La batalla por la justicia

Bret Stephens, complejidad, contradicción y vigencia del conservadurismo estadounidense en Corea

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

Los EUA estarán ahí mucho tiempo y solo ellos son responsables de su destino colectivo. Nos toca en la sombra de esa historia, lidiar con la deriva lo mejor que se pueda. Para ese fin, es importante entender que la geopolítica estadounidense es la cancha en que nos movemos, y cómo piensan los estadounidenses. Bret Stephens es un destacado, aunque controversial columnista de New York Times, apreciado de forma variable por distintos lectores y calificado como nacionalista y alternativamente como sionistaneoconservador[1] y halcón. A diferencia de la mayoría de sus cofrades, no tiene una carrera de servicio gubernamental.[2] Bret Stephens es lo que llamaríamos un columnista profesional, aunque incluso ha escrito un libro con el corpus de sus ideas. Vive de su oficio. En efecto un intelectual público. Tuvo una formación académica seria, una licenciatura en la Universidad de Chicago (con casi cien premios nobeles y luminarias como J. Mearsheimer, o el historiador J. Boyer) y una maestría en la London School of Economics. Proclama un credo.

El 8 de agosto, el N. Y. Times (al que también ha criticado por su tímido liberalismo, y aun acusado de cobardía) publica una columna suya; la que, en la edición estadounidense, se divulga en la página de opinión A 23, pero en la versión coreana del periódico,[3] muy adicto a sus puntos de vista y en general, a esta escuela de pensamiento estadounidense, se imprime en la primera plana con clara aura de aprobación y aplauso. La columna se titula algo así como Los Estados Unidos no pueden renunciar a su rol en el mundo. No sorprende que para Stephens ese es el rol de una policía global, encargada de mantener el orden y la ley internacional, a saber, el orden estadounidense y la ley de los EUA,[4] porque puede, porque nadie más puede, y explícitamente porque, a su ver, es la única  manera de asegurar la seguridad nacional de los Estados Unidos y sus aliados, en tanto que tienen -alrededor del mundo- intereses vitales que están expuestos. Interesante que se lo advierte preocupado, aunque quizá no alarmado por la deriva de la politica exterior de EUA, y de sus relaciones internacionales a futuro. Pues, aunque ha sido republicano, protegido de G. Bush Jr., critica igual la  naïveté de Harris, como el aislacionismo   de D. Trump, y acaso la cobardía ex teniente Vance, que no quiere ir a morir en Ucrania.

No voy a descalificar a Stephens, como comúnmente se hace entre nosotros los pocos progresistas que quedamos, denigrándolo por lo que dice de insólito, o por sus fallas personales, como también sucede entre sus pares estadounidenses, que lo ven y hablan de él como de una especie de pequeño monstruo grotesco  (uno lo calificó como ácaro, o bedbug). Y en un tuit porque ya se sabe, no podría escribir otra cosa. D.  Trump se ha burlado de ello y de que se hubiera molestado el escritor con la fea comparación. Stephens ha trabajado  en varios de los medios principales de EUA, como NBC y el Wall Street Journal. Eso le ha ganado mucho reconocimiento. Ha sido galardonado por sus comentarios, con el Pulitzer Prize, 2013, el más prestigioso del periodismo estadounidense (que -por supuesto- no es otorgado por el gobierno), para el cual luego fue juez y  jurado, pero también el Premio del Foro Económico Mundial y otros semejantes y sustanciosos. Y habla el español de manera fluida, lo que supone que es bicultural. Vivió algún tiempo en México, en donde su padre ejecutivo montó un negocio, y su familia hizo fortuna. Critica la corrupción de la policía mexicana que -supuestamente- no existe en EUA, y claro que son diferentes corruptelas; pero no ha dicho nada serio acerca del régimen político nacional que ahí pudiera aplicarle el  Articulo # 31.[5] No enfoca nunca a Latinoamérica. (Como si la contra instancia lo inhibiera ¿o le plantea la dificultad de lo dogmático ideológico versus lo práctico real.)

Lo cual de repente es paradójico porque, aunque  Stephens adversa ardorosamente al autoritarismo y se dice moderado, la imposición de las políticas económicas neoliberales que comparte con otros neoconservadores -no pun intended- han necesitado intervenciones diplomáticas y militares alrededor del globo, y el socavamiento de gobiernos progresistas, aunque sean democráticos, cambios de régimen inducidos y golpes militares de extrema derecha autoritaria y entonces ¿qué queda para la libertad cívica de expresión? O cómo puede esquivar ese problema en América Latina o Centroamérica, en donde bajo la administración Bush que lo apadrinó, sufrimos dictaduras militares, y bajo la de Reagan además atestiguamos una concatenación de guerras proxy, sucias y secretas, que cobraron cientos de miles de muertos entre 1980 y 1987.

No es un gran escritor, pero Stephens maneja su oficio con destreza. Redacta con claridad y estructura sus ideas, incluso con la lógica y la elegancia de la sencillez y pule del argumento, el equivocado, incluso…. Por supuesto que está equivocado, incluso cuando es interesante. Cuando pretende que los problemas de relación de Estados Unidos en el extranjero tienen soluciones  de fuerza e insiste en culpar a la diplomacia de los errores de la política exterior estadounidense, cuando defiende como imperativo, conservar a las tropas estadounidenses en los teatros de conflicto indefinidamente. Equivocado cuando  alega en forma vehemente que lo que mueve a los árabes en general es un ancestral Odio al Judío, a quien históricamente los árabes dieron refugio, protegieron como dhimmis (gente del libro) y con quien convivieron en paz 1400 años antes de que los colonizadores europeos, desde fines de la Primera Guerra Mundial a exacerbar el nacionalismo previo al casi exterminio del judío entre 1932 y 1942 en el corazón de la civilizacion. Equivocado Stephens cuando argumenta que los judíos askenazi gozan de una superioridad intelectual, atribuible a su visión contraria (de perspectiva alternativa) del mundo, que según él, explica su gran éxito histórico, de lo que no hay evidencia.[6] Equivocado cuando argumenta que la política más agresiva de Israel (el sionismo de Netanyahu, que propone despojar a los nativos de todo, y que no es el de todos ni la mayoria de los judíos) debe ser apoyada siempre y completamente por EUA, y que toda expresión crítica en su contra es una ingenuidad antisemita. Y equivocado cuando por muchos años y en muchos ensayos, mientras progresaba la séptima Gran Extinción de la Vida provocada por nuestras actividades económicas voraces, colapsaron los océanos y se ovillaban los bosques, pulmones del planeta, argumentó que la preocupación ambientalista por el calentamiento global solo era una histeria colectiva sin fundamento. Que yo sepa, la única aberración de la que se ha arrepentido, luego de un viaje con un gran científico a los hielos que se derriten en Groenlandia. Si bien Bret sigue insistiendo en que hay que dejarle al mercado que remedie el problema, en vez de comprometer al estado a adoptar políticas que controlen el consumismo, el derroche y la insensatez que lo generan. 

Pero si entendemos su lógica, no tiene sentido argumentar nuestros socorridos llamados de respeto de la soberanía (a menos que fuera la que instrumentalizan) o a la autodeterminación que, curiosamente,  fue una doctrina  importante para EUA en el s. XIX, pero que nos quedamos invocando solos desde que empezó la Guerra Fría. Debemos parecerles surreales en esa retórica, y aun ridículos. Y cuidado si nos damos leyes que contravengan sus intereses. Porque ni siquiera les interesa la estabilidad del sitio intervenido, si no solo la del orden hegemónico. En su pieza de anteayer, Stephens replica la lógica de su tesis central en el contexto de las próximas elecciones estadounidenses. Empieza con una ironía, creo que fallida, burlándose de quienes pudieran creer o piensen que EUA debe retirarse de su papel obligado de policía en el mundo. Y no entienda que vale la pena un poco de sangre dice, (sin ofrecer la propia, ni una cuantificación) a cambio de la seguridad del país indispensable. Reitera: EUA tiene intereses materiales estratégicos alrededor del globo, que está obligado a garantizar, para su misma sobrevivencia, con su fuerza armada bruta, porque ninguna otra alcanza. Le preocupa (¿a quién no?) que Irán estará completando su desarrollo de armas nucleares en unos pocos meses, sino semanas, y afirma que es imperativo defender todos los flancos estratégicos. Aunque no menciona, y bien pudo del Plan Colombia (secuela del Plan Cóndor) y antecedente del Plan Centroamericano que  Biden promulgó siendo senador, Bret lo felicita mucho (con quien es más cercano que con nadie) por incorporar en su presidencia a los países escandinavos a la OTAN y haber enviado, aun si  fuera tardíamente las armas con que Ucrania ha podido ahora invadir Rusia. Sin embargo, advierte una inminente amenaza China contra un archipiélago de las islas filipinas en el Mar del Sur y la hipotética agresión inminente a Taiwán, que hace 70 años, bajo protección estadounidense, se separó de esa nación. Asegura que ya se ha formado otra vez un eje, siempre es Eje del Mal, con Rusia, China, Corea del Norte, e Irán, que amenaza la paz y el orden mundial y, sobre todo –es lo mismo- los intereses torales de EUA. Y los candidatos de ambos partidos coinciden sin embargo sobre el beneficio de evitar conflictos en el exterior y restringir el gasto militar, para remediar las causas de la inestabilidad global. Esa política de distensión ¡manda una mala señal al mundo y debilita a su nación!

A Stephens no le parece que, mientras las acciones de la industria, el comercio y la banca se desplomaron en la bolsas de valores alrededor del mundo, el día anterior, las únicas acciones que se revalorizaron fueron las de las empresas que producen armamentos y servicios para la guerra…. Cuya amenaza es quizá (aun si se evita decirlo) principal razón para la turbulencia económica y el desplome en domino. Hablando de círculos viciosos. La guerra garantiza los intereses estadounidenses ¿o los pone en precario? Será que la adhesión de los escandinavos a la OTAN y los nuevos armamentos estadounidenses lograron hacer retroceder a Putin ¿o, como bien explica su profesor Mersheimer, más bien fue el insensato cerco a Rusia por la OTAN, lo que llevó a Putin a la guerra y le ha permitido justificar ante su pueblo y aliados? Porque claramente el blanco enemigo al alcance de Irán es Israel, cuyo apartheid y guerra-proxy-sin-fin –justo- ha generado en esa región una perpetua volatilidad. Y el liderazgo Chino ha repetido incansablemente ser constructor de la paz global que es la que le conviene a sus intereses comerciales, y solo se ha armado China, cada vez más, como observa Stephens, últimamente, en respuesta a la agresividad del cerco estadounidense, y porque más bien China tendría que preocuparse del armamentismo a su alrededor provocado por el intervencionismo global. Porque a cada axioma de Stephens se le puede oponer un argumento lógico contrario, pero él aun siendo askenazi no es capaz de verlo, escucharlo o reflexionarlo. Hay que contradecir también varias de sus premisas básicas.

