Por: José Manuel Barroso
GINEBRA – Adentrados ya dos años en la peor pandemia en un siglo, resulta tentador pensar que el mundo quedó atrapado en un túnel del tiempo, incapaz de sacarse de encima un virus que hasta el momento mató a más de 5,5 millones de personas y arruinó el sustento de una cantidad innumerable de gente, pero la verdad es que en los 15 meses desde que la iniciativa del Fondo de Acceso Global para Vacunas COVID-19 (COVAX) logró el apoyo de la comunidad internacional, mucho ha cambiado.
En septiembre de 2020 no sabíamos si los científicos podrían desarrollar una vacuna segura y eficaz contra la COVID-19… ahora tenemos varias. Tampoco sabíamos en ese momento si la industria lograría ampliar su producción, pero el año pasado se fabricaron finalmente 11 000 millones de dosis.
Lamentablemente, estos éxitos también sirven para poner de relieve los fracasos del mundo en sus esfuerzos para combatir la pandemia. Aunque se produjeron suficientes dosis de la vacuna contra la COVID-19 en 2021 para vacunar a todos los adultos del planeta, más de 3000 millones de personas —en su mayoría, en países con bajos ingresos— aún no han recibido la primera dosis. Los países con altos ingresos tienen una tasa de vacunación promedio superior al 75 % y ahora se están centrando en las dosis de refuerzo. En África, por el contrario, aproximadamente el 10 % de la población está completamente vacunada, en promedio, y los sistemas de salud aún se están poniendo al día con las vacunaciones iniciales.
La entrega reciente por COVAX de su millonésima dosis de la vacuna contra la COVID-19 representa un avance significativo en el aumento de la oferta, garantizando el acceso equitativo y remediando así la atroz disparidad mundial. Este hito también muestra que la COVAX y el multilateralismo pueden funcionar, a pesar del acaparamiento y las restricciones a las exportaciones de vacunas y sus ingredientes por parte de algunos gobiernos.
Dado este ímpetu, es fundamental que la COVAX —una asociación establecida por la Coalición para las Innovaciones de Preparación para Epidemias, la Organización Mundial de la Salud, UNICEF y Gavi, la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización— siga siendo respaldada por el mundo. De lo contrario, mientras los países ricos avanzan con la implementación de las dosis de refuerzo frente a la variante ómicron, los países con menores ingresos corren el riesgo de quedar aún más rezagados.
Ese resultado no solo constituiría un fracaso moral, sino también una catástrofe para la salud pública. A esta altura ya todos sabemos que nadie está a salvo de la COVID-19 hasta que todos lo estén. Hasta que no logremos vacunar a la gente en todo el mundo, el coronavirus seguirá mutando y generando nuevas variantes, potencialmente más peligrosas. Hay un riesgo significativo de quedar atrapados en un ciclo interminable de vacunaciones de refuerzo, persiguiendo al virus en vez de anticiparnos a él.
Como alternativa, si protegemos a la gente en todas partes, podemos reiniciar la economía mundial y recuperar completamente el comercio y los viajes. Para esto serán necesarios nuevos compromisos de los países con altos ingresos y los productores de vacunas para priorizar a los más necesitados. Proporcionar un acceso equitativo a las vacunas también implica asegurar que la COVAX cuente con flexibilidad para responder a las necesidades futuras, entre ellas las relacionadas con los programas de refuerzo, las vacunas adaptadas a variantes, o simplemente dosis adicionales.
Los avances en el combate de la pandemia durante el último año fueron más lentos de los que todos quienes estamos vinculados con la COVAX —me incluyo, como presidente de Gavi— queríamos y esperábamos, y hay muchas lecciones por aprender. Y a pesar de la creciente y difundida percepción de que la variante ómicron es relativamente menos peligrosa que otras anteriores de este coronavirus, continuamos envueltos en una crisis mundial.
Pero aunque surgirán desafíos adicionales tanto del lado de la oferta como de la demanda en 2022, al menos estamos en una situación en que derrotar a la COVID-19 es una perspectiva realista. La velocidad es fundamental y cuanto más rápidamente limitemos la capacidad del virus para difundirse, antes pondremos fin a los ciclos de estragos que hizo en nuestras sociedades y economías. Para eso será necesario garantizar un acceso rápido, justo y equitativo a las vacunas contra la COVID-19 para la gente en todos los países.
La entrega de la millonésima dosis de COVAX demuestra que, a la hora de la verdad, podemos colaborar de manera eficaz para enfrentar desafíos mundiales masivos; pero este logro también nos recuerda oportunamente que todavía queda mucho por hacer.
La COVAX y otras organizaciones internacionales comprometidas con la equidad de vacunas no pueden poner fin a la pandemia sin la ayuda de los gobiernos, las empresas y la sociedad civil. Trabajando juntos tenemos la posibilidad de escapar de las garras de la COVID-19 para siempre. Debemos aprovecharla al máximo.
*José Manuel Barroso, expresidente de la Comisión Europea (2004-14) y primer ministro de Portugal (2002-04), es presidente de Gavi, la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas