que el plasma solar se desplace apenas un milímetro. Por eso, muchos investigadores consideran que ese efecto de marea de tamaño milimétrico no tiene forma de influir en la circulación del plasma solar, que normalmente se mueve arriba y abajo en «burbujas» de miles de km cuadrados y a unos 500 metros por segundo.
En otras palabras, la fuerza minúscula de esos efectos de marea ha truncado, hasta ahora, los intentos de aquellos astrónomos que desde hace años tratan de vincular las alineaciones planetarias con el ciclo solar. Y que esas alineaciones se produzcan precisamente cada once años se considera, por parte de los detractores de la idea, «una simple casualidad».
Pero Stefani y sus colegas opinan exactamente lo contrario. Y en su artículo explican una forma para que incluso un pequeño desplazamiento de plasma pueda afectar dramáticamente a la circulación de ese material dentro del Sol y, por lo tanto, a su campo magnético. La alineación planetaria periódica entre Venus, la Tierra y Júpiter, por lo tanto, sería el «reloj» que marca el ritmo constante de los ciclos solares.
Efecto Alfa
Para respaldar su idea, los investigadores recurrieron a un curioso fenómeno que afecta al campo magnético del Sol y que se conoce como efecto Alfa, que básicamente describe cómo el campo magnético se retuerce en bucles a medida que el Sol gira. Stefani y su equipo calcularon que incluso la diminuta cantidad de energía añadida al plasma por la alineación planetria es capaz de provocar una fuerte inestabilidad en el efecto Alfa.
«Se produce un ligero chapoteo, o pequeño cambio en la dirección de rotación del plasma», explica Stefani. El comportamiento podría compararse al de un niño en un columpio: puede moverse a su propio ritmo, pero si alguien empuja de vez en cuando, su balanceo terminará por sincronizarse con la frecuencia con la que se le empuja. De este modo, los cálculos de Stefani y su equipo indican que un único empujón cada once años podría hacer que el campo magnético del Sol empezara a seguir el ciclo que observamos ahora.
Los investigadores planean ahora poner a prueba este mecanismo en su laboratorio, utilizando metal líquido muy caliente como sustituto del plasma solar. Y sugieren que su idea taambién podría probarse observando planetas en órbita de otras estrellas para comprobar si en ellas también existen ciclos de actividad ligados a alineaciones planetarias.
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2 respuestas
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