Tiene razón de pronto cuando afirma que el terrorismo es la primordial amenaza de nuestro tiempo, pero no parece tomar en cuenta que la institucionalidad mundial ha emitido el criterio de que la masacre del 40 mil palestinos inocentes en diez meses en la mínima Franja de Gaza es terrorismo etnocida y que, según las reglas de las relaciones internacionales, es terrorismo bombardear durante un conflicto, a la población civil e instalaciones diplomáticas en terceros países,  y que el emplazamiento de armas nucleares en sus fronteras es terrorismo, como decía el woke Jack Kennedy en 1962, y que hay terrorismo mediático, y no solo cibernético,  e incluso terrorismo económico cuando, desde el Occidente se propone sabotear la economía del otro, contradiciendo las reglas que habías convenido previamente, para el intercambio comercial. ¿Acaso  ambas partes no construyen estas problemáticas? El terrorismo existe y sin duda, la gente sujeta a su devastación por supuesto tiene derecho a prevenirlo, igual EUA que Venezuela; y si te conviertes en accesorio, socio, o protector del terrorista, sos cómplice, y por lógica del derecho, igual de culpable; pero si agredes y provocas la desesperación, no te quejes de que el comportamiento de tu víctima se vuelva cada vez más errático, por ende, peligroso e impredecible. ¿Si es sencillo de entender? ¿Por qué entonces, es tan difícil de poner en práctica? Apenas es un compromiso con la sensatez. No tienes que renunciar a amigos, pero no puedes dar cabida al enemigo jurado de tu amigo, ni consentir su conspiración. 

EUA no puede proteger a quien llame al derrocamiento violento del gobierno venezolano, más de lo que podría Venezuela proteger a terroristas que quieran atentar contra los USA, y exigirle condiciones al amenazado. Y no se puede tolerar que Musk atente a la seguridad pública llamando a la guerra civil contra el presidente venezolano, a quien insulta, mientras hace ahí negocios libremente, como observa el gobierno británico cuando atiza X el odio contra el musulmán, en medio de las violentas manifestaciones en Inglaterra. Porque entonces, coincide Stephens, que el terrorista es Musk, ¿como en otra ocasión fue Trump? ¿paradójicamente ambos aislacionistas? A mi  modesto juicio, el escritor trasciende, porque en vez de ser una rémora de un pasado distante o superado, expresa el modo de pensar de lo que Trump identifica claramente, aunque otros lo han teorizado mejor, como el estado profundo que está más allá de la elección. Es la que priva por ejemplo en Viera, la politica de levantar fantasmas.

Importa entender cómo piensan los neoconservadores, con su método axiomático, y Bret Stephens lo facilita, hasta que se queda callado. Es el columnista favorito del New York Times de Seúl porque coincide con la discreta política de Corea ante el mundo y ante América Latina ¿alineada con la del estado profundo? Que, de repente, como reza el verso, calla y está como ausente.

Seul 8 de agosto de 2024 


[1] Ideología quizá nostálgica que más que sistema filosófico parece una religión secular de dogmas y creencias, hoy marginal en el discurso político, paradójicamente prevalente en la política exterior

[2] A diferencia de por ejemplo Abrams, Wolfowitz, Perle, Kagan, Feith y Bolton que primaron en los gobiernos de George  Bush, y después de Reagan, y Abrams también en el de Trump, y a semejanza de Kristol que mayormente habla desde la academia

[3] Se dice en los corrillos que, patrocinada por el gobierno local, no es de extrañar porque agrada especialmente a los coreanos el planteamiento de la responsabilidad excepcional..

[4] Porque es la ley que les conviene y el orden del hegemón, naturalmente. Y este precepto de ley tiene más bien que ver con el excepcional precepto estadounidense de la extraterritorialidad, que con nuestro ideal de una ley que también se tiene que aplicar a ellos. 

[5] Artículo de la Constitución Mexicana que proscribe al extranjero tener injerencia en la política mexicana y en caso de infracción ordena su expulsión inmediata del territorio mexicano.

[6] Y para cuyo éxito relativo, indudable acaso, habría que escrutar la persecución misma de que fue víctima el askenazidesde el siglo XII en el centro de Europa. Aunque confieso cierto prejuicio por la filiación y porque valoro mucho la opción de la visión alterna, el argumento me recuerda el de J.B. Vicco en la Ciencia Nueva, en donde alega haber demostrado la superioridad de los judíos, simplemente reafirmándola.

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